miércoles, septiembre 10, 2025
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El Dedo en la Llaga | Septiembre, mes del testamento

RAFAEL CANDELAS SALINAS

Cada septiembre escuchamos en radio, televisión y redes sociales la misma invitación: “Aproveche el Mes del Testamento”. Se trata de una campaña nacional que nació con la noble intención de generar conciencia, acercar a la gente al notario y fortalecer la cultura del testamento en nuestro país.

La primera campaña del Mes del Testamento en México se lanzó en septiembre de 2003. Fue una iniciativa conjunta entre el Gobierno de México y el Colegio Nacional del Notariado Mexicano, con el objetivo de fomentar la cultura de previsión, otorgar certeza jurídica y evitar conflictos familiares relacionados con la herencia.

Desde entonces, cada septiembre se promueve esta campaña nacional ofreciendo costos notariales reducidos, asesoría jurídica gratuita, y una mayor difusión sobre la importancia de hacer un testamento

La idea es buena. Sin embargo, como suele pasar, los resultados no siempre fueron exactamente los planeados. Con el paso del tiempo, la gente fue entendiendo la importancia de otorgar su testamento, pero también entendió que en septiembre resultaba más económico, por lo que muchas personas dejaron de acudir a lo largo del año y preferían esperar hasta septiembre. El otorgamiento de testamentos cayó en meses regulares y, crecía la demanda en este mes.

Después vino la pandemia. El Covid nos recordó de golpe que nadie tiene la vida comprada, que, sin importar la edad, la religión, la ideología o la situación económica, todos somos vulnerables. En esos años críticos, la gente entendió que otorgar testamento no era un trámite lejano, mucho menos un lujo, sino una necesidad real. Fue entonces cuando muchos acudieron a las notarías sin esperar a septiembre.

Digamos que durante tres o cuatro años se regularizó el otorgamiento de testamentos en las notarías durante todo el año, pero conforme la emergencia sanitaria quedó atrás, pareciera que también olvidamos esa lección. Hoy, otra vez, muchos esperan a septiembre e incluso, -como buenos mexicanos- al último día del mes. Está de sobra decir que algunos que no alcanzan a otorgarlo en septiembre y deciden posponerlo para el siguiente año, no alcanzan a llegar.

He escuchado a personas decir: “no hago mi testamento porque todavía no me pienso morir.” Nada más equivocado que esa afirmación. Hacer un testamento no significa que uno se va a morir mañana. Significa, en todo caso, que uno se toma en serio la responsabilidad de decidir por sí mismo qué pasará con su patrimonio. El testamento es un acto personal, libre y revocable.  Personal porque nadie puede hacerlo en tu lugar; libre porque sólo tú decides cómo disponer de tus bienes para después de tu muerte; y revocable porque puedes modificarlo cuando lo consideres necesario y cuantas veces creas conveniente.

La diferencia entre tener o no tener testamento es abismal. Cuando no lo hay, los herederos tienen que denunciar un juicio sucesorio Intestamentario, que la mayoría de las veces resulta largo, caro y a veces desgastante. Familias completas que eran muy unidas se han dividido por una situación así, conozco casos de familias que llevan 20 años o más peleando por una herencia, algunos de ellos ni siquiera han vivido para escuchar la sentencia del juez.  En cambio, cuando hay testamento, se abre un juicio sucesorio testamentario que es mucho más ágil, económico y, en el que -sobre todo- se respeta la voluntad de quien ya no está.

También he escuchado decir: “yo no hago mi testamento porque casi no tengo nada.” Pues permítame decirle que no es un tema de dinero, sino de ambiciones, a veces desmedidas. En las familias con mucho dinero, los conflictos surgen porque hay mucho que repartir. Y en las que tienen poco, porque es lo único que hay. No permita que la ambición de alguien, que puede ser su familiar o en ocasiones hasta un desconocido, divida y acabe con la unión de su familia o se quede con lo que tanto esfuerzo le costó construir. Recuerde: los pleitos familiares no aparecen solo en las grandes fortunas.

Hacer testamento es, en pocas palabras, un acto de amor y de prevención. Es pensar en la paz de los nuestros. Es evitar que el dolor de la pérdida se convierta también en el inicio de pleitos y divisiones.

En este Mes del Testamento, la invitación es clara: aproveche, sí, pero no espere al último día. Y tampoco espere a que sea septiembre. Cualquier momento es bueno para hacerlo.

Nos leemos el próximo miércoles con más del Dedo en la Llaga.

Jurista, exlegislador y columnista sin concesiones.
rafaelcandelas77@hotmail.com
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