La frontera México-Estados Unidos; las vidas robadas

RAÚL SILVA 

Qué difícil ha de ser vivir con la incertidumbre de buscar y no encontrar rastros de vida, o muerte, de un ser querido desaparecido. No todas las familias tienen el consuelo de sepultar a sus fallecidos.

Miles familias se han dedicado por años a buscar a sus desaparecidos en su intento por cruzar la frontera entre México y Estados Unidos. El fondo cala más por la cercanía del Día de los muertos.

¿Dónde está?, es el clamor desgarrador de los padres, quienes no encuentran desahogo, y aun sobreviven de una esperanza, muy fugaz, de encontrar a sus seres queridos con vida.

A lo largo de tres mil 141 kilómetros se extiende este confín, desde el golfo de México hasta el océano pacifico. Sus paisajes son tan desoladores y peligros que puede considerársele como una zona de guerra, un cementerio de almas pérdidas, una ruta de la muerte.

Y es que no solo es el calor extremo, la sed, el hambre, el ahogamiento, la hipotermia y el cansancio agotador, los que terminan con la vida de los indocumentados mexicanos y centroamericanos. A estos se le suma la violencia, el narcotráfico y las prácticas deficientes de la patrulla fronteriza.

Los gobiernos mexicano y estadounidense han reconocido el problema, pero no han actuado en consecuencia, muestra de ello es que desde mediados de los 90 a la fecha, han muerto al menos tres mil 800 personas en esa frontera.

La frontera norte mexicana y el mar mediterráneo tienen algo en común, son los dos puntos más peligros para los migrantes. Mientras en la primera han muerto caso cuatro mil personas, en la segunda tan solo este año, han fallecido dos mil 400 migrantes.

¿Funciona o no, Frontera Sur?

Mucha marrullería; que si las relaciones bilaterales, que si el Tratado de Libre Comercio, que si la cooperación binacional, que si la iniciativa Mérida. Mucho ruido y pocas nueces para un tema que es de vital importancia, los gobiernos centran sus debates en la economía y la seguridad nacional.

Lo cierto es que el costo humano de las políticas fronterizas es muy alto para los migrantes indocumentados, su vida. Y ahora, es absurdo pensar que con el programa Frontera sur se pretenda contener la migración centroamericana.

Nuevamente el gobierno mexicano se convierte en títere del estadounidense, pues este último financió dicho programa con 60 mil millones de pesos. Los resultados han sido por demás adversos.

La travesía de los migrantes, en México, puede considerarse un infierno, pues están a la merced de bandas delincuenciales que los asaltan, golpean, violan las mujeres, y hasta los utilizan como “mulas” para transportar drogas.

Los migrantes de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, han dejado de utilizar el tren “La bestia” para transportarse por temor a ser deportados o despojados, ahora recurren a cruzar caminos peligros.

Yo no me imagino tripular en el lomo de un tren, recorrer a pie las vías y caminos inhóspitos, pasar hambre y sed; quienes lo hacen son verdaderos valerosos. Soy afortunado por subir a un camión, carro o avión y pasar la frontera sin ningún contratiempo por tener un “estatus” legal en Estados Unidos.

 Que lamentable que entre 2001 y 2012, se registraran más de dos mil decesos en la zona limítrofe mexicana y estadounidense, de ellos más de 36% no han sido identificados, según un reporte del Centro de Ciencia Forense, situado en Pima, Arizona.

Mientras escribía este texto, recordaba aquellas imágenes impactantes del sufrimiento que padecen los indocumentados y que se retrata fielmente en los filmes Sin Nombre y La Jaula de Oro.

La cruda realidad es hiriente, aun así parece importarle poco a los gobernantes el destino de aquellos que abandonan familia, hogar y su tierra para ir a Estados Unidos en búsqueda de una mejor vida.

Por más fuerte que se intente ser, es imposible permanecer inmune al dolor ajeno, a los sueños truncados de los indocumentados, a la desesperanza de las familias que desean encontrar a los que perdieron en la frontera. Vivos o muertos.

“Missing Migrants”

Ni México, ni Centroamérica podrán abandonar su estatus de pobreza, marginación y violencia, mientras no se extermine la corrupción, se cierre la brecha entre pobres y ricos. De igual forma, tampoco terminará la migración.

Las cifras oficiales son unas, pero las que tienen algunas organizaciones humanitarias pro migrantes son desoladoras, pues estiman el fallecimiento de más de seis mil inmigrantes, ya que cada año mueren entre 180 y 280 personas en su intento de cruzar la frontera.

El Centro de Derechos Humanos Colibrí trabaja el proyecto “Missing Migrants” (Inmigrantes Desaparecidos) y posee una base de datos con información de más de dos mil inmigrantes desaparecidos en la frontera de California, Arizona, Nuevo México y Texas.

En el Condado de Pima existen más de 700 reportes de cuerpos o restos que no han sido identificados en la última década.

Gracias a la participación de algunas organizaciones se ha logrado salvar vidas, pues envía a diario voluntarios para prever 50 estaciones de agua distribuidas en la frontera, donde las temperaturas sobrepasan los 40 grados centígrados en el desierto.

Decenas de organizaciones humanitarias como No más Muertes, Fronteras Compasivas, Colibrí, Fronteras Humanitarias, entre otras, han trabajado para crear su propio base de datos de desaparecidos y fallecidos en la frontera.

De la mano de instituciones de gobierno desarrollan un sistema de localización geográfica y mapeo para facilitar la tarea de identificación de restos con ayuda de las familias que están buscando a sus desaparecidos.

Tamaulipas es punto crítico del borde fronterizo, al ser territorio de grupos del crimen organizado, y escenario de los peores episodios de abuso de migrantes. Recordemos los dos actos de 300 inmigrantes masacrados. Y el último episodio, el rescate de 40 indocumentados secuestrados en Reynosa y Nuevo Laredo.

Las fosas comunes de los NN

Algunos son devorados por animales de carroña, otros son sepultados. Los cuerpos de los indocumentados terminan en la desolación.

En la localidad de Falfurrias, Texas, se descubrieron algunas tumbas, descritas como fosas comunes, al interior del cementerio Sagrado Corazón, donde se han encontrado más de 200 cuerpos de indocumentados.

Como si fuesen peor que animales, dicho de paso que en ese país se ama a los gatos y perros, los migrantes fueron enterrados en bolsas de basura o sin ningún tipo de envoltorio.

Coincido con las palabras del periodista estadounidense, John Carlos Frey, «la gente que ha sido enterrada en esas fosas no son considerados seres humanos. Son inmigrantes que no hablan inglés y que no tienen papeles para residir legalmente en el país, así que a muchos en Estados Unidos no les importa lo que les pueda suceder».

En Holtville, California, se encuentra un cementerio destinado para la sepultura de migrantes. En él hay más de 650 tumbas de presuntos indocumentados muertos al intentar llegar a Estados Unidos, y no han sido identificados. 

Las tumbas llevan un número y la leyenda John Done y Jane Done, como se denomina en ingles a los NN o no identificados. Pero este panteón no está tapizado de pasto, sino de pura tierra, como si fuera de segunda categoría.

En el panteón municipal de Arriaga, Chiapas se encuentra una fosa común donde se han enterrado cadáveres no identificados de centroamericanos.

El sueño americano se convirtió en pesadilla mexicana para las madres de migrantes centroamericanos desaparecidos, que desde 2006 buscan a sus hijos perdidos en México, en su trayecto a Estados Unidos.

Es increíble la doble moral que se maneja en México, nos quejamos por la segregación racial que recibimos en Estados Unidos, pero si nos sentimos con derecho de desdeñar a los centroamericanos.

Periodista Independiente

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