CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
Hoy, 8 de septiembre, el todavía inquilino de La Casa de los Perros rendirá su cuarto informe de gobierno. Lo hará, como siempre, a puerta cerrada, frente a los suyos, los que lo alaban, los que le aplauden, los que le dicen que todo marcha bien, aunque las cifras digan lo contrario.
Será un acto sin pueblo y sin calle, porque la realidad es que al gobernador de Zacatecas le sobran palmaditas de cortesía y le faltan voces genuinas que respalden su gestión.
En política, dicen, el aplauso comprado no paga la renta. Y lo cierto es que hoy David Monreal llega a este informe cargando con un título que nadie en su sano juicio querría: el gobernador peor evaluado del país.
Revista32 lo colocó en el último lugar, con apenas un 3.8% de aprobación. CE Research lo ubica en la penúltima posición, con un 39.8% de desempeño. FactoMétrica y Rubrum lo confirman: penúltimo sitio, con calificaciones que apenas rozan el 4.5 en una escala de 10. Y la SRC lo hunde todavía más: un 30.3% de respaldo, cifra que lo condena como el gobernador menos querido en todo México.
¿De dónde viene esta caída libre? De una suma que cualquiera entiende: mala gestión, ausencia permanente, incapacidad para conectar con la ciudadanía y un estilo de gobierno que parece más preocupado por la propaganda que por las soluciones.
En empleo, Monreal ocupa el sótano con un 34% de aprobación. En obra pública, el lugar 25 de 32. En finanzas, un triste 39%. Solo en seguridad logra su “mejor” resultado: 45%, es decir, un reprobado disfrazado de consuelo. Y todo esto en un estado que carga con más de tres mil desaparecidos, un cementerio sin nombre en cada carretera y comunidades enteras obligadas al silencio.
El gobernador ausente
David Monreal no solo es mal evaluado: es invisible. En cuatro años de gestión se ha distinguido por ausentarse de los actos públicos, enviar representantes a cada evento y guardarse de cara al pueblo. Su ausencia más notoria: ni siquiera asistió a la toma de protesta del nuevo rector de la UAZ, Ángel Román. No sorprende, porque nunca ha estado.
Cuando asumió la gubernatura dedicó su tiempo a escudarse en la falta de recursos. Mantuvo a secretarios del sexenio anterior, presentó un Plan Estatal de Desarrollo hecho al vapor por consultores y empezó a repartir mochilas, uniformes y despensas como si la política fuera feria patronal. Años en campaña, y gobernando… lo mínimo indispensable.
No hay estrategia, solo dádiva. No hay planeación, solo programas federales maquillados como propios. La narrativa de la “transformación” se quedó en discursos y spots.
La familia y el poder
El apellido Monreal sigue pesando, pero cada vez menos. David gobierna en medio de pleitos con sus hermanos Ricardo y Saúl, aunque en videos quieran fingir armonía. La verdad es que los hermanos ya no esconden las diferencias. Y no es novedad: desde hace años Ricardo le reprocha a David no saber hacer política. “Estás en la comodidad total, no te veo con ganas de ganar”, le reclamó en aquella conversación filtrada que retrató de cuerpo entero la desconfianza entre ellos.
David, expriista de vieja escuela, nunca habría llegado al poder sin la red tejida por su hermano mayor. Ricardo fue su escuela, su trampolín y, al mismo tiempo, su sombra. Lo regañó en público y en privado. Lo impulsó, pero también lo exhibió. Esa dependencia lo persigue hasta hoy.
El rechazo tampoco es nuevo. Cuando en diciembre de 2020 Morena anunció que David había ganado la encuesta interna para la candidatura, la respuesta en el auditorio no fueron aplausos sino gritos de “¡fraude, fraude!”. Su historia política está marcada por derrotas: perdió en 2010 como candidato del PT, perdió en 2016 como abanderado de Morena, y en 2021 ganó, sí, pero con un recibimiento amargo, abucheado desde el inicio por los propios morenistas.
La herencia de la nada
Zacatecas no necesitaba un gobernador perfecto. Necesitaba un líder capaz de enfrentar la crisis de seguridad, de generar empleo, de dar certidumbre a los jóvenes que huyen del estado y a las familias que cada día entierran a los suyos. En cambio, lo que obtuvo fue un mandatario que tardó seis meses en armar un gabinete gris, sin rumbo y sin fuerza, que nunca supo articular una estrategia real contra la violencia ni contra la pobreza.
Hoy, Zacatecas es tierra de desaparecidos, de carreteras tomadas por la delincuencia, de maestros engañados con promesas de federalización, de comunidades que sobreviven a punta de remesas. Y el gobernador aparece de vez en cuando en videos, hablando de transformaciones que nadie ve.
El espejo roto
Los informes de gobierno deberían ser cuentas claras frente a la ciudadanía. Aquí, en cambio, son un acto de simulación. David Monreal llega con la credibilidad rota, con la confianza perdida y con números que no se maquillan ni con la mejor agencia de encuestas.
El refrán lo dice claro: “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Y en Zacatecas, aunque los discursos digan que todo va bien, la gente sabe que no. El gobernador invisible rendirá cuentas a los suyos, pero no al pueblo que lo puso en el cargo.
Y ahí está el verdadero drama: un estado huérfano de liderazgo, atrapado en las redes de una familia que confunde la política con patrimonio.
Zacatecas está gobernado por un fantasma. Y un fantasma, por más aplausos que compre, nunca llenará el vacío de un pueblo que exige un verdadero gobernador.
Sobre la Firma
Periodista especializada en política y seguridad ciudadana.
claudia.valdesdiaz@gmail.com
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