CUAUHTÉMOC CALDERÓN
Zacatecas vive una paradoja. Mientras el discurso político sigue empantanado entre la polarización, el oportunismo y la falta de visión, los indicadores de seguridad han comenzado a mostrar una mejora significativa. Aunque cuesta decirlo en voz alta —por respeto a las víctimas y por el desgaste que llevamos a cuestas como sociedad—, es justo reconocer que algo está cambiando. Y no precisamente gracias a los políticos, sino a pesar de ellos.
En medio del caos institucional que representa la falta de coordinación entre el gobernador y varios presidentes municipales —que no logran articular ni la mínima relación funcional—, los equipos de seguridad están dando una lección silenciosa. Sin reflectores, sin protagonismos, sin simulaciones. Con método, colaboración y profesionalismo, han comenzado a revertir algunos de los peores indicadores que nos colocaban como uno de los estados más violentos del país.
Los homicidios dolosos han disminuido. También las extorsiones, los secuestros y otros delitos de alto impacto. Las cifras están ahí, disponibles para quien no viva en el dogma del todo está mal o el todo está resuelto. Pero, como en todo proceso complejo, los avances conviven con los sobresaltos. El ataque ocurrido recientemente en la carretera a Sombrerete lo confirma: un solo hecho puede alterar la percepción, encender las alarmas y recordarnos que la paz todavía no es un derecho garantizado.
Por eso, el reto es mantener la tendencia positiva, además de tener la capacidad institucional y comunicativa para responder con inteligencia, rapidez y empatía. Hoy más que nunca, Zacatecas necesita una estrategia de comunicación que brinde certeza a sus dos motores económicos principales: la minería y el turismo. Los inversionistas no se guían por discursos, sino por señales claras de estabilidad. Los turistas no leen estadísticas, sino titulares. La percepción, en estos sectores, es tan importante como la realidad.
Y ahí, otra vez, fallan quienes deberían dar la cara. Porque mientras los responsables de la seguridad están en campo, los gobernantes siguen atrapados en sus guerras pequeñas: nombramientos mal hechos, egos mal gestionados, decisiones unilaterales, protagonismos inútiles, desplantes infantiles. No hay visión metropolitana, ni estrategia de estado. Hay parcelas de poder convertidas en trincheras de orgullo. Enanos acompañados de otros más enanos, más limitados. Entre regar una planta y echar agua a las banquetas, se les va la auto promoción sin entender que eso es parte de cientos de acciones que son su obligación. No nos hacen el favor.
Zacatecas necesita más funcionarios que aprendan de sus fuerzas de seguridad -quienes son un equipo que se mantiene a pesar de los cambios en los gobiernos-. Que hagan equipo, que respeten la técnica, que se coordinen sin importar siglas, egos ni cálculos personales. Porque cuando los políticos fracasan, lo que está en juego no es su prestigio, sino la vida de miles.
Hoy, la seguridad da señales de esperanza. Ojalá algún día la política también.
El fuego sigue ardiendo.
Nos leemos el próximo lunes.
Sobre la Firma
Voz que articula política, identidad y visión ciudadana.
cuau75@yahoo.com
BIO completa