CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
Hay frases que suenan a consuelo barato, a “te lo guardo para después”.
“Hay mucho Saúl para adelante”, dijo la presidenta nacional de Morena, Luisa María Alcalde, en su visita a Zacatecas. Y aunque la sentencia parecía un espaldarazo, en realidad fue un portazo disfrazado de caricia: sí, Saúl Monreal podrá aspirar, pero no en 2027, porque en el menú de la Cuarta Transformación el nepotismo está prohibido —al menos aquí, y al menos por ahora.
El dato duro es que Morena presume números, pero esconde tendencias. Alcalde habló de que el 30% de los votantes encuestados se inclinaría por su partido, lo que sonó a fuerza, a músculo, a territorio dominado. Lo que no dijo es que ese 30% significa una caída libre: 14 puntos menos en apenas un año. En 2024, Morena aparecía 44% arriba en las encuestas, un coloso en las papeletas; hoy, la pendiente es clara. “Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”, y aquí la corriente no viene de la oposición, sino del desencanto ciudadano.
En Zacatecas, donde Morena debería lucir como bastión de la 4T, la realidad es otra: un estado con nula percepción de seguridad, con un gobierno débil que apenas logra contener la crítica, con familias enteras expulsadas por la violencia o la falta de oportunidades. ¿Y la respuesta del partido en el poder? Afiliaciones, padrones, escuelas municipalistas, promesas de alumbrado y bacheo. El discurso suena a gestión menor, como si tapar un hoyo en la calle pudiera esconder el socavón de la inseguridad.
El mensaje de Alcalde Luján fue claro: Zacatecas no está para herencias dinásticas. David y Saúl no podrán intercambiarse la silla como si fuera reliquia de familia. El Consejo Nacional puso la raya y, aunque a nivel federal la medida entrará en vigor hasta 2030, aquí el freno llega en 2027. No es casualidad. Morena sabe que la dinastía Monreal es tanto un activo como un riesgo. Y, en política, “más vale prevenir que lamentar”.
Pero el subtexto es otro: si Morena realmente confiara en su fuerza en Zacatecas, no necesitaría blindarse contra la sombra del nepotismo. Las prohibiciones llegan cuando las fracturas internas son tan profundas que la familia pesa más que la militancia. Lo que Alcalde llama unidad no es más que control de daños.
Mientras tanto, los números de afiliados se presumen como si fueran salvavidas: nueve millones en el país, 75 mil en Zacatecas, casi al 100% de cobertura en secciones electorales. El mensaje es que Morena se organiza para ganar, aunque la ciudadanía ya no responda con la misma fe. La política del partido se parece a esas ferias donde, aunque el juego esté vacío, el operador sigue gritando: “¡Pásele, pásele, aquí se gana siempre!”.
El telón de fondo es la sucesión presidencial de 2030, pero en Zacatecas la película corre más rápido: 2027 está a la vuelta de la esquina, y Morena no quiere que el apellido Monreal acapare otra vez la boleta. El riesgo es que, en el afán de blindar, terminen dinamitando lo poco que queda de confianza. Porque el desgaste no se mide solo en encuestas, sino en calles vacías por miedo, en familias enteras que emigran, en un gobierno local que ha hecho del silencio su estrategia.
Luisa María Alcalde vino a decir que Morena está fuerte, organizado y listo. Los hechos, sin embargo, muestran otra cosa: un partido que cuida más las formas que el fondo, que tapa grietas con discursos y que vende como virtud lo que en realidad es retroceso.
Al final, la pregunta queda flotando: sí, hay mucho Saúl para adelante, pero… ¿hay Zacatecas para atrás?
Sobre la Firma
Periodista especializada en política y seguridad ciudadana.
claudia.valdesdiaz@gmail.com
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