Zacatecas, Zac.- La Basílica Catedral de Zacatecas fue escenario de una convocatoria urgente. El obispo Sigifredo Noriega Barceló, durante la homilía dominical, solicitó un examen de conciencia a sus fieles para renovar la vida pastoral y social. El prelado argumentó que la fe exige un cambio vital que debe ir más allá del simple rito o la costumbre establecida.
El acto de mirar al interior permite a los creyentes confrontar sus errores y reconocer las fallas personales. Noriega Barceló explicó que esta introspección facilita el perdón y la reconciliación, tanto con Dios como con el prójimo. Insiste el prelado en que la creencia debe trascender la costumbre para convertirse en una llamada imperativa a la transformación. Las acciones de los feligreses, afirmó, deben encarnar los principios de amor, justicia y misericordia proclamados en el Evangelio. Subrayó el obispo que esta conversión es un proceso diario, no un evento aislado en el calendario litúrgico.
La invitación a la práctica se extiende a familias, jóvenes y adultos en sus respectivos entornos. El propósito es identificar aquello que obstruye el progreso espiritual y comunitario. Esta renovación exige gestos concretos, manifestándose en reconciliaciones que permanezcan pendientes, en actos de solidaridad que hayan sido olvidados o en la superación de actitudes de indiferencia. La Diócesis impulsa una renovación activa en sus dimensiones pastoral, comunitaria y social, siendo la exhortación del obispo un eje central de esta estrategia.
La homilía incorporó una reflexión sobre la función de los templos a lo largo de la historia cristiana. Recordó Noriega Barceló que, en los primeros siglos, los fieles se congregaban en casas, cuevas o al aire libre, sin estructuras físicas. Hoy, santuarios, catedrales y basílicas en Occidente son consideradas huellas exquisitas que expresan fe, identidad y misión, como lo fue la Basílica de Letrán, erigida en el año 324, al finalizar las persecuciones.
La palabra central es el retorno al sentido original del templo, cuyo eje es la figura de Jesucristo, y a los “templos vivos” constituidos por los propios cristianos. El texto evangélico invita a recuperar la función primordial del espacio físico: ser casa de oración y lugar de encuentro para los hijos de Dios. Noriega Barceló advirtió un riesgo: los templos no deben ser concebidos como “un mercado donde se compra y se vende la salvación con los servicios ofrecidos y pedidos”. La necesidad de templos materiales existe, pero es mayor la de templos vivos, presentes en las calles, colinas y montes de la geografía.
El Obispo de Zacatecas, con su llamado, traslada la responsabilidad de edificar una iglesia y una sociedad justas desde el púlpito hasta la conciencia y las manos cotidianas de cada creyente.
LNY | Redacción

