AURELIO GAITÁN
El Gobierno de Juan Aldama presume su “compromiso” con los migrantes repatriados. Dice apoyar traslados. Dice colaborar con el Estado. Dice, pero poco cambia. Los hechos, como siempre, desmontan el discurso.
De mil 500 zacatecanos deportados en el último año, solo 675 —el 45%— buscaron apoyo en la Secretaría del Zacatecano Migrante. El resto desapareció en la estadística: sin empleo, sin orientación, sin futuro. El retorno fue solo el primer golpe. El olvido institucional, el segundo.
El programa “Zacatecas te Abraza Paisano” entregó 10 mil pesos a hombres y 12 mil a mujeres. Un total de 193 beneficiarios. Apenas el 12.8% de los deportados. ¿Y el otro 87%? La realidad no cabe en un boletín.
¿Puede un repatriado reinsertarse al mercado laboral con 10 mil pesos? ¿Puede pagar renta, transporte, alimento, y aún pensar en emprender? La política de subsidios parece diseñada para la foto, no para transformar vidas.
Los apoyos no excluyen otros beneficios federales, pero tampoco garantizan continuidad. En un estado donde más de más de un millón y medio de zacatecanos viven fuera del país y las remesas sostienen la economía, este “abrazo” sabe a palmada vacía.
El municipio de Juan Aldama apoyó con traslados, pero no hay datos sobre seguimiento, capacitación o integración efectiva. Los regresan, los entregan… y los sueltan. Como si bastara con traerlos de vuelta para cerrar el expediente.
La plataforma ChambaWeb promete ofertas laborales por municipio. Pero basta ingresar para confirmar lo previsible: oportunidades escasas, mal pagadas y, en algunos casos, obsoletas. ¿Qué talento migrante se promueve con salarios de miseria?
El portal soymigrante.mx ofrece acceso a servicios como seguridad social y créditos, incluso funerarios. También se anuncia acceso al Infonavit por 99 dólares mensuales. Loable en el papel, inaccesible para quien regresa sin ingresos.
EspiralPay, el sistema de pagos, y los créditos personales, suenan bien para el folleto. Pero sin trabajo formal, sin estabilidad, sin acompañamiento real, son promesas que se diluyen en la precariedad.
Griselda Romero Zúñiga puede hablar de “acciones coordinadas” y “atención humana”. Pero los números no mienten: más de mil migrantes siguen sin respaldo. El sistema los deja caer. Los devuelve, pero no los recibe.
El abandono no es un error. Es política pública.
Y también, condena silenciosa.
Ver no es lo mismo que mirar
En Francisco R. Murguía, la vista ha dejado de ser un privilegio. Gracias a la Fundación Misión Milagro El Aguanaval y al gobierno municipal que encabeza José Nieves Balderas, decenas de personas han recuperado algo más que la visión: han recobrado autonomía.
Las brigadas oftalmológicas, que se mantienen con regularidad mensual, ofrecen consultas gratuitas y, en casos necesarios, cirugías sin costo. Para quienes viven con menos de lo indispensable, este gesto no es menor. Una operación que en cualquier clínica privada rebasa los 20 mil pesos, aquí se consigue con voluntad política y trabajo solidario.
Las intervenciones se realizan en Monterrey, Nuevo León, pero las valoraciones médicas se concentran en la presidencia municipal. Es decir, el Ayuntamiento funciona como puente, no como espectador.
No hay propaganda desbordada ni poses. Sólo hechos: ciudadanos que antes vivían en penumbra y hoy pueden leer, trabajar o simplemente mirar a sus hijos.
En un estado donde los discursos suelen ocultar la ceguera institucional, esta alianza demuestra que sí es posible devolver la dignidad con acciones concretas. Que sirva de ejemplo: ver es un derecho, no un lujo. Y gobernar también significa abrir los ojos donde otros sólo miran sin ver.
Cabina para el pasaje
En Jalpa, la modernización llegó en forma de banca y techo. Con una inversión de 45 mil pesos, el Ayuntamiento colocó en la Plaza Principal una cabina de taxis: sencilla, funcional, necesaria.
La estructura —que incluye una caseta telefónica y un paradero techado— busca ofrecer mayor comodidad a quienes dependen del taxi como única opción de transporte. En un municipio donde el calor castiga y la lluvia sorprende, esperar bajo resguardo no es lujo, sino sentido común.
Olegario Viramontes, presidente municipal, lo resume como un paso hacia un servicio más ordenado y digno, tanto para pasajeros como para choferes. No se trata de grandes obras, sino de respuestas concretas a problemas cotidianos: esperar un taxi no debería implicar insolación o empaparse.
Además, la cabina tiene movilidad: podrá instalarse en eventos especiales, como la feria, donde la demanda sube y el caos acecha. Esa flexibilidad también habla de un gobierno que, al menos en este gesto, piensa en logística y atención ciudadana.
El gesto es pequeño, sí. Pero en muchos municipios de Zacatecas, la diferencia entre el abandono y el cuidado empieza con algo tan simple como una banca a la sombra.