martes, julio 15, 2025
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El Callejón de los 58 | Campamento de guerra en Zacatecas

AURELIO GAITÁN

En Genaro Codina, el hallazgo es de alto calibre: diez carpas equipadas con cocina, dormitorios, baños, sistema de agua, planta solar, grupos electrógenos, víveres, centro de monitoreo, cuatrimotos destruidas y vehículos desvalijados. No es un campamento de excursionistas. Es un enclave criminal. Y nadie lo vio venir.

El comunicado de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana no ahorra detalles, pero sí explicaciones. ¿Cómo se instaló semejante infraestructura sin que alguna autoridad se percatara? No se monta un centro logístico de guerra en silencio, a escondidas, sin complicidades o ceguera institucional.

Las fuerzas federales —Guardia Nacional, Ejército Mexicano y Policía Estatal— lo localizaron, lo desmantelaron y también destruyeron un plantío de marihuana de 800 metros cuadrados. Pero no hubo detenidos, lo cual grita lo que el boletín calla: los narcos huyeron antes. ¿Quién los alertó?

En paralelo, en Valparaíso, se desató otra escena de violencia. Un grupo armado emboscó a la Guardia Nacional mientras patrullaban la comunidad de Romerillo del Sur. Un efectivo resultó herido; un agresor fue abatido. El resto se esfumó entre los montes. El operativo, reforzado por el Ejército y corporaciones estatales, sigue sin resultados definitivos.

Zacatecas sangra, y la geografía rural sigue siendo campo de batalla. No es casual que este estado figure en una lista negra de operativos federales junto con entidades como Sinaloa, Tamaulipas, Sonora y Guerrero. La guerra es nacional, pero aquí los balazos suenan más cerca.

El Gabinete de Seguridad federal presume decomisos, detenciones y cateos en 18 estados. Pero mientras los gobiernos suman cifras, los cárteles suman territorio. Y los zacatecanos, cada vez más solos, siguen atrapados entre silencios oficiales y el estruendo de las armas.

En esta guerra sin fin, la noticia no es el enfrentamiento. La noticia es que el enemigo duerme en carpas con baños, come caliente y vigila el terreno con centros de monitoreo. Aquí no hay improvisación, hay logística, recursos y tiempo. Eso no lo permite el azar.

Y mientras tanto, el Estado sigue operando como si combatiera fantasmas.

Capacitan a policías sin base

Se anunció con bombo y platillo el inicio de una “capacitación de formación inicial” para nuevos elementos policiacos en la región norte. El curso, a cargo del Instituto de Formación Profesional del Estado de Sinaloa —no de Zacatecas—, es promovido por la Dirección Pública del Gobierno Estatal, como si la legitimidad se pudiera alquilar.

El titular de Seguridad Pública de Río Grande, José Alonso Fernández Martínez, precisó que la formación durará tres meses. En ese lapso, los aspirantes aprenderán lo fundamental: servicio policial y derechos humanos. Pero el meollo está en lo que no se dice: ¿quién los reclutó?, ¿cuáles son los filtros?, ¿con qué recursos operarán?

El discurso oficial presume estrategia y fortalecimiento. La realidad apunta a simulación. Capacitar policías sin garantizar condiciones laborales dignas ni depuración previa, es sembrar semillas en tierra yerma. Zacatecas necesita más que talleres exprés: requiere una reconstrucción institucional que no se alcanza con manuales prestados ni discursos reciclados.

En la región norte, el crimen no espera. Y mientras los gobiernos improvisan, la población sigue atrapada entre la inseguridad y la propaganda.

Atolinga: Salud en Riesgo

Atolinga perdió su certificación como Municipio Saludable tras la pandemia. La alcaldesa Teresita Arteaga admite que recuperarla exige resolver problemas estructurales: distribución de agua, prevención de adicciones, enfermedades crónicas y salud mental.

La desidia ciudadana es otro obstáculo. Las ferias de salud, clave para prevención, tienen baja asistencia. Arteaga urge participación, pues ahí se promueven deporte y cultura como herramientas de bienestar.

El plan de acción involucra al ayuntamiento, el Centro de Salud y la Jurisdicción Sanitaria de Tlaltenango. Se creó un Comité de Salud con todos los sectores para definir estrategias.

El agua es el reto mayor. Atolinga depende de manantiales, vulnerables ante sequías. Los pozos fracasan por la meseta rocosa. La solución requiere un diagnóstico técnico: renovar la red hidráulica u optimizar su flujo.

Un avance: la Telesecundaria Diego Rivera, en El Durazno, obtuvo su placa de salud tras mejorar sanitarios, agua y aulas. Ejemplo mínimo, pero esperanzador. Sin embargo, el municipio sigue lejos de ser un modelo. La salud pública no puede esperar.

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