CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
En tiempos donde la política suele recetar promesas caducadas, la entrega de medicamentos gratuitos en Jerez suena como esa rara medicina que sí alivia.
El alcalde Rodrigo Ureño Bañuelos y la presidenta honorífica del DIF, Estefana Casas González, pusieron en marcha una campaña que pone sobre la mesa 10 mil piezas de fármacos, con un valor estimado de 13 millones de pesos, gestionados gracias al apoyo de la diputada federal Julia Olguín Serna.
No es poca cosa. En un estado donde la salud pública se debate entre la carencia y la burocracia, garantizar medicinas para padecimientos que van desde la hipertensión hasta ciertos tipos de cáncer es, cuando menos, un respiro. Porque no hay nada que pese más en los bolsillos de una familia que la factura de la farmacia.
La iniciativa no se queda en la foto: hay reglas claras. Receta vigente, médico de cabecera en el Sistema, rutas para las comunidades rurales. Orden y transparencia son los antídotos contra el veneno de la simulación.
Es cierto, un refrán recuerda que “más vale prevenir que lamentar”. Y hoy Jerez parece tomarlo en serio. Si la salud es la prioridad, como dice el alcalde, esta campaña debe ser apenas la primera dosis de una política pública sostenida, y no la anécdota de un arranque. Porque la gente no necesita discursos, necesita medicamentos. Y cuando se cumplen, los hechos hablan más fuerte que cualquier eslogan.
¿Quiere la ciudadanía pruebas de que un gobierno sirve? Que las encuentre en la receta surtida, no en la promesa vacía. Ahí está la verdadera medicina contra la desconfianza.
Politizar la protesta, receta fallida
Rodrigo Reyes Mugüerza camina como candidato, habla como candidato y hasta sueña como candidato. Pero olvida un pequeño detalle: en Zacatecas, por acuerdo de Morena y sus aliados, la próxima candidatura deberá recaer en una mujer. Así que mientras unos se afanan en el reparto de apoyos tangibles —como medicinas que alivian bolsillos y dolores— otros, como Reyes, reparten culpas en entrevistas y conferencias. La diferencia es sutil, pero contundente: lo primero conecta con la gente; lo segundo, sólo revela ansiedad.
Lo dicho en radio lo retrata: acusar al PRI de estar detrás de las protestas en los Tecnológicos Superiores del estado es, más que un diagnóstico político, un desvarío de campaña adelantada. Reyes insiste en ver conspiraciones donde lo que existe es un gobierno incapaz de responder a demandas legítimas: plazas congeladas por más de una década, maestros que exigen lo que en justicia les corresponde, recursos que ya envió la Federación y que el estado no ha sabido ejercer.
Carlos Peña, dirigente del PRI, le devolvió el golpe con contundencia: calificó las palabras del secretario como “irresponsables, sin elementos y carentes de madurez política”. Le recordó que los maestros no necesitan partido alguno para salir a la calle, que son sus derechos adquiridos y pisoteados los que los obligan a protestar. Y más aún: exigió una disculpa pública porque, a su juicio, fue el propio gobierno estatal el que cavó el hoyo con sus omisiones.
No fue el único. José Olvera, voz autorizada del tricolor, remachó la crítica: el problema, dijo, no es el PRI, sino la incapacidad de un gobierno para cumplir compromisos básicos con el magisterio. Y acusó lo que salta a la vista: el uso del aparato oficial como garrote político, cuando lo que se necesita es diálogo y sensibilidad.
¿La respuesta de Reyes? Un refrito: que el PRI se disculpe por el 68, por el Fobaproa, por Aguas Blancas. El guion es tan viejo que ya no convence ni a los suyos. Como dice el refrán, “no se puede tapar el sol con un dedo”. Y Reyes, en su afán de polemista, confirma lo que todos saben: que la silla de Bucareli zacatecana le queda grande.
Mientras tanto, otros se mueven en silencio, construyendo con hechos lo que mañana será capital político. Reyes, en cambio, se desgasta en pleitos verbales que no curan ni convencen. Y esa es la gran diferencia entre la política que alivia y la que enferma.
Sobre la Firma
Periodista especializada en política y seguridad ciudadana.
claudia.valdesdiaz@gmail.com
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