RAFAEL CANDELAS SALINAS
Cada 15 de septiembre, millones de mexicanos nos reunimos frente a palacios municipales, plazas públicas o frente a la televisión, para escuchar el eco del Grito de Independencia. Ese Grito, que debería ser solemne, un recordatorio del valor de Hidalgo, Allende, Josefa Ortiz, Morelos y tantos otros que nos dieron patria, hoy ha sido transformado en un espectáculo de ocurrencias políticas.
Ya no se escuchan con fuerza los “¡Viva México!” o los “¡Vivan los héroes que nos dieron patria!”. Ahora lo que resuena son vivas improvisados: “¡Vivan las mujeres!”, “¡Viva la equidad!”, “¡Viva la Cuarta Transformación!”. Y no es que esas consignas carezcan de valor, pero lo indignante es que se usen en una ceremonia que pertenece a la nación entera y no al gobierno en turno.
El Grito era un momento de unidad nacional, de orgullo colectivo, de recordar que, a pesar de las diferencias, compartimos un origen común y un proyecto de país. Hoy se convierte en un acto partidista, reducido a frases vacías, alejadas de la historia y cargadas de propaganda.
Para colmo, algunas arengas han terminado convertidas en anécdotas de sobremesa, ceremonias del Grito de Independencia en las que no faltan los deslices, desde alcaldes como el de Ciudad Madero, Tamaulipas, que gritó ‘Viva Josefa María Morelos y Pavón’, hasta otros como el de Escárcega, Campeche, que, confundido, gritó ‘Viva Josefa Ortiz de Pinedo’ o el de Ixtaltepec, Oaxaca, que eufórico gritó ‘Viva Miguel Allende’, pasando por el gobernador de Puebla que aprovechando los nuevos tiempos y la diversidad sexual en lugar proclamar a Leona Vicario gritó ‘Viva Leonario Vicario’. Y qué decir del edil de Bahía de Banderas, Nayarit, que afirmó que Morelos fue quien dio el Grito de Independencia, cuando todos sabemos que fue Hidalgo. Estos errores —aunque provocan risas o rechiflas— también reflejan lo poco que les importa la precisión histórica a quienes usan el Grito como “show”, basta recordar a aquel que en su nerviosismo gritó “¡Viva la Selección Mexicana!”, o aquel que, entre el fervor y las copas, se le salió un “¡Viva mi suegra!”. Estos deslices, lejos de arrancar orgullo patrio, solo evidencian lo trivial en que se ha convertido una ceremonia que debería ser solemne y llena de patriotismo.
Afortunadamente, el pueblo bueno y sabio presente en las ceremonias del grito también se ha encargado de calificar. Ya sea respondiendo con un rotundo ¡Viva! o con sonora rechifla, la gente aprueba o reprueba no solo las ocurrencias del momento, sino incluso la gestión completa del gobernante en turno. Esa es quizá la última rendija de autenticidad que le queda al acto.
Pero también hay que reconocer que antes la gente acudía al Grito para vivirlo, para sentir a México, para emocionarse con la historia. Hoy, en su mayoría, quienes van lo hacen por el baile posterior, obligando a los gobiernos a echar mano de artistas y conciertos para llenar las plazas. Lo único que quizá se mantiene intacto es el espectáculo de los fuegos pirotécnicos, que siguen arrancando miradas al cielo, aunque cada vez menos al corazón.
Mientras los héroes de la independencia ofrendaron su vida por la libertad, nuestros gobernantes usan la ceremonia para vender un relato que poco tiene que ver con justicia, libertad, democracia o soberanía. ¿En qué momento dejamos de gritar por Hidalgo para empezar a gritar por proyectos políticos que mañana se extinguirán?
El grito que alguna vez unió a un pueblo hoy divide, porque se nos ha robado la esencia de sentirnos orgullosos de México, no de un gobierno. Y eso, en tiempos donde la patria necesita más unidad que nunca, es un error que pesa.
El Grito no es de los políticos. El Grito es nuestro. Y nos lo han robado.
Nos leemos el próximo miércoles con más del Dedo en la Llaga.
Sobre la Firma
Jurista, exlegislador y columnista sin concesiones.
rafaelcandelas77@hotmail.com
BIO completa