AURELIO GAITÁN
En Jerez, como en muchos municipios zacatecanos, el lodo se convierte en estrategia cuando se acaban los argumentos. Esta vez, la mecha la encendió Morena y sus amanuenses, al gritar a los cuatro vientos que el alcalde Rodrigo Ureño Bañuelos se había comprado una camioneta de dos millones de pesos. “Cinismo”, escribió indignado en redes el dirigente estatal Rubén Flores Márquez, apuntando que mientras se rechazan obras de infraestructura, el edil del PRIANRD se pasea en “una poderosa”.
El escándalo fue fabricado con precisión quirúrgica. Bastó una fotografía, un rumor y la carga sincronizada de los operadores digitales para sembrar la percepción de derroche en medio de la pobreza. Porque en Jerez, las necesidades son reales, los rezagos tangibles, y cualquier gesto de opulencia prende fuego. Sobre todo, cuando se predicó austeridad y se juró no traicionar al electorado.
Sin embargo, la verdad, esa que pocas veces interesa en las guerras de lodo, es otra. El propio Ayuntamiento desmintió la supuesta compra. Aclaró que la camioneta es modelo 2018 —no nueva— y ni siquiera ha sido adquirida. Está en préstamo para su evaluación durante tres meses. Si cumple con los requisitos mecánicos y operativos, entonces se someterá a un proceso legal de compra pública, con aval del Cabildo, como marca la ley.
Y no cuesta dos millones. El valor estimado es de 550 mil pesos, una cifra alejada de la narrativa incendiaria. El área de adquisiciones realizó un estudio de mercado y concluyó que el vehículo representa una opción viable, incluso económica, frente a otras alternativas disponibles.
Entonces, ¿por qué mentir? Porque la mentira, aunque se desmienta, deja mancha. Porque en política la percepción pesa más que los hechos. Y porque atacar al alcalde de Jerez se ha convertido en deporte de quienes se saben sin proyecto, sin resultados, pero con una red de operadores ávidos de escándalo.
Rodrigo Ureño no es un santo, ni falta que hace vestirlo de uno. Pero esta vez, la acusación fue un montaje. Lo peligroso es que quienes hoy gritan contra el “despilfarro” se callan ante los contratos turbios, las nóminas infladas y las licitaciones dirigidas que abundan en otras trincheras.
No se trata de defender a nadie. Se trata de no tragarse el anzuelo completo. La crítica es legítima, siempre. La calumnia, no.
Y, por cierto, muy norteado anda el que se dice líder de Morena. Rodrigo Ureño no alcanzó el triunfo en las elecciones de la mano ni del PRI ni del PAN. Ambos partidos le dieron la espalda. Ambos partidos decidieron romper con la coalición. Dijeron traían mejores cartas. Al final, fue el PRD el único que lo cobijó. Logró esa candidatura, lo saben en Jerez y en todo Zacatecas, gracias a las buenas lides de Jacki Martínez y Pepe Pasteles. Honor a quien honor merece.
Obra pública, saldo insuficiente
La presidenta municipal de Susticacán, Fabiola Rodríguez Saldívar, inauguró un tramo de la calle Camino Real, obra pendiente por años. El acto, simbólico, cumple una promesa, pero revela una gestión con alcances limitados.
Mejorar la conectividad es un avance, pero 200 metros de pavimento no resuelven el rezago histórico en infraestructura. El beneficio es local, no estratégico. La obra, aunque necesaria, es apenas un paliativo.
La siembra de 12 árboles acompaña el proyecto. Gesto loable, pero insuficiente para hablar de un “esfuerzo integral”. El medio ambiente exige políticas sistemáticas, no acciones aisladas.
Rodríguez Saldívar cumple, pero sin trascender. La obra es un paso, no un salto. Susticacán merece más que actos protocolarios: planeación a largo plazo. La cuenta sigue abierta.
Un puente, muchas promesas
Se inauguró un puente peatonal en El Aguacate de Arriba, en Tabasco. Obra gestionada por el presidente municipal Carlos Vera Loera, responde a una demanda histórica de la comunidad. Promete seguridad para estudiantes y vecinos al cruzar un paso antes riesgoso.
Pero más allá del discurso oficial, hay que preguntar: ¿por qué tardó tanto? Las obras básicas no deberían ser triunfos, sino obligaciones cumplidas a tiempo. Este puente es un alivio, pero también un recordatorio de la deuda acumulada con zonas rurales.
El dato clave: su construcción solo se concretó tras presión ciudadana. Eso revela un patrón: las autoridades actúan cuando el reclamo es imposible de ignorar. La obra es necesaria, sí, pero no basta. Debe ser el inicio, no el final, de una infraestructura digna.
Celebrar lo mínimo desgasta la credibilidad. La verdadera victoria será cuando estos proyectos no sean noticia, sino norma.
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