El divorcio de AMLO

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX *

La creación de una vieja pero nueva fuerza política de izquierda, denominada Morena, fue el argumento que empleó López Obrador en un zócalo raquítico de simpatizantes, donde el entusiasmo no fue el elemento sustantivo

No vuelve a pedir permiso AMLO al partido que alguna vez presidiera, el que lo hizo candidato a gobernador en dos ocasiones –derrotado por el grupo Madrazo-. Jefe de gobierno con el apoyo de Rosario Robles y Cuauhtémoc Cárdenas, y dos veces candidato a Presidente de la República, una con el soporte del hijo el General y otra sin su respaldo, pero numéricamente, perdió ambas presidenciales.

Morena era un esqueleto que existía desde hace algunos años, que iba a ser el cuerpo para sustentar la contienda del 2012. No pudo rellenarse ni de aguayón, ni de pulpa o de T-bone. Siguió siendo el mismo zombie en la contienda presidencial, y más bien estorbó, porque acudían a conformarla los “sin líderes”, los apestados, los expulsados de otras organizaciones, creyendo que se trataba de un pasaporte al poder.

Hoy, Andrés Manuel, en la soledad de las traiciones, toma una decisión: achicarse, “jibarizarse”, crear un proyecto modesto pero con certidumbre.  En el corto plazo parece lo deseable.  Sin embargo, en el largo plazo todos –también él- estaremos muertos.  Quién sabe si empieza tarde, o si encontrará un atajo para la formación de su partido, como pueda ser el Movimiento Ciudadano que dirige el ex convicto Dante Delgado, en que no estará exento de traiciones y que puede amamantar un cachorro que se le muera en la crianza, o que se convierta en doberman y no reconozca a su dueño.

Acto desesperado el del ex candidato a presidente del Movimiento Ciudadano.  Fueron muchas las traiciones. Fueron muchas las fotos de septiembre para acá, con los líderes de los partidos, que no son más que judas en busca de denarios que les permitan sobrevivir en la arena política. Las frases fueron contundentes: “somos institucionales, respetaremos el veredicto del tribunal electoral, seremos una oposición responsable (domesticada)”. La intolerancia de López Obrador no dio para más: en las fotos se veía color gris acero. La saliva de sus labios se observaba como la espuma de un mar pletórico de enjundia y de agravios. Su mirada ya no era la de Benito Juárez –al infinito- sino la de una madrastra que veía  a sus hijastros con rencor.

Muy mala partida la que constituyó su estrategia en esta contienda. Jugó a perder sabiendo que podía ganar. Los intelectuales de siempre se le colgaron del hombro.  Algunos empresarios que querían dinero nuevo, le ofrecieron las perlas de la virgen. El Partido del Trabajo –como hermanas de la Caridad- Convergencia jugándosela al todo por el todo –hasta la elección-. Los más sinceros fueron los del PRD, pero también los más traidores.  Tenían acuerdos con el Grupo Atlacomulco desde hacía 10 años. Siempre fueron amamantados por las vacas de esos ranchos, ¿por qué ahora no iban a acordar, como lo hicieron antaño?

Los chuchos, los bejaranos, los anayas, inician este ciclo como los jeques de la política nacional, sólo comparados con los Somozas, con Fulgencio Batista, con el chivo de República Dominicana, con Idígoras y demás jauría de tiempos idos. Así, la izquierda en México se percude, se transforma en comerciante por excelencia de la vida pública nacional, enarbolando la bandera que dice en letras grandes” Democracia ya. Patria para Todos”

A Andrés Manuel habrá que reconocerle su necedad, su insistencia… su honradez no, porque como dijo Renato Leduc: “¿Quién es aquel que anda diciendo que soy honesto, honesto en la cantina La Mundial”.  Sus compañeros periodistas le dijeron rápidamente: “Todos, maestro, todos”. Respondió certero: “Con razón nunca me llega a mi casa en diciembre ni una botella de tequila”

Este hecho cambiará la historia de la izquierda en este país. El domingo 9 de septiembre, sus capos habrán estado reunidos para brindar con champagne en el restaurante Bellini, teniendo a los pies la vista de toda la ciudad, en alguna suite del Four Seasons, en la terraza del San Regis, con la Diana Cazadora a sus pies, o en cualquier otra taquería de lujo a donde sólo los muy ricos pueden acudir.

Nuestra lucha, la que iniciamos en 1987 cuando fundamos el Frente Democrático Nacional, termina el 9 de septiembre de 2012, o toma un viraje cuando menos, porque sus dirigentes –afortunadamente no todos- traicionaron el proyecto de otorgar al pueblo de México una realidad nueva para satisfacer sólo, en cambio, sus propios y mezquinos intereses.

Habrá que reinventar la Revolución Democrática. Tenemos que insistir en el bienestar de la población como prioridad, aunque nuestros líderes obesos, ricos y plutócratas ya no estén convencidos de seguir la ruta. También a ellos los derribaremos.

* Político zacatecano

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