RAFAEL CANDELAS SALINAS
Ayer por la tarde llegó a México el secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio, aunque hasta hoy miércoles se reunirá con la presidenta de la República. Su visita no es menor, el republicano de origen cubanoamericano, convertido en la primera figura hispana en ocupar la jefatura de la diplomacia norteamericana, trae consigo una agenda cargada de temas que no dejan de generar tensiones en la relación bilateral: seguridad, migración, narcotráfico, fentanilo, comercio y hasta geopolítica con China.
Marco Rubio es hijo de inmigrantes cubanos, se forjó en la política de Florida y durante más de una década fue senador en Washington. Siempre representó la línea dura contra los regímenes latinoamericanos y contra los cárteles mexicanos. Hoy, como secretario de Estado de Donald Trump en su segundo mandato, es el encargado de ejecutar una agenda que combina mano dura con pragmatismo económico. A él se le atribuye incluso la llamada “lista Rubio”, esa lista que nadie conoce, pero de la que todo mundo habla y se supone contiene nombres de políticos mexicanos vinculados con el crimen organizado, ya sea por cooperación directa, por complicidad o por hacerse de la vista gorda.
El pasado lunes fue el primer informe de la presidenta Claudia Sheinbaum y tal como se esperaba, resaltó los logros y aciertos pero poco o nada dijo de las cosas que pudieran afectar a su mentor y padrino Andrés Manuel López Obrador, por eso a nadie extraña que al hablar de la relación con los Estados Unidos apenas se limitó a señalar: “El pueblo de México, bajo ninguna circunstancia, aceptará intervenciones, intromisiones o cualquier acto desde el extranjero que sea lesivo de la integridad, independencia y soberanía de la nación, tales como golpes de Estado, injerencias en elecciones o la violación del territorio mexicano, sea ésta por tierra, agua, mar o espacio aéreo”.
Desde que asumió la presidencia, Claudia Sheinbaum ha intentado -con poco éxito- marcar límites claros con Washington, un día sí y otro también, ha repetido que no permitirá operaciones militares estadounidenses en territorio mexicano. Lo dice con firmeza y hasta con cierto dejo de terquedad. Sin embargo, lo que no dice con la misma claridad es a qué sí ha accedido. Porque más allá del discurso de soberanía, ya se ha reconocido que drones norteamericanos sobrevuelan espacios controlados por cárteles, y que agencias como la DEA o el FBI tienen operaciones de investigación conjuntas en México. También se supo, porque ella lo hizo público en una mañanera, que en una llamada telefónica con el presidente Trump en abril, el jefe de la Casa Blanca le propuso enviar soldados a México para enfrentar junto con las Fuerzas Armadas mexicanas, a los cárteles de las drogas.
El gobierno norteamericano no ha desistido ni desistirá en el intento de combatir de manera más frontal a los cárteles, a los que ya cataloga como grupos terroristas. Nos queda claro que Marco Rubio no viene de visita protocolaria, viene a concretar un nuevo entendimiento bilateral de seguridad, que sustituirá en los hechos al Marco Bicentenario firmado en 2021, al que le antecedió el Plan Mérida firmado en el sexenio de Felipe Calderón. El acuerdo busca frenar el tráfico de fentanilo, contener la migración ilegal, reducir la violencia de los cárteles y, de paso, contrarrestar la influencia china en América Latina. La fórmula estadounidense es clara: cooperación a cambio de alivios comerciales. No olvidemos que Trump ha elevado aranceles hasta 30 % como medida de presión.
Por otro lado, Sheinbaum insiste en que todo se dará “en el marco de la soberanía”, aunque nada dice de las políticas de Trump que afectan a mexicanos que tienen un estatus legal en los Estados Unidos como los que cuentan con una visa de inversionista o de estudiante sin que nadie los defienda, porque lo cierto es que las líneas rojas ya están trazadas, difícilmente habrá tropas extranjeras en México, aunque sí inteligencia compartida, vuelos de drones y un reforzamiento de las operaciones encubiertas. La inteligencia norteamericana los pondrá sobre la mesa para que las autoridades mexicanas concreten las operaciones.
La visita de Marco Rubio deja varias preguntas abiertas. ¿Cuál fue la agenda del día de ayer? ¿Con quién se reunió? ¿México está negociando en igualdad de condiciones o bajo la amenaza de aranceles y sanciones? ¿Se habla de cooperación genuina o de una supervisión disfrazada? ¿Hasta dónde llega la coordinación y dónde empieza la injerencia?
Si alguien tiene información sobre la situación real de inseguridad en nuestro país es el vecino del norte, ellos no compran los discursos oficiales que nos recetan cada mañana asegurando que los homicidios van a la baja a sabiendas que los datos más crudos nos gritan otra realidad, las desapariciones están en franco crecimiento. Pareciera —y solo pareciera— que la consigna es desaparecerlos y que ya no haya muertos en las calles que sumen a la estadística.
En ese contexto, la presencia de Marco Rubio en México pueden interpretarla algunos como presión, sí, pero también como un recordatorio de que la violencia desbordada no se combate con discursos. Bienvenida, entonces, toda cooperación seria que ayude a enfrentar al crimen, aunque sea incómoda, aunque duela reconocer que solos, hasta ahora, no hemos podido.
Nos leemos el próximo miércoles con más del Dedo en la Llaga.
Sobre la Firma
Jurista, exlegislador y columnista sin concesiones.
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