viernes, diciembre 19, 2025
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La Casa de los Perros | Cierran filas, no el telón

CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ

Diciembre no clausura nada en Zacatecas: apenas apaga las luces para que se vea mejor quién sigue de pie. El 2025 se va dejando un escenario poblado de aspirantes cansados, ambiciones a medio vestir y estrategias que aún no encuentran su forma final. El 2027 ya asoma —no como fecha, sino como amenaza— y cada nombre llega al cierre del año con lo que pudo construir: presencia, desgaste, silencio o expectativa.

La carrera no se define por partidos esta vez. Se decide por rostros. Por nombres que pesan y otros que aún no pesan, pero podrían. En el fondo, el elector empieza a separar la sigla del candidato. Y eso, en Zacatecas, cambia el juego.

Ulises Mejía Haro termina el año como el referente inevitable. No porque sea invencible, sino porque es reconocible. En las mediciones de noviembre lidera con claridad la preferencia efectiva dentro del bloque oficialista y concentra atributos clave: conocimiento del estado, percepción de cercanía, saldos positivos en honestidad. Es, hoy, el nombre que sostiene más que la marca. Su fortaleza es evidente; su riesgo también: cargar con la expectativa de todos y el error de uno.

El PAN cierra 2025 con algo que no tenía hace un año: viento a favor. No es todavía un proyecto, pero sí una posibilidad. La encuesta de Rubrum de diciembre lo coloca con 22.8% de la preferencia partidista, un salto de más de 10 puntos en apenas un mes. Ese crecimiento no es ideológico: es estratégico. El panismo recoge voto suelto, voto de castigo y voto que busca orden frente al desgaste del poder. Su reto no es crecer más, sino decidir rápido a quién encarna ese crecimiento.

En el terreno de los nombres, el PAN aún no logra condensar el momento en una figura dominante. Tiene aspirantes –como Miguel Varela Pinedo–, tiene estructura y tiene espacio, pero le falta un rostro que convierta el rebote coyuntural en proyecto creíble. Si no lo hace en 2026, corre el riesgo de repetir la historia: subir en las encuestas y diluirse en la boleta. El PAN llega fuerte al cierre del año, pero todavía incompleto.

El PRI, fiel a su naturaleza, no hace ruido: ocupa espacio. En diciembre aparece con 17.6% de la preferencia, dos puntos y medio arriba de noviembre. No es un repunte espectacular, pero sí una señal clara de supervivencia política. Mientras otros partidos dependen de figuras o de coyunturas, el PRI sigue apostando a su red, a su memoria territorial y a su disciplina interna.

Sus posibilidades no están en encabezar la contienda, sino en convertirse en factor decisivo. Puede crecer –de la mano de Adolfo Fito Bonilla o bajo el creciente liderazgo de Carlos Peña Badillo–, si la polarización se rompe o si la oposición se fragmenta. Y, sobre todo, puede negociar desde una posición menos débil de lo que muchos quisieran admitir. El PRI cierra 2025 sin brillo, pero con oxígeno. Y eso, en esta etapa, ya es ganancia.

Alrededor orbitan figuras que resisten. Geovanna Bañuelos, desde el PT, cierra con números que la mantienen competitiva más allá de su trinchera partidista. José Narro Céspedes conserva presencia territorial. Verónica Díaz permanece, aunque cada vez más atrapada entre su pasado político y la dificultad de renovarse ante el electorado. Ninguno despega; ninguno se extingue. Así se llega a diciembre: flotando.

Más abajo, en la franja que pocos miran y donde suelen incubarse las sorpresas, aparecen dos nombres que merecen pausa y atención: Julia Olguín Serna y Carlos Puente Salas. Cierran 2025 con bajos niveles de conocimiento y porcentajes modestos. Los números son fríos y no mienten. Pero tampoco cuentan toda la historia.

Julia Olguín no termina el año derrotada; lo termina abierta. Su principal déficit —el conocimiento— es también su mayor oportunidad. No arrastra negativos profundos, no carga con pleitos viejos, no despierta anticuerpos. En un escenario volátil, eso vale. Desde abajo, con un discurso nítido y una estrategia disciplinada, puede colarse a la conversación real.

Carlos Puente Salas cierra en una posición similar. El Verde no pesa solo, pero él tampoco está acabado. Tiene estructura, margen de crecimiento y una condición rara en esta contienda: puede moverse sin ser el blanco principal. En política, la invisibilidad inicial no siempre es condena; a veces es ventaja táctica.

El error sería creer que el 2026 será un trámite. No lo será. Será un año de pugnas internas, de mediciones quirúrgicas, de pactos que se firman de noche y se niegan de día. Será el año en que muchos quedarán en el camino no por falta de votos, sino por falta de estrategia.

La alcaldía de Zacatecas capital será el termómetro. Ahí se medirá quién entiende el pulso urbano, quién conecta con el hartazgo cotidiano y quién solo repite consignas. Los perfiles que aspiren a la gubernatura serán evaluados también por su capacidad de incidir en ese frente. La ciudad no perdona improvisaciones.

El 2025 cierra sin sentencias definitivas. Cierra, más bien, con advertencias. A los que van arriba: el margen se estrecha. A los que van abajo: el tiempo todavía alcanza, pero ya no sobra. La política zacatecana entra a su fase más cruda: menos discurso, más operación; menos épica, más cálculo.

Aquí, en La Casa de los Perros, no despedimos el año con brindis. Lo cerramos con una nota en el margen del expediente: nadie está fuera y nadie está a salvo.

Nos vemos en enero de 2026. Ahí empieza lo serio.

Sobre la Firma

Periodista especializada en política y seguridad ciudadana.
claudia.valdesdiaz@gmail.com
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