…iremos nuevamente a las urnas.
Otra vez al pleito,
Otra vez a las miles de promesas que no se cumplen
Otra vez, a la demagogia y al populismo,
Otra vez al derroche majadero
Otra vez a encumbrar políticos diminutos
Que, al amparo del dinero público, se ofertan
como los magos que en cinco minutos
resolverán nuestros añejos problemas estructurales.
Arturo Nahle García.
PABLO PEDROZA
“ …y les aseguro, que desde cualquier trinchera seguiré luchando, como siempre lo he hecho, por el poder; sí, por el poder servir, por el poder ayudar, por el poder resolver, por el poder construir y transformar. Ese es el poder al que debe aspirar un político de verdad, un auténtico servidor público de carrera”.
Así cerraba la intervención de su último informe como presidente del Poder Judicial, el magistrado Arturo Nahle García en el Congreso, ante David Monreal Ávila, el total de los diputados y una galería a reventar con ciudadanos de plural representación —incluyendo al señor obispo—, que aplaudían y festejaban su crítica a la administración y el marcaje de su pensamiento como hombre de amplia experiencia política y administrativa.
Remataba —él que ha servido en los tres Poderes de la Nación: Ejecutivo, Legislativo y Judicial—: “Quien va a todas, quien se postula en todas, quien eternamente se elige y se reelige, evidentemente sólo aspira al poder por el poder, incluido el económico —diría mi compadre y amigo Ricardo Monreal—, no es más que un vulgar ambicioso”.
Todo esto ante los oídos atentos de un David Monreal que la buscó desde 2010. En ese entonces, siendo candidato por el PT, declinó a favor de Miguel Alonso Reyes; Saúl Monreal, petista junto a él, lo calificó como el mejor candidato. Después, la buscó ante Alejandro Tello Cristerna y perdió.
Siguiendo la lógica de Andrés Manuel López Obrador, fue —o lo llevaron— a una tercera elección consecutiva a la gubernatura. Ganó en esa ocasión, entre otros factores, gracias al desgaste del gobierno de Alejandro Tello y el pésimo manejo de la candidatura priista por parte de Alito Moreno, con el cambio de última hora de Adolfo Bonilla por Claudia Anaya Mota.
A la tercera, David ganó. Pero desde las primeras semanas del triunfo, la gente ya se cuestionaba: ¿cómo y para qué ganó? Se mantiene hasta hoy una relación de desprecio de las mayorías hacia su persona —si vamos a creer a todas las encuestas—.
Regresemos a quien sí importa y es bien visto por tirios y troyanos: Arturo Nahle García.
Nacido en Río Grande, a los 17 años migró a la Ciudad de México —antes Departamento del Distrito Federal— para ingresar en 1978 a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México. Concluyó sus estudios a los 22 años, en 1983, y se tituló mediante examen y una tesis sobre temas de derecho agrario.
Ese mismo año se afilió al Partido Revolucionario Institucional, con una militancia de 26 años. Desde 2009 carece de afiliación partidaria, hace ya 16 años; es decir, desde el cuarto año de gobierno de Ricardo Monreal Ávila, su compadre y amigo.
A los 28 años ingresó al Departamento del Distrito Federal durante la regencia de Marcelo Ebrard, bajo Manuel Camacho Solís, ambos priistas en aquel entonces.
En 1990 se incorporó a la Secretaría de la Reforma Agraria con Víctor Cervera Pacheco. Fue ahí donde conoció a Jesús Murillo Karam, con quien le une un gran afecto.
En 1992 formó parte del equipo de Murillo Karam en el Senado. Cuando este último asumió el gobierno de Hidalgo, Arturo Nahle se integró a su administración como coordinador general Jurídico y posteriormente como jefe de despacho.
En 1998 se incorporó al gobierno de Zacatecas con la autorización expresa del presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, Mariano Palacios Alcocer, y del dirigente estatal Pedro de León Sánchez.
En 2003, siendo aún priista, fue postulado como candidato “externo” a diputado federal por el Partido de la Revolución Democrática.
En 2007 ingresó nuevamente al gobierno de la Ciudad de México con Marcelo Ebrard —Arturo, priista; Marcelo, ya perredista—.
En 2009 fue candidato a diputado federal por la coalición PRI-PVEM (claro, cómo no iba a ser así si en ese entonces la hegemonía priista garantizaba la presencia y permanencia del Verde, como hoy con Morena –cálculo político le llaman–). En esa elección, Amalia García venció contundentemente a Nahle.
Al llegar a la gubernatura en 2010, Miguel Alonso lo nombró procurador de justicia.
En 2015 fue nombrado subsecretario en el gobierno federal, dentro de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, encabezada por Murillo Karam.
En 2016 se le designó magistrado del Poder Judicial del Estado –hoy conocido coloquialmente como “del Acordeón”–. Ocupó la presidencia de ese poder desde 2020 hasta 2024.
He aquí lo más significativo de una trayectoria de 35 años en el servicio público: trabajó con actores de diferente signo e ideología sin renunciar a su personalidad y convicciones.
Él no necesita decir: “Me apellido así, pero soy Pedro”. Él es Arturo Nahle, de Río Grande, a donde se le vea.
Generacionalmente, tiene 64 años y coincide en época con Claudia Sheinbaum, de 63 años, y Alfonso Ramírez Cuellar, de 66.
Los tres han vivido, participado o atestiguado —desde sus formaciones, militancias o labores— lo ocurrido en la vida política, económica y social de México en los últimos cincuenta años: desde los efectos de la Reforma Electoral de 1977 hasta el cambio del polo de poder hegemónico y la transición democrática que lo antecedió. Ahí radican sus relaciones, su bagaje y su ventaja.
De Arturo Nahle se puede decir que es un hombre de estupendo sentido del humor, que canta y posee una amplia cultura general. Él sí estudió; no solo pasó por la facultad. Es un conocedor del derecho; además de la licenciatura, tiene dos maestrías y un doctorado.
Se puede decir que es franco y de un sarcasmo que, siendo ilustrado y fino, en ocasiones llega al límite de lo hiriente. Dice lo que su conciencia o convicción le dictan que debe decir, más allá de rangos o protocolos.
Lo que no se puede decir de él es que sea doble cara; con él sabes a qué atenerte en lo bueno, en lo malo y en lo intermedio.
Tampoco puede tachársele de improvisado, incompetente o ineficiente. Sus resultados, trayectoria y prestigio público lo avalan.
Dijo Arturo Nahle aquel 22 de enero de 2024, cuando presentó su cuarto y último informe como magistrado presidente del Poder Judicial de Zacatecas:
«Me iré con la satisfacción del deber cumplido, con 35 años ininterrumpidos en el servicio público: en el Poder Ejecutivo, en el Legislativo, en el Judicial; en el gobierno federal y en gobiernos de otras entidades. Y me retiraré de la misma forma en que llegué: limpio, sin cola que me pisen, sin nepotismo que me achaquen, con el orgullo de haber servido a mi estado».
Seguramente esa condición se mantiene ahora que anuncia dejar su retiro para dedicarse a su pasión: hacer política. Una decisión que ya ha despertado expectativa en más de uno.
Arturo Nahle concluyó su función como magistrado del Poder Judicial el pasado 14 de septiembre debido a la reforma que Andrés Manuel López Obrador promovió como reacción a las resoluciones judiciales contrarias a sus intenciones de actuar más allá de los límites constitucionales, lo cual resumió en su frase: “no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”. Con ello se evidenciaba su exceso de pretender ser un tlatoani metaconstitucional.
Andrés promovió esa reforma desde el poder, la colocó como tema de campaña estando en el gobierno y, ya fuera de él, se la encargó a su sucesora y a los representantes en las Cámaras, quienes se la concedieron como un regalo.
Finalmente, ese día de su informe, Arturo Nahle —ante el inminente proceso electoral de 2024— rememoró y exhortó a algo que sigue vigente: «Hace 200 años, nuestros antepasados fueron capaces de romper las cadenas de la esclavitud… fueron capaces de construir nuestra República, de echar a andar instituciones generadoras de estabilidad y desarrollo».
Y añadió: «En el bicentenario de Zacatecas, honremos a esa generación de gigantes, entregándole la representación del estado a nuestras mejores mujeres y hombres: a los más capaces, a los más honrados, a los más experimentados, independientemente del partido que los postule».
Exhorto que se vuelve necesario retomar ante la urgente necesidad de que llegue, ahora sí, un verdadero gobernador en la próxima elección de 2027.
No sé si Arturo lo dijo con cálculo político, pero sí sé que es de los pocos que podemos calificar como uno de los mejores.
Seguro que, si los astros se le alinean, luchará por el poder para servir.
De Salida
UNO. Tiene razón Arturo Nahle: sin una coalición bien consolidada ir a la elección del 27 será un suicidio.
DOS. La llegada del magistrado en retiro Armando Ávalos Arellano a la Coordinación Jurídica es un claro ejemplo de que el prestigio y el trabajo serio siempre se imponen.
El destituido Ángel Muñoz ya tendrá tiempo para amenazar gente a diestra y siniestra, seguir de quedabien —aunque no saque un burro de una milpa— y cuidar sus intereses en el municipio de Guadalupe.
TRES. Suena a chiste —y malo— decir que fue la representante personal del presidente. Todavía hay quienes, como no conocen a Dios, a cualquier figurilla se le hincan. De eso escribiremos más adelante.
La supuesta representante ya decayó en “senadora mediocre y corrupta”, y en los últimos días, en “mustia”. Su nombre: Verónica Díaz; su denigrador: Saúl Monreal.
No dijeron su nombre, pero para quien antes parecía su amiga, Julieta del Río, Verónica es “gente malvada que no cabe en Zacatecas”.
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Columnista con experiencia pública y mirada crítica.
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