viernes, septiembre 5, 2025
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La Casa de los Perros | Saúl contra los espejos

CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ

En política, como en la vida, hay momentos en que uno se mira al espejo y ya no reconoce la imagen que devuelve el cristal. Eso parece estar ocurriendo en la familia Monreal. Y en Morena, ese partido que presume unidad mientras se despedaza a dentelladas en los callejones de Zacatecas, el espejo ya no refleja convicción sino cálculo.

El senador Saúl Monreal Ávila ha dado un paso al frente. Y lo ha hecho con un tono que, guste o no, no puede pasar desapercibido: habla de “intereses oscuros”, de un “grupo que manipula” y hasta de su propio hermano, el todavía inquilino de La Casa de los Perros, convertido en prenda de cambio de los operadores que desde hace tiempo encontraron en Morena el banquete perfecto para disputarse las sobras del poder.

Aquí hay que decirlo con claridad: Saúl no se tira al piso. No pide lástima. Con sus palabras, se planta frente a un partido que presume democracia interna, pero que ya decidió adelantar la sucesión de 2027 para, de paso, vetarlo con el argumento del nepotismo. Y sí, la caricia que merece es reconocer que, a diferencia de muchos de sus correligionarios, tuvo el valor de alzar la voz y señalar que en Morena Zacatecas los dados están más que cargados.

Pero cuidado: el problema no es solo de Saúl. Es de Morena y, sobre todo, de los Monreal.

La dirigencia nacional, con Luisa María Alcalde como vocera, vino a Zacatecas a enterrar cualquier ilusión de ver a otro Monreal en la boleta del 2027. La reforma contra el nepotismo ni siquiera entrará en vigor hasta 2030, pero en Morena decidieron aplicarla desde ya. Es decir, no habrá continuidad familiar. Y ese mensaje no se dio en privado: se lanzó frente al propio Saúl, con los reflectores encima y con toda la intención de dejarlo claro.

Y aunque se vista de democracia, no deja de ser un ajuste de cuentas. Porque en este país la ley suele aplicarse con tijeras: corta donde conviene y se guarda cuando estorba.

El grupo en la sombra

Saúl, con dramatismo calculado, lanzó su acusación: hay un grupo político que “manipula, engaña y distorsiona la realidad” ante David Monreal. Y aquí la pregunta es inevitable: ¿acaso no fue la propia familia Monreal la que durante años tejió esos mismos grupos de poder, operó candidaturas, negoció espacios y colocó piezas? El monstruo que ahora denuncia no nació ayer.

La verdad incómoda es que Morena en Zacatecas se convirtió en botín de facciones, todas alimentadas desde la misma cocina: la de los Monreal y sus aliados. Hoy el guiso se les regresa agrio y venenoso. Dicho en el llano: el que con leche se quema, hasta al jocoque le sopla.

David Monreal reaccionó con frialdad ante las acusaciones del menor de sus hermanos. “Que cada uno se haga responsable de sus dichos y de sus hechos”, declaró. Ni una defensa ni un desmentido. Apenas un deslinde que en realidad suena a confirmación: David prefiere no enfrentarse, pero tampoco proteger a Saúl. ¿Por qué? Porque, como en toda familia política, el poder pesa más que la sangre.

Y aquí es donde Morena pierde la brújula. Un partido que nació con la promesa de ser distinto hoy repite las mismas mañas que tanto criticó al PRI y al PAN: vetos selectivos, grupos enquistados y la tentación de heredar gubernaturas como si fueran haciendas.

El peligro de la fractura

Saúl lo advirtió: con sectarismos y divisiones, Morena puede perder la gubernatura en 2027. Y no es exageración. La oposición local anda desarticulada, sí, pero nada une más a los adversarios que un partido oficial fracturado. Morena puede darse el lujo de ganar por inercia en muchos estados, pero Zacatecas no es de esos: aquí la inseguridad devora a la gente, la economía languidece y la paciencia social se agota.

Si Morena insiste en repartirse candidaturas entre un grupo reducido, el electorado puede pasar factura. Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente, dice el dicho, y Morena en Zacatecas parece empeñado en dormirse sobre sus pleitos internos.

A Saúl hay que reconocerle que se atreva a denunciar lo que otros callan por conveniencia. Ha sabido construir su propio perfil, lejos de las estructuras que gobierna su hermano. Y en tiempos donde la obediencia ciega es premiada, la rebeldía, aunque sea parcial, tiene mérito.

Pero también debe escucharse la otra cara: Saúl habla de un grupo que “engaña a su hermano”, como si David Monreal fuera un ingenuo incapaz de decidir por sí mismo. Y no. El gobernador sabe perfectamente con quién camina y a quién le abre las puertas. Fingir lo contrario es infantilizarlo.

Más aún: el pleito exhibe que Morena en Zacatecas es rehén de una familia que no logra ponerse de acuerdo ni en la mesa de la cena. Y lo que está en juego no es un pleito entre hermanos: es el futuro de un estado que ya bastante ha sufrido con gobiernos que prometieron mucho y cumplieron poco.

Zacatecas no necesita más monrealazos, ni tampoco experimentos de unidad ficticia. Necesita ser gobernado con seriedad y sin sectas disfrazadas de movimiento social. Saúl tiene razón en advertir del riesgo: Morena puede perder en 2027. Pero no será por los ataques de la oposición, ni por las campañas oscuras de un grupo de traidores. Será por la incapacidad de los propios Monreal para entender que el poder no es herencia familiar ni botín de facción.

Porque al final, como dice la sabiduría popular: Cuando la perra es brava, hasta a los de casa muerde.

Y en Morena Zacatecas, las mordidas ya empezaron.

Sobre la Firma

Periodista especializada en política y seguridad ciudadana.
claudia.valdesdiaz@gmail.com
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