CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
Hay funcionarios que heredan oficinas; y hay otros, los menos, que heredan ruinas. Jorge Miranda Castro recibió una Secretaría de Economía desmantelada, con expedientes polvosos, promesas rotas y la confianza pública hecha pedazos. Rodrigo Castañeda Miranda, su antecesor, dejó el terreno baldío. Donde debía haber estrategia, había propaganda. Donde debía haber industria, había pereza.
A Miranda Castro le tocó, pues, no inaugurar, sino reconstruir. Y no desde el discurso oficialista, sino desde la urgencia de un estado que —tras años de desencanto— necesita más hechos que boletines. Porque una economía no se levanta con “esperanza”, sino con trabajo, crédito y certezas.
Su comparecencia ante el Congreso fue menos un acto político que un balance de sobrevivencia. En un año adverso, con una industria automotriz en picada y un entorno financiero incierto, Zacatecas logró dos meses consecutivos de recuperación en el empleo formal.
Parece poco, pero no lo es. En tiempos donde la economía nacional apenas respira, revertir la pérdida de empleos es casi un acto de resistencia.
El secretario no habló de milagros, sino de acciones: siete ferias del empleo, más de cien jornadas de reclutamiento, casi cinco mil 800 zacatecanos colocados en empleos formales. Detrás de cada cifra, una historia que dejó de depender de la suerte. Mujeres, adultos mayores, personas con discapacidad. Los rostros que pocas veces figuran en los informes, pero que esta vez sostienen la estadística.
Hay que decirlo sin ambages: Miranda no es parte del grupo fundador de la fallida nueva gobernanza. Llegó después, cuando el polvo del fracaso ya cubría los escritorios. Y quizá por eso su discurso suena distinto. No promete mundos, los construye en pequeños actos: una microempresa que levanta la cortina, un crédito que evita el cierre de un taller, una artesana que vende su obra más allá de las fronteras.
Con “Tu Primer Negocio” y los programas de equipamiento productivo, se apoyó a 79 nuevos negocios y se acompañó a más de mil emprendedores. La cifra puede parecer menor, pero en un contexto de crisis, representa algo más profundo: la apuesta por la dignidad del trabajo frente a la dependencia del subsidio.
Y si algo distingue su gestión es el intento por vincular la economía con la identidad local. El convenio con Aura Minerals, por ejemplo, permitió canalizar recursos hacia 35 proveedores zacatecanos, con una derrama de 182 millones de pesos. No son inversiones fugaces: son semillas para fortalecer la proveeduría local, ese eslabón olvidado que podría transformar la minería extractiva en economía productiva.
También habló de conectividad, un tema que suele parecer abstracto, pero que en Zacatecas puede cambiarlo todo. 184 torres celulares, 860 kilómetros de fibra óptica, más de 200 puntos de Internet gratuito. En comunidades donde la señal era un milagro, hoy un estudiante puede tomar clase o un artesano vender su obra. No es glamur tecnológico, es inclusión.
Otro logro poco visible, pero sustancial, fue la recuperación legal de nueve hectáreas del Parque Industrial Osiris, símbolo de la parálisis heredada. Hoy, con 15 nuevas inversiones en puerta por más de 284 millones de dólares, la confianza parece volver. En economía, la confianza vale más que cualquier decreto.
No se trata de endulzar o de aplaudir. Miranda enfrenta límites reales: presupuestos cortos, burocracia lenta, resistencias internas. Pero a diferencia de otros, entendió que gobernar es hacer, no aparentar. Mientras unos presumen discursos, él empuja trámites con inversionistas, rescata parques industriales, impulsa ferias para emprendedores.
En su comparecencia, lo dijo con sobriedad: “Los retos son grandes, pero seguimos trabajando todos los días para consolidar un Zacatecas competitivo”. No fue una frase de manual, sino una promesa de quien sabe que el éxito de un secretario de Economía se mide no en aplausos, sino en empleos.
Quizá la historia lo recordará como un funcionario que, en medio del derrumbe, optó por reconstruir sin ruido. Como esos ingenieros que trabajan de noche, con luz mínima, mientras el resto duerme. Porque de eso se trata el desarrollo: de sostener el país desde abajo, sin reflectores, sin milagros, sin consignas.
En Zacatecas, donde tantos han usado el poder para dividir, Jorge Miranda parece buscar otra cosa: unir esfuerzos, sumar voluntades, hacer de la economía una herramienta para la esperanza real. Y eso, en los tiempos que corren, ya es mucho decir.
Porque en este estado, levantar la economía no es sólo cuestión de números. Es, ante todo, un acto de fe en su gente.
Sobre la Firma
Periodista especializada en política y seguridad ciudadana.
claudia.valdesdiaz@gmail.com
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