martes, octubre 28, 2025
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La Casa de los Perros | El óxido del espejo

CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ

Cuando uno se detiene en la polvorienta arena política de Zacatecas, lo primero que escucha no es el clamor del pueblo abandonado, sino el chirrido metálico de la ambición. Es el sonido de los engranajes de un poder que se recicla sin pudor, un poder que ha aprendido la lección más vieja de la tiranía: el pueblo no es tonto, pero es paciente.

Esta semana, el senador Saúl Monreal Ávila irrumpió con fuerza en la escena política para denunciar los “actos anticipadísimos” y el uso “gravísimo” de recursos públicos destinados a posicionar aspiraciones personales rumbo a 2027. Su acusación va más allá de la queja: exhibe el uso de trabajadores del Estado —docentes, burócratas, funcionarios— obligados a llenar butacas fuera de horario en eventos disfrazados de informes o foros ciudadanos.

Su denuncia, en apariencia ética, se vuelve explosiva por el contexto que la envuelve: el aire denso de la sucesión familiar. No es un opositor quien acusa, sino el hermano del todavía inquilino de La Casa de los Perros, justo cuando el rumor persistente —y los datos que ya corren en los pasillos— apuntan a la senadora Verónica Díaz Robles como la “candidata del poder en funciones”.

Cuando la crítica al desvío del dinero público proviene del propio clan gobernante, ya no es una denuncia: es un acto de guerra. Un grito por la supervivencia política dentro de una familia que ha hecho del poder su feudo. Lo que Saúl llama “simulación” es, en realidad, una rebelión interna contra la imposición.

La parálisis del guardián

El primer actor que debería reaccionar ante esta denuncia es el Instituto Nacional Electoral (INE). Monreal Ávila lo emplaza con claridad: “que tome cartas en el asunto”, que frene de inmediato esos actos anticipadísimos. Pero el silencio del INE es ensordecedor. La omisión se convierte en complicidad.

En México, la impunidad es el subsidio más grande del poder. Si el árbitro electoral no detiene el uso del dinero del pueblo para fines personales, ¿de qué sirve la ley que tanto se presume? Saúl lo resumió sin adornos: “la lucha debe ser de frente, con honestidad y sin usar el dinero del pueblo.”

La falta de respuesta del INE no es simple burocracia: es la coartada perfecta para que las “cargadas” sigan avanzando bajo la sombra del presupuesto.

Y así, mientras Saúl Monreal dispara hacia el uso del erario, otros aspirantes calibran su propio fuego.

El diputado federal Ulises Mejía Haro, también de Morena, coincide en la crítica: sostiene que la decisión de 2027 debe estar en manos de la ciudadanía, no de “cargadas innecesarias”. Pero su reclamo va más allá: revela que en 13 meses no ha sido convocado por David Monreal Ávila para discutir prioridades, ni siquiera respecto al presupuesto federal de 41 mil millones de pesos. Son 13 meses de silencio institucional como una forma de castigo político.

Desde la oposición, la diputada panista Noemí Luna Ayala coincide: denuncia una “crisis de liderazgo marcada por la cerrazón” y acusa al gobierno estatal de mantener “prácticas de exclusión”, como impedir que escuelas reciban al alcalde capitalino, Miguel Varela Pinedo. Lo defiende como un “excelente alcalde” que “no se ha doblegado ante la falta de apoyo”. Para Luna, Zacatecas necesita reconciliación, no prohibiciones.

La coincidencia entre Mejía y Luna —rivales ideológicos— en señalar el aislamiento del Ejecutivo no es casualidad: es la radiografía de un poder encerrado en sí mismo.

La tinta que molesta

Mientras la clase política se lanza dardos sobre quién usa o no el dinero público, los números fríos del Presupuesto Federal 2026 revelan el verdadero drama: Zacatecas es castigado. El gasto federalizado crecerá apenas 1.2%, por debajo de la inflación; las aportaciones para salud y educación caen 5.8%, y el Fondo de Aportaciones para los Servicios de Salud se desploma 55%.

Ahí está la herida que no sangra en los discursos. Mientras los Monreal se acusan entre sí, mientras Mejía exige diálogo y Luna denuncia cerrazón, los hospitales se vacían y las escuelas sobreviven con lo mínimo.

La batalla no es por servir, sino por quién se queda con la llave del presupuesto. Cada hermano, cada grupo, cada sigla defiende su porción de poder, mientras los campesinos siguen abandonados y la gente común paga la factura de la discordia.

Saúl Monreal cerró su denuncia con una frase que merece eco: “Es más tonto quien cree que el pueblo es tonto.”

Y tiene razón. Porque el pueblo ya ve más allá del brillo del espejo oficial. Ve el óxido que lo corroe. Ve las butacas llenas a la fuerza, la impunidad del INE, el desdén del Ejecutivo y los hospitales sin medicinas.

El poder, en Zacatecas, ya no refleja el cambio: refleja su desgaste.

Sobre la Firma

Periodista especializada en política y seguridad ciudadana.
claudia.valdesdiaz@gmail.com
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