viernes, octubre 24, 2025
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Apuntes para la sucesión del ejecutivo en Zacatecas (I)

JUAN JOSÉ MONTIEL RICO

La transición a la democracia de final de siglo no solo modificó el reparto de fuerzas en el tablero electoral mexicano, también transformó los códigos de la sucesión política. En Zacatecas, este cambio se hizo patente a partir de 1998, cuando por primera vez el “dedazo” perdió su carácter sagrado y los procesos electorales dejaron de ser pura formalidad. Lo que ocurrió entonces fue más que un simple cambio de partido, ya que se instaló una nueva lógica democrática cuya mayor virtud es, como diría Adam Przeworski, la incertidumbre organizada.

La democracia gana cuando nadie puede anticipar con certeza quién ganará la elección, y cuando la decisión de quién gobierna pasa del escritorio del presidente o del gobernador en turno, a las urnas. Desde entonces, el poder que tenían presidentes de la república y gobernadores, para designar a sus sucesores, se diluyó, desplazado por nuevas dinámicas que bien pueden ser democráticas —como encuestas abiertas, tómbolas o procesos internos legítimos— o bien cupulares, como negociaciones entre grupos y liderazgos al interior de los partidos políticos. Aun así, esa pérdida de control directo sobre la sucesión es en sí misma un avance democrático.

Zacatecas ha vivido cinco sucesiones estatales desde entonces, y cada una revela algo sobre esta transformación:

1998. Ricardo Monreal, excluido por el PRI, ganó la gubernatura bajo el PRD, venciendo al candidato oficial. Fue la primera gran alternancia: el gobernador saliente no solo perdió el poder, perdió también la posibilidad de imponer a su delfín.

2004. Monreal, ahora como gobernador, intentó promover a su Secretario de Gobierno como sucesor, pero el PRD —un partido con vida interna activa y poco control vertical— lo frenó. La candidatura recayó en Amalia García, quien ganó, pero no como continuidad del gobierno, sino como expresión propia de una corriente interna que resistió la tentación del gobernador de elegir al sucesor.

2010. Amalia logró imponer a su candidato, pero con esto generó fisuras internas que nunca terminaron de cerrarse. La ruptura no solo debilitó al PRD, sino que dejó un espacio que Miguel Alonso, excolaborador de Ricardo Monreal y ahora bajo las siglas del PRI, supo aprovechar para ganar la elección. En este caso, la intervención excesiva de la gobernadora en la sucesión terminó jugando en su contra.

2016. Miguel Alonso logró lo que ninguno de sus antecesores, que su candidato Alejandro Tello fuera postulado por su partido y además ganara. El PRI, con mayor disciplina interna que partidos como el PRD, logró articular una candidatura sin fracturas internas ni fugas visibles. Aún así, fue una anomalía dentro de una tendencia general de incertidumbre sucesoria.

2021. Tello concluyó su gestión sin posibilidad de incidir en la sucesión. Morena, con David Monreal como figura dominante, ganó en medio de una ola nacional favorable. La alianza opositora (PRI-PAN-PRD) fue derrotada y el PRI perdió el gobierno. En esta elección, ni el exgobernador priísta ni su partido pudieron hacer algo por retener el poder.

¿Qué pistas nos ofrecen estas historias? Que en Zacatecas, como en buena parte del país, la capacidad del gobernador para decidir a su sucesor es cada vez menor. Que los partidos cuentan: el PRI, con una estructura más vertical, ha tenido más éxito en la transmisión del poder, pero solo una vez; mientras que el PRD y ahora Morena, albergando múltiples corrientes y expresiones, viven contiendas internas más competidas. Que los contextos importan: el desempeño del gobierno saliente, el momento nacional, y la unidad (o fractura) interna, pueden ser más decisivos que la voluntad del titular del Ejecutivo.

Y que, sobre todo, cuando un gobernador se empecina en imponer a su sucesor sin leer adecuadamente los tiempos, puede provocar fracturas que abran la puerta a la derrota, propia y de su partido, como sucedió en 2010.

Con la mirada puesta en 2027, no hay señales de que este patrón vaya a cambiar. En un entorno complejo para la administración actual y donde el juego nacional se mueve con fuerzas propias, la decisión de la sucesión estará menos en manos del gobernador en turno y más en manos de los partidos, los procesos y, ojalá, del “respetable”.

Zacatecas sigue siendo terreno fértil para la incertidumbre democrática. Y eso, en estos tiempos, más que un defecto es una buena noticia.

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Estratega político entre gobiernos, campañas y narrativas.
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