miércoles, julio 16, 2025
spot_img
HomeOpiniónRafael Candelas SalinasEl Dedo en la Llaga | La Negación Como Espejo de un...

El Dedo en la Llaga | La Negación Como Espejo de un Racismo Creciente

RAFAEL CANDELAS SALINAS

Rafael Edward Cruz, mejor conocido como Ted, es senador por Texas y miembro del Partido Republicano. Nació en Canadá, hijo de inmigrantes cubanos exiliados y, sin embargo, ha construido su carrera política bajo un nombre anglosajón, negando sus raíces. No se llama Ted. Se llama Rafael. Pero en lugar de portar ese nombre con orgullo, decidió ocultarlo. ¿Por qué? La respuesta es incómoda, pero clara: en el entorno político que habita, llamarse Rafael suena poco “republicano”. Suena extranjero. Suena latino. Suena a “brown name”.

Lo verdaderamente alarmante es que esta no es una historia aislada. Es un fenómeno mucho más extendido de lo que quisiéramos admitir. Se repite en garitas fronterizas, en consulados, en centros de detención, en oficinas de migración. Quienes más maltratan al migrante son, muchas veces, descendientes de migrantes. Hijos o nietos de quienes alguna vez cruzaron la misma frontera que ahora desprecian. No sé si se trate de una actitud revanchista, de un trauma heredado, de un resentimiento no resuelto, o simplemente de vergüenza por sus orígenes. Pero la consecuencia es clara, en vez de tender la mano, castigan; en vez de recordar, niegan.

El caso de Rafael Cruz alias Ted, no es más que la punta del iceberg. El racismo, la discriminación y la hipocresía no son patrimonio exclusivo de un partido ni de un país, se están volviendo un patrón de conducta aceptado y hasta promovido desde las élites, desde los medios, desde las oficinas de gobierno. Pero lo más grave es cuando ese patrón empieza a replicarse en los mismos sectores que deberían ser sus principales víctimas.

Hace unos días, en la Ciudad de México, se convocó a una marcha “contra la gentrificación”. Lo que comenzó como una protesta legítima contra el encarecimiento de zonas populares y la exclusión social que ello conlleva, degeneró rápidamente en una manifestación xenófoba y violenta. Se dice -y no lo dudo- que en la marcha hubo infiltrados, personas que nada tienen que ver con la legítima demanda y que solo aparecen (normalmente encapuchados) en esta y otras marchas con el fin de generar caos, de provocar. Lo cual hicieron con lujo de violencia, no contra las estructuras económicas que generan desigualdad, sino contra comercios y hasta personas extranjeras que caminaban por la calle. Hubo gritos de “mátenlos” dirigidos a quienes simplemente tenían apariencia de extranjeros. Se vandalizaron negocios, se insultó a comensales, se invocó una supuesta “lucha de clases” mientras se destruían cafeterías o tiendas, muchas de ellas propiedad de mexicanos, pero con nombres extranjeros.

Lo que vemos y criticamos en Estados Unidos con las redadas contra migrantes, lo estamos empezando a ver en México, desde el otro lado del espejo. Somos candil de la calle y oscuridad de la casa. Vemos la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio.

Y si hablamos de incongruencias, no podemos dejar fuera la frontera sur de México. Mientras exigimos respeto y trato digno para nuestros paisanos en Texas o California, permitimos —o más bien toleramos con indiferencia— que en en la frontera sur de México se maltrate, persiga y detenga arbitrariamente a migrantes centroamericanos o caribeños. Se criminaliza la pobreza. Se encierra a niños. Se extorsiona y prostituye a niñas y mujeres. Se les niega agua, comida o incluso el derecho a seguir su camino. Lo mismo que nosotros denunciamos cuando sucede al norte del Río Bravo.

Por eso el llamado no es sólo a Rafael Cruz, alias Ted, y a quienes como él niegan su origen, su historia y sus raíces. El llamado es para todos, ciudadanos, gobiernos, autoridades locales y federales, medios de comunicación, activistas y opositores. Necesitamos recuperar la congruencia. Necesitamos recordar que ningún ser humano es ilegal. Que todos venimos de algún lado. Que más allá de las líneas fronterizas, de los pasaportes, de los acentos, de las apariencias, somos seres humanos y por tanto merecemos respeto.

Porque cuando un hombre como Rafael Cruz se oculta detrás de un nombre que no le pertenece para agradar a un electorado que desprecia sus raíces, no solo se traiciona a sí mismo, traiciona también la memoria de sus padres y el sacrificio de millones de migrantes.

Y cuando nosotros, en México, reproducimos esa misma discriminación hacia los extranjeros, hacia los que “no se parecen a nosotros”, lo único que estamos haciendo es sacar “el pequeño trumpismo que todos llevamos dentro”, perpetuar el mismo odio que juramos combatir.

Negar el origen, avergonzarse del pasado, discriminar por nacionalidad o por pobreza no nos hace más fuertes, nos hace más cobardes.

Lo que necesitamos no son más muros, ni físicos ni mentales.
Lo que necesitamos es más dignidad, más memoria y más humanidad.

Porque si no entendemos eso, lo que está en juego no es una elección, ni una política migratoria.
Lo que está en juego… es nuestra propia civilización.

Nos leemos el próximo miércoles con más de El Dedo en la Llaga.

Artículos Relacionados

Últimas Noticias