lunes, septiembre 1, 2025
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La Casa de los Perros | Aída Karina: el crimen y la farsa

CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ

En Zacatecas la verdad no dura ni un suspiro. Apenas se dice, ya la contradicen; apenas se anuncia, ya se desmiente. La muerte de la madre buscadora Aída Karina Juárez Jacobo no solo exhibe la tragedia que carcome al estado, también retrata la frivolidad con la que el poder administra la información, como si fueran dueños de la desgracia ajena. “Más pronto cae un hablador que un cojo”, dice el dicho. Y en este caso, el gobierno zacatecano tropezó con su propia lengua.

El jueves, el secretario general de Gobierno, Rodrigo Reyes Mugüerza, salió con un anuncio tajante: el cuerpo de Aída Karina había sido encontrado en San Luis Potosí. Incluso aseguró que ya había detenidos. Ni tiempo dio para respirar la noticia cuando la fiscal potosina, María Manuela García, desmintió la versión. La necropsia apenas terminaba, el cuerpo ni siquiera estaba identificado formalmente y, lo más grave, las autoridades de San Luis Potosí no tenían noticia de esa supuesta coordinación que desde Zacatecas presumían. Una mentira se sostuvo menos de 24 horas, pero el daño a la confianza ya estaba hecho.

En medio del desbarajuste oficial, los colectivos de madres buscadoras no callaron. “No se juega con nuestros muertos”, dijeron. Y tenían razón: si algo merecen las familias que cargan la cruz de un desaparecido es respeto. Anunciar la muerte de Aída Karina sin certeza legal fue, además de irresponsable, una afrenta a la dignidad de las buscadoras que, día con día, arriesgan la vida para encontrar a los suyos.

Ayer domingo, la Fiscalía de Zacatecas corrigió el rumbo y confirmó lo que ya era un secreto a voces: el cuerpo localizado en Villa de Ramos sí correspondía a Aída Karina. Pero el ajuste tardío no borra la chapuza política. La tragedia de esta mujer fue convertida en espectáculo informativo por un gobierno que prefiere la inmediatez mediática antes que la seriedad institucional.

La madre que buscaba y no volvió

Aída Karina no era funcionaria, ni política, ni dueña de reflectores. Era madre. Desde junio buscaba a su hija Goretty, desaparecida en Guadalupe. Como tantas otras mujeres, tomó la pala y la valentía y se unió al colectivo Siguiendo tu rastro con amor. Era de esas madres que prefieren mancharse las manos de tierra antes que esperar eternamente un oficio de investigación.

El martes pasado fue ella quien desapareció. El círculo del horror se cerró: quien buscaba fue secuestrada y asesinada. El mensaje es brutal y claro: en Zacatecas no solo se esfuman los hijos, también las madres que los buscan. ¿Qué esperanza queda entonces para quienes todos los días rascan el suelo con la ilusión de encontrar un hueso, una prenda, un indicio?

La Fiscalía zacatecana difundió este domingo un extenso comunicado para limpiar la imagen de su fallida comunicación. En él, narró la serie de operativos, cateos y hallazgos: cámaras que captaron el momento exacto del secuestro, una camioneta Journey blanca alterada para ocultar pruebas, armas de uso exclusivo, droga, chalecos balísticos, grilletes y, sobre todo, prendas con el ADN de Aída Karina.

No es poca cosa. El caso, de confirmarse las líneas de investigación, conecta con redes de trata de personas y narcotráfico. En el municipio de Guadalupe y en Trancoso se catearon domicilios relacionados con prostitución y venta de drogas. Allí cayeron dos hombres: Ángel Antonio “N” y Juan Reynaldo “N”, ya vinculados a proceso y bajo prisión preventiva. Las autoridades insisten en que las órdenes de aprehensión por secuestro agravado están en curso.

El rompecabezas muestra, una vez más, que en Zacatecas la desaparición no es un hecho aislado ni un crimen pasional: es un engranaje del crimen organizado con complicidades extendidas.

El bochorno político

Pero mientras los peritos trabajan, los políticos se tropiezan. Rodrigo Reyes quiso adelantarse, quizá buscando mostrar eficiencia o ganar titulares, y terminó exhibiendo improvisación. San Luis Potosí lo desmintió con precisión quirúrgica: ni identificación, ni coordinación, ni detenidos confirmados. La fiscal potosina, con palabras duras, puso en evidencia la ligereza zacatecana.

Al final, todo terminó en un espectáculo penoso: un gobierno que corre detrás de la verdad como perro tras su cola, y una ciudadanía que observa con rabia e incredulidad.

El error gubernamental encendió a los colectivos de madres buscadoras. Este fin de semana marcharon en Zacatecas cinco agrupaciones, recordando que hay más de tres mil 900 desaparecidos en el estado. El caso de Aída Karina no es excepción: es símbolo. Es espejo que devuelve la imagen del desamparo.

Las buscadoras no olvidan y tampoco perdonan. Saben que en este país los desaparecidos se cuentan por decenas de miles, y que las autoridades, lejos de protegerlas, las exponen. Por eso la muerte de Aída Karina ya llegó hasta la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. No es la primera vez que la ONU pone ojo en Zacatecas, pero cada nueva tragedia suma un expediente más a la vergüenza internacional.

En política, los errores de comunicación matan credibilidad. Y en un estado con la herida abierta de miles de desaparecidos, la credibilidad es lo último que debería desperdiciarse. Anunciar sin certeza, improvisar sin pruebas, hablar sin medir, solo profundiza la desconfianza.

El caso de Aída Karina no es un expediente más. Es el retrato de un país donde se desaparece a los hijos y se asesina a las madres que los buscan. Donde los gobiernos juegan a las versiones y los comunicados, mientras la sociedad cava con las manos.

Al final, el dicho se cumple: “El que mucho abarca, poco aprieta”. El gobierno de Zacatecas quiso adelantarse, quiso abarcar la narrativa de un crimen doloroso, pero terminó apretando nada: ni verdad, ni respeto, ni confianza.

Y mientras ellos tropiezan con su propia lengua, las madres siguen en el campo, pala en mano, buscando lo que el Estado les niega: justicia, verdad y memoria.

Sobre la Firma

Periodista especializada en política y seguridad ciudadana.
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