viernes, septiembre 19, 2025
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La Casa de los Perros | Los muertos que nadie quiere cargar

CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ

El hallazgo de seis cadáveres entre los límites de Zacatecas y Jalisco abrió una grieta más en la ya maltrecha credibilidad del gobierno del todavía inquilino de La Casa de los Perros. Envuelto en bolsas, maniatados y con huellas de tortura, los cuerpos aparecieron primero en Pinos, Zacatecas, y después en Ojuelos, Jalisco. Los gobiernos se reparten culpas como si fueran fichas de dominó. Y en medio, las familias de las víctimas, a quienes nadie responde.

El gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, fue claro: “Se encontraron en Zacatecas y luego los pasaron para acá”. Dijo más: alguien quiere mover la estadística delictiva para alterar los números oficiales. El señalamiento es grave. Y aún más grave es que se parezca tanto a la realidad.

Desde Zacatecas, el secretario general de Gobierno, Rodrigo Reyes Mugüerza, salió al paso. Con tono altanero, repitió que “el león piensa que todos son de su condición” y que en territorio zacatecano lo único hallado aquel domingo fueron bolsas de basura. La defensa raya en lo grotesco: ¿bolsas de basura que dos días después se convierten en cadáveres? ¿Quién puede creerle ya al gobierno de Zacatecas?

El problema no es solo la violencia. El problema es la mentira como estrategia. La Mesa Estatal de Construcción de Paz negó lo que las imágenes difundidas en redes ya habían mostrado: cuerpos tirados en Pinos. El gobierno niega primero, y cuando la realidad lo desmiente, acusa de complot, de manipulación, de “traslados sospechosos”. Pero la gente ya no come cuentos. La confianza, esa moneda de curso forzoso en la política, se ha evaporado.

Reyes Mugüerza insiste en que “el pueblo de Zacatecas cada vez se siente más seguro”. ¿En qué Zacatecas vive el secretario? Porque en el Zacatecas real, donde aparecen cuerpos en carreteras, la seguridad es un espejismo. Lo cierto es que cuando un gobierno tiene que repetir a gritos que “la gente se siente más segura”, lo único que confirma es su divorcio con la realidad.

Lo de menos es a qué estado le cargan los seis homicidios en las gráficas oficiales. Lo de fondo es que la frontera entre Zacatecas y Jalisco se ha vuelto un corredor de muerte donde los cárteles deciden y las autoridades se echan la culpa. Hoy son seis, ayer fueron dos, mañana serán más. Mientras tanto, el espectáculo político se centra en disputarse cadáveres como si fueran trofeos.

Pero cada cuerpo tiene una historia, una familia que espera justicia. Y ahí es donde la narrativa del gobierno de Zacatecas se derrumba. Porque las víctimas no son “estadísticas que se mueven de un estado a otro”. Son la prueba viva —o más bien, muerta— de un gobierno sin control, que niega primero y se contradice después.

La disputa Zacatecas–Jalisco solo confirma una verdad amarga: al gobierno de David Monreal ya nadie le cree. Ni en su propio estado ni fuera de él. La credibilidad, una vez rota, no se recompone. Y aquí ya no se trata de propaganda ni de boletines: se trata de cuerpos que aparecen y desaparecen según convenga a las cifras.

“Alguien se trató de pasar de listo”, dijo el gobernador de Jalisco. La frase es un retrato perfecto de lo que pasa en Zacatecas: un gobierno que cree que puede engañar siempre, aunque los muertos sigan gritando desde el silencio de la carretera.

Porque en esta tierra ya no es el pueblo el que se siente más seguro. Es el crimen.

La piedra en el zapato

Saúl Monreal Ávila ha caminado siempre contracorriente. No es santo de devociones, pero si algo ha quedado claro en su trayectoria es que cada paso lo ha dado con una piedra en el zapato. Y esa piedra, invariablemente, lleva el mismo nombre: David Monreal.

Hoy, David ostenta el cargo de gobernador, el peor que ha tenido Zacatecas en su historia reciente, y eso ya es mucho decir. Difícil que alguien supere sus yerros: sus declaraciones ignorantes, su manera de gobernar con el hígado y no con la cabeza, su actitud ensimismada que ha hundido al estado en su peor estado. Envuelto en una burbuja que lo aísla del dolor real de la gente, así comenzó y, con toda seguridad, así terminará este sexenio que madres buscadoras, mujeres, alcaldes, diputados y hasta sus propios funcionarios han sufrido en carne viva.

En este escenario, la línea trazada desde Palacio Nacional por Claudia Sheinbaum —esa advertencia contra el nepotismo que más que consigna parece sentencia dirigida a “los Monreal”, “los Salgado” y “los Gallardo”— le juega a Saúl una mala pasada. Cargar con un apellido hoy aborrecido en Zacatecas.

Y, por si fuera poco, Saúl sabe, quizá mejor que nadie, que no es el candidato de su hermano. David y la secta, esa que no dirige, pero a la cual pertenece como comodín, tiene otras preferencias.

A unos días de rendir su informe legislativo en el Centro Platero, donde se espera que Saúl muestre músculo político, los obstáculos se multiplican. Con contrato en mano para espectaculares, la instrucción desde un obscuro rincón de La Casa de los Perros fue clara: para Saúl no.

Los anuncios serán para Carlos Puente Salas, el diputado verde cuya fama radica más en acomodarse en cargos que en traer beneficios a Zacatecas intentará hacerse presente en una tierra donde pocos lo conocen y menos lo quieren.

Así, Saúl llega a su informe rodeado de zancadillas. Otra vez, los platos rotos los pagará él. Pero también será el momento de demostrar que no es igual a sus hermanos, con los que comparte apellido y una historia de desencuentros.

Ya se sabe: el que con lobos anda, a aullar se enseña. Saúl tendrá que decidir si quiere seguir siendo eco de esa jauría o si, por fin, canta con voz propia.

Sobre la Firma

Periodista especializada en política y seguridad ciudadana.
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