Jerez… Miel y veneno a la vez

RICARDO EVODIO CABRAL VERA

Yo que solo cante…


Regularmente me resisto a dar mi opinión sobre la para mi muy respetable y admirada fiesta de los toros, porque me parece que requiere de conocimientos casi al nivel de especialidad y un lenguaje tan complejo y preciso que sólo los que están dentro pueden expresarlo como corresponde.


Sin embargo, al estilo de López Velarde, “a la manera del tenor que imita la gutural modulación del bajo, para arrancar a la epopeya un gajo…”

No sé si porque esta vez que sí pagué por mi boleto me siento con derecho de exigir, o tal vez sea por mera inercia, el caso es que por mi  condición de asistente que se aproxima más al villamelonismo que a la altísima distinción de aficionado, lo ocurrido ayer me provocó indignación y cierta tristeza.


Y es que, al paso que va, la fiesta brava no necesitará de los antitaurinos para morir, serán los mismos que viven de ella y que supuestamente gustan de ella, los que terminarán por darle la puntilla.


Más allá de la pasarela


La intromisión de los políticos en la fiesta brava no es nada nuevo,  de hecho podríamos decir que es una de las circunstancias que la mantienen viva, pues hay políticos que son muy buenos aficionados.


La Feria de Jerez en este sentido, representa un caso especial, es posiblemente la única fiesta regional que –por sus fechas–, dos de cada tres años se desarrolla en el marco de una contienda electoral, ya sea federal o local, y comúnmente los candidatos hacen de la plaza su pasarela política.


Puede ser válido como un buen baño de pueblo, que se dejen ver y hasta que le inviten cervezas a todo el mundo (suena un poco indigno pero eso ya es decisión de cada quien), incluso que les brinden un toro y en contraparte arriesgarse a una rechifla y recordatorios familiares, lo que sea mientras se sostengan en su papel de aficionados.


Pero es diferente eso a rebasar las líneas del respeto y pretender acaparar el espectáculo robándose el triunfo que otros consiguen; eso no es éticamente correcto, en cualquier circunstancia de la vida, aun en la política donde robar parecer ser un modo de vida.


Mostrando el músculo


El Partido Revolucionario Institucional (PRI), con su candidato Francisco Escobedo, y el Partido Acción Nacional (PAN), con su abanderado José Manuel Viramontes, pretendieron aprovechar todas las circunstancias ya descritas en la mejor entrada de muchos años en una corrida de feria, para mostrar el músculo y emitir un mensaje triunfalista que dista mucho de la realidad; son tan cortos de vista, se hacen tontos o de plano no alcanzan ni siquiera a enterarse que los que en un momento corean un nombre, segundos después exigen cerveza al gobernador y, la mayoría, minutos después gritan a favor de su contrincante y a ellos les silban.


Es una pena que en una corrida formal, los vítores sean para los políticos y no parlos toreros, pero mientras las figuras se anden con medias tintas y menosprecien al público de las plazas chicas como la nuestra, así será y a falta de espectáculo en el ruedo, la diversión en los tendidos es alternativa para hacer valer el costo del boleto.


La vuelta al ruedo más inmerecida de la historia


Pero lo hecho por el dirigente tricolor José Marco Antonio Olvera Acevedo y secundado por su candidato Francisco Escobedo, rebasó todos los límites del respeto; como auténticos espontáneos (con la diferencia de que el toro ya estaba muerto) se lanzaron a la arena y con toda desvergüenza dieron la más inmerecida vuelta al ruedo de la que tenga memoria, desde que siendo niño trabajaba en la renta de cojines en la plaza La Nueva Reforma, y al terminar la chamba me ponía a ver las corridas.


Me trae a la memoria a un Carlos Rondero en la Plaza México, cuando un aventado se lanzó al ruedo porque  el tamaulipeco no le podía a un buen toro y, para sorpresa de todos, le dio la muleta al improvisado como diciéndole toma, triunfa tú, y según las crónicaséste no desaprovechó su momento de gloria y cuajó una tanda de naturales, antes de ser trasladado a la delegación, pues en todas las plazas, los espontáneos están prohibidos y el juez debe mandarlos arrestar.


Así se vio el rejoneador Emiliano Gamero al casi exigir que otros disfrutaran de la oreja que el público le obsequió; en el caso de Rondero, vino una sanción y el hecho fue prácticamente el fin de su carrera, lo de Jerez… aquí no pasa nada.


El celo profesional


Debe ser preocupante para un torero perder eso que llaman celo profesional tan arraigado en esta profesión; se han visto imágenes por la televisión en la que los matadores se la piensan para sacar al tercio a un banderillero que coloca un extraordinario par. Es menos común que salga upicadortras la colocación de una puya,  e incluso al monosabio que con un inesperado quite salva una vida. A veces puede más el temor de que alguno de ellos les pueda ganar las palmas. 


El celo profesional va más allá; para nadie es desconocido que muchas figuras mandonas determinan las corridas a modo, con la ganadería que mejor se acomodan, alternantes de bajo perfil, de ahí que pensar en que alguno de ellos que se la juega en la plaza, pueda dar un día la vuelta al ruedo, es bastante remoto; los matadores podrán, si acaso, compartir su triunfo con un ganadero, por el mérito de la buena crianza de sus bureles, rara vez lo hacen también con algún empresario, pero de un político, nos pareció realmente novedoso, rayando en lo absurdo y totalmente antitaurino.


Un lugar para cada cosa


Ciertamente, la fiesta brava no puede desligarse de lo político, pero ya es tiempo de marcar límites, líneas de respeto; los empresarios lo saben y pudiendo prevenirlo no hacen nada por impedirlo, ante el temor que lepueda afectar intereses futuros.


Cuando Uriel Moreno El Zapata se dirigió a los medios para brindar al público la muerte de su primer enemigo, nos dio gusto pensar que no se prestaría al juego, pero faltando a su característica seriedad, hizo un segundo brindis del mismo toro y evidentemente fue a un candidato, lo que nos confirma que también los toreros contribuyen a la prostitución de la fiesta, de otra manera no me explico la insistencia de Gamero para que los priístas dieran la vuelta al ruedo con él.

La actitud de “todo se puede” no es lo más recomendable cuando se aspira a conseguir la voluntad ciudadana para ocupar un cargo, creo que cada quien puede hacer lo que mejor le parezca mientras no trasgreda la líneas de respeto; hay un lugar para cada cosa y en este caso, los aficionados van a la plaza a ver toros y toreros, no a aplaudir una bueyada.


Un empleado más de la empresa


Y qué decir del juez, su silencio como autoridad solo ratifica que es un empleado más de la empresa.


Muy lejos quedó este personaje de su exigente postura en las novilladas de carnaval, cuando reloj en mano presionaba con toques de clarín hasta en dos ocasiones dentro de un lapso menor al que permitió este domingo para que las figuras se quitaran de enfrente a sus enemigos, mediante el descabello, sin que hubiera al menos un esbozo de primer aviso.


Ya lo comentábamos en su momento, se ensañan con los muchachillos y su hambre de ser alguien en la fiesta, solo para que vean que hay autoridad, pero a la hora de la hora, les tiembla la mano.

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