jueves, julio 10, 2025
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El Callejón de los 58| Luto en la carretera 45

AURELIO GAITÁN

La tragedia volvió a recorrer el asfalto zacatecano. Ocho habitantes del municipio de Pánuco murieron la noche del lunes en la carretera federal 45, en el tramo Sombrerete-Fresnillo, al impactarse de frente una camioneta Urban contra un tráiler. El golpe fue brutal. No hubo margen de maniobra. Ni tiempo. Ni suerte.

Las víctimas regresaban de un viaje a Mazatlán. Querían volver a casa. Casa de Cerros y la cabecera municipal ahora lloran juntas, unidas por el luto que declaró el alcalde Juan Rodríguez Valdez. No se trata de una cifra fría: son nombres, historias, familias desgarradas. El dolor es tangible, porque los muertos eran conocidos, vecinos, compañeros, sangre del pueblo.

El tráiler involucrado —un Foton blanco con placas de Jalisco— se dirigía a Durango. La Urban quedó destrozada, fuera del camino, y la vía completamente cerrada. La escena del siniestro se sitúa cerca de la comunidad de San Antonio, donde el pavimento ha sido testigo de múltiples desgracias. Pero esta vez, la magnitud fue insoportable.

El alcalde de Sombrerete, Ramiro Honojoza Aguayo, confirmó los hechos a la medianoche. Lo hicieron también desde el Gobierno del Estado. El protocolo fue el habitual: presencia de corporaciones, diligencias de rutina, palabras de consuelo. Pero nada de eso borra la certeza de la pérdida. Entre los fallecidos está Orlando Flores, un joven originario de Wichita, Kansas. Su historia con Nuvia, rota. Dos niños, Lupita y Santiago, sobrevivieron. Siguen hospitalizados.

No se ha informado aún la causa del accidente, aunque en Zacatecas esa pregunta es casi retórica: negligencia, falta de supervisión, exceso de velocidad, abandono federal. Las carreteras federales son, muchas veces, corredores de muerte.

Pánuco está de luto, pero también debería estarlo el Estado. Porque cada tragedia como esta revela el rostro oculto de la desatención: caminos sin mantenimiento, ausencia de controles a transportistas, nula presencia de la Guardia Nacional en los tramos más peligrosos. Todo eso mata, aunque no deje huellas de frenado.

Hoy, los rezos son lo único que acompaña a los deudos. Pero el meollo del asunto no es el luto declarado. Es la fragilidad del sistema que permite que ocho personas salgan de vacaciones y no regresen. Y eso, con todo respeto, no debería normalizarse nunca.

Patrimonio que une y educa

El Taller de Patrimonio Cultural en Tlaltenango demostró el poder de la participación ciudadana. Vecinos, expertos y autoridades dialogaron sobre la riqueza histórica y arquitectónica del municipio. No fue un acto protocolario: fue un ejercicio de reflexión colectiva.

Los especialistas destacaron un dato clave: conservar el patrimonio no es nostalgia, es identidad. Sin ella, las comunidades pierden raíces y futuro. La discusión reveló un problema: el desconocimiento generalizado sobre los bienes culturales locales.

El taller logró algo vital: vincular teoría con acción. No basta con admirar lo heredado; hay que protegerlo y difundirlo. La crítica es clara: sin políticas públicas continuas, estos esfuerzos quedan en anécdotas.

Tlaltenango tiene historia. Que este sea el primer paso para convertirla en legado vivo. La participación ciudadana debe ser el cimiento, no el techo.

Preservar la memoria histórica

La Coordinación de Archivo Administrativo e Histórico de Río Grande se reunió con Diana Monserrat Castillo, directora de la Escuela Estatal de Conservación y Restauración “Refugio Reyes”. El objetivo: fortalecer la colaboración en servicio social, prácticas profesionales y capacitaciones para la preservación del patrimonio documental y arquitectónico.

Martha García Ceballos, titular de la Coordinación, destacó la urgencia de profesionalizar estos esfuerzos. No se trata solo de buenas intenciones, sino de acciones concretas. La degradación de archivos y monumentos es un problema que exige expertise técnico y recursos humanos capacitados.

La alianza es un paso necesario, pero insuficiente. Zacatecas, con su riqueza histórica, requiere políticas públicas sostenidas y presupuestos claros. Sin ellos, incluso los mejores proyectos quedan en promesas. La crítica no es al esfuerzo, sino a la falta de continuidad que suele caracterizar estas iniciativas. La memoria no se conserva con reuniones, sino con compromisos permanentes.

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