sábado, junio 7, 2025
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Fuego Cruzado | La farsa con “a”, resultó en una elección espuria

CUAUHTÉMOC CALDERÓN GALVÁN

La elección judicial de ayer, 1 de junio de 2025, pasará a la historia como una simulación burda disfrazada de democracia. Lo que se vendió como una conquista ciudadana terminó por convertirse en una jornada de manipulación, desinformación y control desde el poder.

La participación fue brutalmente baja. Las cifras oficiales hablan de apenas un 11% de participación, aunque estimaciones independientes, como la de Simón Levy y su equipo de análisis de flujo humano, colocan la cifra real entre el 3.4% y el 6.4%. En cualquier democracia seria, una elección con esa legitimidad es simplemente inviable. Aquí, en cambio, los oficialistas celebran como si el pueblo hubiera hablado, cuando en realidad calló con fuerza.

No se trata sólo de la baja participación, sino del contexto en el que se dio. Casillas vacías, votantes confundidos, boletas ininteligibles, nombres que nadie conocía, operadores de Morena repartiendo “guías de justicia” (acordeones con los nombres sugeridos por el régimen), adultos mayores siendo manipulados y una estructura operativa que rozó lo criminal. Basta ver las evidencias: votos inducidos, listas dictadas dentro de las casillas, familias votando en grupo y servidores públicos actuando como jefes de grupo político. Escenas nunca vistas en algún proceso electoral de los últimos 25 años.

Y todo eso para “elegir” a quienes, supuestamente, impartirán justicia en los próximos años. Lo que realmente ocurrió fue una imposición orquestada desde Palacio Nacional y validada desde cada gubernatura oficialista —incluyendo a los gobiernos cómplices como el de Samuel García en Nuevo León—, que operaron la elección con descaro y sin pudor.

El resultado fue el que se había escrito desde antes, el régimen y sus aliados se quedan con el control de la Corte, de los tribunales y de una parte del futuro de México. Pero lo hacen sin respaldo ciudadano, sin legitimidad social y con una mancha que no se borrará.

La ironía es que el poder que tanto buscan controlar podría convertirse en su propio verdugo. Porque, aunque hoy tengan mayoría de alfiles en el tablero judicial, algunos podrían despertar y ejercer su autonomía. La historia está llena de jueces que, una vez con toga, entienden que su lealtad debe ser con la Constitución, no con quien los impuso.

Este domingo no hubo una fiesta democrática. Hubo una escena triste de apatía, fraude y desdén ciudadano. Y por más que intenten ocultarlo en la narrativa triunfalista, la realidad es contundente: el pueblo rechazó esta farsa con “a”, y lo hizo con una elocuencia que ninguna boleta pudo registrar. La historia no absolverá a quienes quisieron robarse también la justicia.

Y para colmo, ahí estaban los zalameros de siempre. Funcionarios públicos, beneficiarios del régimen, voceros improvisados de la incongruencia, presumiendo en redes sociales que “ya cumplieron con su deber cívico”, como si no entendieran —o fingieran no entender— que esto no fue una elección legítima, sino una pantomima. Su voto no contará, porque no hay conteo ciudadano, no hubo representantes de candidatos, no hay sistema de verificación y las boletas no utilizadas no serán anuladas. Ellos, los del régimen, anunciarán el resultado que les dé su regalada gana. Así de grotesco es. Y, aun así, hubo quien se tomó selfies orgulloso de haber sido parte del engaño.

Ojalá les quede claro, participar en una farsa no los convierte en demócratas, los convierte en cómplices.

El fuego sigue ardiendo.

Nos leemos el próximo lunes.

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