Antonio Aguilar, un zacatecano mundialmente reconocido, en Los Ángeles

RAÚL SILVA TORRES

Esta semana, la histórica Olvera Street del centro de Los Ángeles fue nombrada como una de las cinco “Mejores Calles” del país por la Asociación Estadounidense de Planificación.

Es una de las calles más antiguas de la urbe californiana, y por sus características arquitectónicas excepcionales, accesibilidad, funcionalidad y participación comunitaria se le dio el nombramiento.

Los Ángeles es la segunda ciudad más grande de esa nación, y ahí mismo, en las inmediaciones de la calle Olvera, se encuentra una figura ecuestre de uno de los zacatecanos más reconocidos a nivel mundial: Antonio Aguilar.

 
Las aportaciones musicales del ídolo fueron muchas, pero sus logros como inmigrante también, por lo que las autoridades municipales de Los Ángeles le rindieron un homenaje póstumo en 2012.

Antonio Aguilar emigró a la ciudad de Los Ángeles a principios de la década de 1940 en busca de empleo, durmió muchas noches en una banca de la Placita Olvera, donde ahora se erige su estatua.

La efigie de bronce, creada por el arquitecto Dan Medina, pesa alrededor de mil 135 kilogramos y tiene una altura de 13 pies, misma que fue montada sobre una base de cantera traída desde Zacatecas, su tierra natal.

Antonio Aguilar tiene otra figura en su honor, develada un par de meses después, en el Lienzo Charro de Zacatecas, creada por Javier Díaz Riva Palacio con un peso de una tonelada y costó 1.5 millones que invirtió el gobierno del estado.

La placita Olvera se repleta de turistas y paseantes para disfrutar de la cultura mexicana, y por su puesto fotografiarse en la estatua del “Charro de México”. Los restaurantes, cafeterías y tiendas de artesanías mexicanas llaman la atención.

Su quiosco y sus flores de buganvilia color magenta fucsia por los andadores nos hacen recordar nuestra tierra. La primera vez que estuve ahí me sentí como en México, y la nostalgia me golpeó, más aún cuando vi la estatua de Antonio Aguilar.

Esos momentos no se comparan con el panorama que vive la figura ecuestre del músico en Zacatecas, donde nadie la visita, lejos del jolgorio y en el abandono.

Solamente se le visita cuando es tiempo de la Feria Nacional de Zacatecas (Fenaza) y en algunos eventos que se realizan en el lienzo charro.

Con tantas aportaciones al estado, bien se podría haber ubicado esa figura en una glorieta, parque o plazuela para que los turistas y los zacatecanos puedan disfrutarla. Pero optaron por colocarla en una calle poco transitada y escondida.

No ha sido tomada en cuenta ni para incluirla en los recorridos de las rutas turísticas que ofrecen las agencias de la ciudad. Estoy seguro que muy poca gente conoce de su existencia.

Con una extraordinaria carrera artística plagada de múltiples reconocimientos internacionales, el concejo municipal angelino declaró el 16 de septiembre como el Día de Antonio Aguilar en Los Ángeles.

En Zacatecas, la actual administración de gobierno no se quiso quedar atrás y decidió crear el Festival del Corrido Antonio Aguilar, en el que se realizan actividades académicas, presentaciones de libros, ciclo de cine, y eventos artísticos y culturales.

Pero la ciudad angelina una vez más superó a la zacatecana. Le otorgó en el 2000 su propia estrella en el Paseo de la Fama en Hollywood, ubicado en las calles Boulevard y Vine Street.

Tiene la fortuna de estar entre los artistas mundiales del cine, televisión, radio, música y teatro. En su calidad de latino está entre el privilegiado 3.5% de hispanos que tienen una estrella, de las más de tres mil que existen en las aceras de Hollywood.

La estrella se encuentra frente al edificio Live Nation, en el número 7060 del bulevar Hollywood, junto a la estrella de otro icono de la música mexicana, su hijo, Pepe Aguilar.

En Zacatecas nos conformamos en tener un modesto museo de apenas dos salas donde se exhiben sus discos, artículos personales, fotografías, una biblioteca y algunos de sus reconocimientos.

Por cierto, el gobierno zacatecano ha iniciado un programa dominical para atraer visitantes a los museos bajo el lema “Los domingos son GRATIS para los zacatecanos.

En esa estrategia de acercar la cultura a la ciudadanía se incluyen museos como el Manuel Felguerez, Pedro Coronel, Francisco Goitia, Zacatecano, Toma de Zacatecas, entre otros, pero no el de Antonio Aguilar.

En fin, que nos extraña si siempre pasa lo mismo, mucho amor y reconocimiento de palabras y no de hechos.

Lo más irónico es que en Villanueva, lugar donde nació el cantante, no exista una calle con su nombre, un monumento o algo que se le parezca. Tampoco en la ciudad de Zacatecas. Lástima.

Lo más importante que tiene Antonio Aguilar, más allá de los reconocimientos, es el cariño de su gente, pues a pesar del tiempo y su muerte, todavía se le recuerda con su música y sus películas.

Y es que el artista de Tayahua le dio fama internacional a Zacatecas mediante sus películas, ya que sus paisajes fueron escenarios infaltables de sus películas.

Mis papás dicen que cuando la familia Aguilar visitaba mi pueblo, Tabasco, Zacatecas, se armaba un escándalo y algarabía con su presencia. Una de mis tías cuenta que en una de esas veces de grabación de una película, la contrataron para cuidar a Toño y Pepe Aguilar cuando eran pequeños.

Posteriormente, cuando yo tenía como unos 10 años Don Antonio y Flor Silvestre se paseaban por la plaza del pueblo y todo mundo los saludaba, pedía autógrafos y se fotografiaban con él como toda celebridad, que sí lo era verdaderamente sin perder el piso, la humildad siempre lo caracterizó.

Recuerdo que se hospedaban en el hotel El Chique, a un costado de la gasolinera en el acceso norte del pueblo, frente a la casa de mis abuelos. Desde donde veíamos salir y entrar a Don Antonio, Flor Silvestre y sus hijos.

Durante muchos años, El Charro de México y su familia visitaban Tabasco, ya sea para el ocio o para filmar algunas películas como Los Alegres Aguilar, en 1967; Mi caballo el cantador, en 1979, y El ánima de Sayula, en 1982, entre otras.

En esos filmes se observan las casonas viejas, las calles empedradas, la vieja plaza del pueblo, el parean y el templo de Nuestra Señora de la Asunción, entre otros espacios públicos.

Antonio Aguilar murió en 2007, a los 88 años; grabó más de cien discos y actuó en 167 películas en la época del Cine de Oro de México, incluso en Hollywood, con Los Indestructibles, en 1969, al lado de John Wayne.

Antonio Aguilar no se cansó de demostrar su amor a Zacatecas, de enaltecer sus tradiciones y costumbres, de demostrar que su gente es hospitalaria, trabajadora y de calidad. Menos mal que si en su tierra no se le reconoce como debiera, otras tierras sí lo hacen, como ya lo hacen en Los Ángeles, California.

* Periodista independiente 

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