AURELIO GAITÁN
La tarde del lunes, en un paraje conocido como La Cabaña, cerca de Plenitud, el Ejército y la Guardia Nacional dieron un golpe certero: detuvieron a 14 presuntos integrantes de la delincuencia organizada, entre ellos una mujer. El operativo permitió el aseguramiento de armas, drogas y vehículos, en lo que las autoridades calificaron como un éxito.
El hallazgo fue casi fortuito. Los militares realizaban un recorrido de reconocimiento cuando se toparon con las camionetas en las que se movían los delincuentes. La versión inicial hablaba de un enfrentamiento, lo que motivó la llegada de la Policía de Investigación, aunque finalmente la célula fue sometida sin bajas que lamentar.
El parte oficial señala resultados positivos, pero la pregunta inevitable persiste: ¿cuántas células como esta operan hoy en Zacatecas sin ser detectadas? Porque si 14 personas armadas y con vehículos circulaban con normalidad, no estamos ante una excepción, sino ante una rutina de impunidad.
La acción merece reconocimiento, sí, pero no basta un golpe aislado para pacificar territorios donde la violencia se multiplica. La estrategia de seguridad no puede seguir descansando en encuentros casuales: requiere inteligencia, coordinación y resultados sostenidos. De lo contrario, cada detención será solo un respiro momentáneo.
El río se desborda, la prevención se ahoga
Las lluvias recientes han puesto en jaque al sur de Zacatecas. En Jalpa, el alcalde Olegario Viramontes Gómez pidió a los habitantes de la Colonia Centro y zonas aledañas al río Juchipila desalojar sus casas. Protección Civil y Bomberos recomendaron pasar la noche con familiares o amigos, llevar documentos importantes y evitar circular por vías cercanas al cauce.
El aviso es tardío pero urgente: el río sigue creciendo. La imagen del afluente al límite de su capacidad debería bastar para recordarnos que la naturaleza no espera la burocracia.
En Río Grande, la historia es parecida. El presidente Mario Córdova Longoria informó que el agua sube peligrosamente en el puente Bado, que conecta con la comunidad de Los Ramírez. Las unidades de emergencia ya están en el sitio, pero se repite la misma escena: advertencias de último momento ante un fenómeno que se venía anunciando desde días atrás.
La población escucha llamados a la precaución, pero también sabe que falta planeación. Porque no es la primera vez que el río Juchipila pone en riesgo la vida y el patrimonio de cientos de familias. Y, a este paso, tampoco será la última.
Seis días sin clases, cero diálogo
La huelga en la Universidad Politécnica de Zacatecas cumple ya seis días, y lo único claro es el silencio de la rectoría. Los docentes sindicalizados denuncian que la rectora, Juliana Arteaga Carrillo, canceló la reunión programada con la Secretaría de Educación de Zacatecas y no ha dado nueva fecha para retomar las mesas de negociación.
Manuel Veyna Lamas, maestro y sindicalista, recordó que la cita había sido convocada por la propia rectora, pero nunca se realizó. Desde entonces, el diálogo está en pausa y las demandas siguen sin respuesta. La principal exigencia: el ajuste salarial anual, que debería rondar entre el 3 y el 5 por ciento, además de prestaciones y la actualización de cláusulas no económicas en el contrato colectivo.
Los trabajadores subrayan que este incremento se debió otorgar desde febrero y, en caso de retraso, debería cubrirse de forma retroactiva. Sin embargo, la administración universitaria ha pospuesto reuniones desde meses atrás, hasta llegar al estallamiento de huelga.
Mientras tanto, más de mil alumnos permanecen sin clases. El costo no lo pagan ni la rectoría ni el sindicato: lo pagan los estudiantes, atrapados en un conflicto que exige soluciones inmediatas.
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Columnista especialista en municipios, justicia y poder.
aureliogaitan58@gmail.com
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