JUAN DEL REAL
En Zacatecas, el campo no es un sector económico más: es el corazón que ha sostenido a generaciones enteras. Hablar del frijol, por ejemplo, es hablar de identidad, de historia familiar, de comunidades que han aprendido a trabajar la tierra incluso en las condiciones más adversas. Por eso, cuando los productores exigen apoyo real, precio de garantía y reglas claras de comercialización, no están pidiendo privilegios; están pidiendo justicia.
Hoy, miles de familias zacatecanas enfrentan una incertidumbre que erosiona su ánimo y su capacidad de planear el futuro. Cultivan sin saber si el precio cubrirá siquiera los costos de producción; almacenan su cosecha esperando que no se desplome el mercado; negocian a ciegas con intermediarios que suelen abusar de la falta de información y de la ausencia de un esquema sólido de comercialización. Y mientras tanto, el gobierno federal ha dejado en segundo plano políticas esenciales que antes daban un mínimo de estabilidad.
El frijol es un cultivo estratégico, no solo para Zacatecas sino para el país entero. Mantener su producción fuerte significa garantizar seguridad alimentaria, empleo local y arraigo en comunidades donde la migración se ha vuelto casi la única alternativa. Cada ciclo agrícola que se deja a la deriva es una invitación más al abandono del campo.
La solución no es compleja: se necesita un esquema de precios de garantía realista y oportuno, apoyos transparentes para la comercialización, y programas que protejan al productor frente a la volatilidad del mercado. Esto permitiría a las familias planear, invertir y crecer con confianza.
Respaldar al campo no es un gesto político, es un acto de responsabilidad nacional. Cuando Zacatecas da la batalla por su frijol, no pelea solo por un cultivo: pelea por su dignidad, por su futuro y por el México que aún puede sostenerse desde la tierra.
Sobre la Firma
Jurista, académico y dirigente de Movimiento Ciudadano.
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