CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
En Zacatecas, la política comienza a oler a relevo. Y no es un suspiro de esperanza lo que se respira en las calles: es un grito ahogado, un rugido de alivio.
La salida del todavía inquilino de La Casa de los Perros —ese gobernador que se empeñó en demostrar que siempre se puede caer más bajo— ha encendido la mecha de la expectativa.
El pueblo, cansado de la violencia, de la improvisación y de la soberbia envuelta en ignorancia, aguarda con ansias el fin de un sexenio que será recordado como la más triste de las estaciones.
El adiós de David abre paso a las preguntas inevitables: ¿y ahora quién? ¿Quién puede, con credenciales reales, enderezar este barco que navega entre la zozobra y el naufragio? No versa sobre ocurrencias ni voluntarismos; como bien dijo el legislador federal Ulises Mejía Haro: “No se trata de autodestaparse ni de ambiciones personales. Gobernar Zacatecas exige preparación, honestidad y carácter. No es quién quiere, sino quien puede y debe asumir esta gran responsabilidad de servirle al pueblo de Zacatecas”.
Pero la política, como la vida, no admite vacíos. Y ante el derrumbe de la figura del gobernador, emergen nombres que empiezan a ocupar el escenario de la sucesión. Ulises Mejía Haro, Arturo Nahle García y Saúl Monreal Ávila aparecen como cartas con experiencia, trayectoria y, sobre todo, algo que hoy la ciudadanía reclama con urgencia: credibilidad.
Ulises Mejía: juventud con oficio
Ulises Mejía, exalcalde de Zacatecas y hoy legislador federal, habla con una seguridad que se confunde con certeza: “Llegado el momento, haré pública mi decisión de defender la esperanza de la gente para regresarles la grandeza de nuestro estado, trabajando arduamente como ya lo he hecho con visión, congruencia y unidad, convencidos de que sí hay de otra”.
No es la primera vez que Ulises se lanza al ruedo. Ya probó lo que significa gobernar la capital y, con sus luces y sombras, dejó testimonio de gestión. La limpieza, la cercanía con la gente y los programas sociales que implementó siguen siendo recordados. Supo tocar puertas federales y bajó recursos para obra pública, algo que a los zacatecanos no se les olvida. Tiene juventud, pero no ingenuidad; y eso, en política, marca la diferencia.
En su discurso resuena una promesa: devolver la grandeza a Zacatecas. Palabras mayores en tiempos donde la palabra “esperanza” se prostituyó en boca de quienes la usaron como slogan y no como compromiso.
Arturo Nahle: experiencia con temple
Del otro lado, Arturo Nahle García, quien carga con otro tipo de credenciales. Abogado de formación, magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia, exprocurador, exlegislador, Nahle representa la experiencia institucional, el conocimiento profundo del engranaje legal y político.
No es un improvisado ni un político de ocasión. Ha lidiado con la bestia de la violencia desde las entrañas del sistema judicial, ha enfrentado crisis de seguridad y sabe lo que significa negociar en las altas esferas del poder. Su discurso, menos emotivo que el de Ulises, es más de temple y de certezas jurídicas. No se vende como mesías, se muestra como alguien que sabe dónde poner el dedo en la llaga.
Para muchos, Nahle es el contrapeso que Zacatecas necesita: firmeza, legalidad, una visión pragmática para tiempos donde el romanticismo político no basta.
Saúl Monreal: del territorio al Senado
Y ahí aparece también Saúl Monreal Ávila, el fresnillense que ha aprendido a remar contracorriente. Desde la alcaldía de Fresnillo mostró capacidad de gestión y cercanía con la gente, y en el Senado ha dado voz a Zacatecas con propuestas concretas y defensa firme de la transformación. Su fortaleza radica en haber pisado tierra, en no hablar desde el escritorio sino desde las calles y los municipios recorridos. Lo conocen por nombre y apellido, pero sobre todo por resultados: ni improvisado ni ambicioso vulgar, como él mismo suele decir, sino un político que ha hecho del trabajo y de la palabra su carta de presentación.
Hoy la gente lo sabe y lo dice en voz baja y alta: David se va, y con él debe irse la época del desgobierno. La comparación con su antecesor, Alejandro Tello, que parecía imposible, ahora resulta un mal chiste: hasta “el de la sonrisa” parece estadista frente al desastre que deja la nueva gobernanza.
Por eso, cuando Ulises habla de “sí hay de otra”, encuentra eco. Y cuando Nahle levanta la voz para recordar que Zacatecas no puede darse el lujo de más experimentos fallidos, también. Y cuando Saúl insiste en que su carta de presentación son los resultados y no las promesas, la gente recuerda que ya lo ha visto gobernar y cumplir.
Tres estilos, tres trayectorias, tres perfiles distintos, pero una misma urgencia: rescatar a Zacatecas del sótano al que lo condenó la soberbia de un apellido.
La hora de definirse
La elección está a la vuelta de la esquina. Y si algo se ha aprendido en estas décadas es que la política zacatecana castiga la simulación y premia —aunque tarde— la constancia.
Ulises, Nahle y Saúl llegan a esta coyuntura con un punto en común: ninguno tiene que pedir prestado currículum ni improvisar discurso.
Al final, el relevo no será cuestión de capricho ni de linaje. El pueblo, que ya probó el sabor amargo de las falsas promesas, exigirá resultados. Zacatecas no aguanta otro sexenio perdido.
Porque sí, como dicen en la calle, David se va. Y eso, por sí solo, ya es motivo de celebración. Pero la verdadera fiesta será cuando el relevo traiga no sólo un cambio de rostro, sino un cambio de rumbo. Y ahí, Ulises Mejía, Arturo Nahle y Saúl Monreal, cada uno desde su esquina, ya están en la línea de salida.
Sobre la Firma
Periodista especializada en política y seguridad ciudadana.
claudia.valdesdiaz@gmail.com
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