Zacatecas, Zac.- La Carretera Federal 54 se tiñó de sangre al registrarse un choque frontal cerca del Campus Siglo XXI, donde dos hombres a bordo de un taxi perdieron la vida de forma instantánea. El brutal impacto dejó además a una mujer y a una menor de edad gravemente heridas, evidenciando la fragilidad de la seguridad vial ante la recurrencia de este tipo de tragedias en las carreteras.
Rescatistas de la Coordinación Estatal de Protección Civil acudieron para encontrar un vehículo de transporte público destrozado. Piloto y copiloto yacían sin signos vitales, víctimas directas de la colisión. El segundo vehículo involucrado, una camioneta, transportaba a personas que resultaron ilesas, un contraste que subraya la distribución aleatoria del castigo en los siniestros viales. Esta mecánica de hechos no es nueva; la carretera 54, como muchos tramos del país, opera bajo una lógica de alto riesgo que las autoridades conocen y toleran.
El despliegue de cuerpos de emergencia fue rápido, siguiendo el protocolo que se activa después de la tragedia, nunca antes. Paramédicos trasladaron a la mujer y la menor de edad a centros hospitalarios. Se trata de vidas que penden de un hilo, de víctimas colaterales cuya identidad y pronóstico vital quedan, por ahora, en el silencio institucional.
La Fiscalía de Justicia del Estado tomó el control de la escena para iniciar las pesquisas de rigor, un proceso que suele diluirse sin que se señale, con nombre y apellido, al responsable sistémico.
Dos muertos y dos heridos graves; ese es el saldo tangible. El intangible es la confirmación de que la vida en el asfalto mexicano sigue siendo una ruleta, donde la velocidad y la falta de regulación estricta configuran un patrón de muerte que el gobierno no logra, o no quiere, desmantelar.

