miércoles, agosto 6, 2025

Mal humor social

CARLOS PEÑA BADILLO

Me ha resultado muy preocupante comprobar que a pesar de algunos esfuerzos oficiales como el Festival del Folclore, que terminó hace dos días, en la sociedad no deja de asomarse una nube oscura que no permite una mejor disposición para entender la enorme problemática que Zacatecas reciente, por los errores y malas políticas públicas locales, pero también por la falta de un apoyo real del gobierno federal.

Tuvimos una semana de bailables y de reuniones con buena cantidad de asistentes en la Plaza de Armas y otros escenarios locales y, sin embargo, para la mayoría de la población la crítica era que el festival estuvo muy disminuido en comparación con años y sexenios anteriores.

Se trata de la formación de una opinión pública negativa, irritada, sin credibilidad, sin ánimo y, lo más lamentable, sin alegría ni esperanza. Se trata de lo que los sociólogos llaman el mal humor social.

¿Pero cuáles son los efectos de un mal humor social? Lamentablemente cuando la gente ya no cree en sus gobernantes ni en sus instituciones, el día que normalmente debiera ser alegre y optimista carece de sentido, de ánimo y, por el contrario, crece el desencanto y la desilusión, porque, aunque no lo sea, para la sociedad todo lo que haga el gobierno está mal hecho. Así lo determina el humor con el que los zacatecanos nos levantamos todos los días para hacer nuestras labores.

Por mi trabajo, yo platico diariamente con representantes de muchos sectores sociales y aunque los motivos de cada encuentro buscan crear una dinámica favorable, o plantear soluciones a diversos problemas que tiene la sociedad, lamentablemente sale entre las charlas el mal concepto que los ciudadanos tienen sobre un gobierno sordo, obcecado, omiso y opaco, que a cuatro años de ejercicio ya no puede con la falta de credibilidad. Seguramente pasarán los próximos dos años y en el 2027 vendrán nuevos ánimos, con un nuevo gobierno, sin embargo, ya desde ahora, el chofer del Uber, el taxista, el mesero del restaurante, el peluquero o el carnicero, todos tienen la creencia que, si es uno de los mismos quién gane la gubernatura, seguirán otros seis años de desencanto y desolación.

Y analizando las causas de este mal humor de la sociedad busqué algunas respuestas sobre el actúa manejo de la política, cuyos ideales se fincan en valores y en diversas cualidades que el pueblo espera de sus líderes y de sus instalaciones, como la integridad, la honestidad y el compromiso con el bienestar ciudadano.

Comprobé, con mucha preocupación, que la mayoría de los valores de la verdadera política, no están presentes en Zacatecas.

No sé observan entre las decisiones de los distintos integrantes del gobierno que haya transparencia, que es una condición para garantizar que las acciones gubernamentales sean abiertas y accesibles al escrutinio público; no hay tolerancia, porque no hay aceptación ni respeto hacia las diferentes opiniones, creencias y prácticas; no hay cohesión social, como la promoción de la unidad y el sentido de pertenencia en la Sociedad; no hay pluralismo como reconocimiento y valoración de la diversidad de ideas, culturas e identidades y al no haber la búsqueda del beneficio y el progreso de la colectividad, tampoco hay bien común.

De igual manera, en Zacatecas hace falta el respeto institucional que es la consideración por los derechos y la dignidad de todas las personas. Y como no se encuentra fácilmente la preocupación por el bienestar de los demás y el bienestar de ayudar, tampoco encuentro la solidaridad, estos y otros valores como la libertad, igualdad, la justicia social y la responsabilidad, como obligación de responder por las propias acciones y decisiones en el ámbito público, han generado a lo largo de cuatro años, un clima social irrespirable, ácido, con sus consecuencias muy lamentables de escaso sentido por la vida en plenitud.

Nos afecta, claro está, que nuestros estados vecinos como Durango, Coahuila, San Luis Potosí y Aguascalientes tengan muchos mejores niveles de crecimiento y perspectivas sociales y, por esa razón, los zacatecanos quisieran cambiarse hacia esas entidades, pero los cambios nunca son fáciles y la decisión de hacerlos generalmente tarda lustros o décadas.

¿Qué se podría hacer para vivir mejor en Zacatecas? En primer lugar, que las autoridades reconocieran que son los principales generadores del descontento, desánimo y pobreza mental. Si lo reconocen y aceptan cambiar con mejores políticas públicas, Zacatecas podría ser y estar mejor.

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