JUAN DEL REAL
La marcha del pasado sábado es un llamada a la clase política y todo un país. La generación Z se ha convertido en el espejo de la realidad mexicana. Son jóvenes que crecieron rodeados de tecnología, pero también de violencia; que dominan herramientas globales, pero enfrentan escenarios locales cada vez más limitantes. Hoy, sus preocupaciones ya no pueden minimizarse: la inseguridad y la falta de oportunidades han moldeado sus vidas de manera profunda, y la reciente marcha realizada en México es prueba de que su paciencia llegó al límite.
Para esta generación, la inseguridad no es un concepto abstracto: es vivir con miedo al transporte, al horario de salida, a caminar por su propio barrio. Es ajustar sus actividades cotidianas a un contexto que les exige precauciones extremas. Muchos han visto a sus amigos o familiares ser víctimas de delitos; otros simplemente se han resignado a la incertidumbre diaria. Esta normalización del miedo está dejando una huella emocional y social que el país no debería aceptar como destino.
A ello se suma la falta de oportunidades reales. A pesar de ser una de las generaciones más preparadas y conectadas, se enfrentan a salarios que no alcanzan, a empleos precarios y a un sistema que les ofrece más obstáculos que posibilidades. Las expectativas de movilidad social se han reducido, y la idea de un futuro prometedor se vuelve cada vez más difusa.
La Generación Z salió a las calles para exigir un país que les permita vivir sin miedo y avanzar sin pretextos gubernamentales. Su mensaje es claro: México necesita reformas profundas, decisiones valientes y un liderazgo que los escuche de verdad.
Si algo demuestra esta generación es que ya no está dispuesta a permanecer en silencio. Su voz es, hoy más que nunca, un llamado urgente para construir un mejor futuro.
Sobre la Firma
Jurista, académico y dirigente de Movimiento Ciudadano.
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