Zacatecas: 10 años de podredumbre

RAÚL SILVA

De lo que un día fue, hoy nada queda. Hace una década podíamos presumir que Zacatecas era uno de los estados más seguros del país; fuimos envidia de muchos, ahora un lamento.

En diez años se terminó lo más valioso que teníamos los zacatecanos: la seguridad. La paz y la tranquilidad no se respira más en esta tierra del “Trabajo todo lo vence”.

Entre 2011 y 2016 en la entidad se dispararon las tasas de asesinatos, delitos con arma de fuego y crímenes de la delincuencia organizada, ubicándolo entre los siete estados más inseguros del país de acuerdo a la última edición del Índice de Paz en México (IPM).

Gobernantes van, gobernantes bienes, le dos tres niveles de gobierno, unos simulan, otros se van por la tangente; pero en realidad nadie hace el intento “efectivo” de recobrar la paz social.

En diciembre de 2007 se registró la primera balacera en el estado, que alertó lo la zozobra que se venía. Fue mi primera experiencia en nota roja, y hacerlo me despertó una sensación de incertidumbre y nerviosismo.

Era una noticia inusual en Zacatecas porque englobaba el infierno que padecían las ciudades fronterizas y otros puntos conflictivos del país.

Policías estatales trasladaban a tres plagiarios a la capital desde Tlaltenango; en Jerez el convoy policial fue emboscado por un comando armados para liberar a los delincuentes. Esa tarde murieron seis policías ministeriales y un agente de tránsito.

Aunque este fue el inicio, dos años posteriores Zacatecas conoció el verdadero “infierno”. En febrero del 2011 la inseguridad se recrudeció, se registraron diversos narcobloqueos y enfrentamientos entre bandas criminales rivales.

La zona metropolitana Zacatecas-Guadalupe se volvió caótica en un instante. Vehículos atravesados e incendiados en los principales bulevares y avenidas, así como persecuciones y balaceras en otros puntos, que crearon terror a su paso.

Esa noche la ciudad parecía un pueblo fantasma. Al salir de la redacción del periódico Página 24, en el que laboraba, sentía un miedo inusual; tenía la sensación de estar en un campo minado, en una zona de guerra.

Al mes siguiente, se vulneró el centro de la capital, el que se consideraba el más seguro de Zacatecas. Un comandante y una agente de la Policía Ministerial fueron asesinados por sujetos a bordo de varios vehículos en el bulevar López Portillo.

De ahí pal’ real lo demás es historia bien conocida. El cambio social de la entidad fue radical, incluso para los reporteros que a golpe tendido nos acostumbramos a escribir como lo hacían en la frontera.

De pronto en el argot periodístico cambió y comenzamos a utilizar en demasía frecuencia palabras como cartel, drogas, armas, enfrentamientos, sicarios, muertos, ultimados o crimen.

La oleada de violencia trajo consigo para los zacatecanos, desde un punto colectivo, sentimientos poco explorados como el miedo, pánico, terror, indefensión y vulnerabilidad.

Perder ese status de estado seguro duele y no por presunción, sino por los daños colaterales donde han muertos inocentes, derivado de la guerra al narcotráfico que inició Felipe Calderón en 2006.

México ha sido catalogado por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos como el segundo país más violento del mundo, después de Siria, al registrar más de 23 mil muertos en 2016.

En un principio las autoridades estatales de procuración de justicia recalcaban que los muertos de esta guerra eran parte de la mafia, años después señalaba que los jóvenes se han vinculado al trasiego de drogas, pero ahora este mal ha alcanzado a los menores de edad.

La realidad es que las corporaciones de seguridad pública han permitido y solapado que los depredadores acaben con el futuro de Zacatecas, que se coman su inocencia, que devoren sus entrañas.

A finales de mayo un niño de cinco años murió en una balacera en la colonia Francisco E. García de la capital, asesinaron a un joven de 23 años que ofrecía sus servicios como Uber, y así la lista interminable. Con estos antecedentes, cualquiera puede ser la siguiente víctima.

Las autoridades de gobierno estatal viven en su mundo de cristal, empecinados en seguir esa moda, tan cínica, de ofrecer programas desechables de combate y prevención del delito, que de plano no tiene éxito.

Ellos centran sus soluciones en destinar de miles de millones de pesos al rubro de seguridad pública, pero cuando ven su incapacidad se escudan e miles de pretextos: que si no hay policías suficientes, que si las patrullas están deterioradas que si el armamento no es el óptimo.

¿Sería posible que nos regresarán esa tranquilidad que caracterizaba a Zacatecas?, ya no queremos vivir 10 años más de infierno…

La realidad no es esperanzadora. Enero de este año ha sido el mes más violento en la historia de Zacatecas, con una cifra de 75 homicidios. De acuerdo a la Secretaría de Seguridad Pública y la Procuraduría de Justicia (PGJE) del 1 de enero al 7 de abril se contabilizaron 173 ejecuciones.

2017 es también el año más violento del sexenio de Enrique Peña Nieto, ya que de enero a marzo se registraron los indices más altos de homicidios dolosos con una cifra superior a los 20 mil muertos.

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