lunes, noviembre 3, 2025
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Reflector | Programas sociales: el debate que el Obispo no debía callar

PABLO PEDROZA

“Apoyos sociales no
generan desarrollo”.

Sigifredo Noriega

El pasado domingo 26 de octubre, la interpretación con la que un periódico local encabezó una nota desató una serie de reacciones y calificativos hacia monseñor Sigifredo Noriega Barceló, cabeza de la Diócesis de Zacatecas, por parte de algunos progresistas de ocasión y nostálgicos de una interpretación rígida del Estado laico, visibles y activos en redes sociales.

Las palabras del Obispo, expresadas después de la homilía dominical, fueron retomadas por los medios locales —como ha venido ocurriendo— por tratarse de un tema de interés público. Ese mismo domingo, el medio local tituló: “Apoyos sociales no generan desarrollo: Obispo”, y al día siguiente: “Obispo llama a reflexionar sobre el verdadero desarrollo”. Sin embargo, fue el primer titular el que caló, pues encierra una coincidencia con la realidad.

El Obispo expresó su preocupación por la situación económica del país, al advertir que los beneficios de los programas sociales implementados por la Federación y los estados «ya han sido superados por el incremento de la canasta básica».

Estas palabras, salvo mejor opinión —especialmente si se es beneficiario—, están apegadas a la realidad. En conversaciones cotidianas he escuchado comentarios similares de quienes reciben estos apoyos.

El prelado lamentó que, si bien los programas sociales han beneficiado a muchas familias, en México no se esté invirtiendo en crecimiento, producción ni desarrollo económico, lo que, a su juicio, genera otros problemas estructurales. Un ejemplo claro es la escasa o nula generación de empleos que permita a las personas desarrollarse en alguna actividad, en lugar de condenarse a la inmovilidad y la falta de iniciativa fomentada por la asistencia social.

Es cierto que los programas sociales ayudan, pero no son la solución definitiva. Pareciera que, para la visión de algunos autodenominados progresistas, el ideal de desarrollo se reduce a esperar en filas interminables: familias enteras que, ante la falta de oportunidades para desarrollar sus capacidades, ven en la asistencia social su única salida.

Monseñor Sigifredo coincide y expone conceptos contenidos en la carta encíclica Fratelli Tutti: Sobre la fraternidad y la amistad social, publicada por el Papa Francisco, la cual ofrece valiosas reflexiones sobre el tema. ¿Por qué no habría de hacerlo? La realidad lo amerita, su libertad se lo permite y su magisterio, en conciencia, se lo impone.

En el capítulo quinto, titulado “La mejor política”, el párrafo 162 de Fratelli Tutti señala:

«El gran tema es el trabajo. Lo verdaderamente popular —porque promueve el bien del pueblo— es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno: sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna. Por ello insisto en que “ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo”. Por más que cambien los mecanismos de producción, la política no puede renunciar al objetivo de lograr que la organización de una sociedad asegure a cada persona alguna manera de aportar sus capacidades y su esfuerzo. Porque “no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo”. En una sociedad realmente desarrollada, el trabajo es una dimensión irrenunciable de la vida social, ya que no sólo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el perfeccionamiento del mundo y, en definitiva, para vivir como pueblo».

Lástima que, en la costumbre morenista, los oficiosos obstinados no logren encontrar la armonía de caminos.

Interpreto que quienes se desgarran las vestiduras —al no entender o no querer entender— pasan por alto que los cientos de miles de millones de pesos destinados a los Programas del Bienestar, si bien pueden responder a un proceso de responsabilidad social, también exigen una reflexión más profunda: los recursos son limitados, en proporción inversa al crecimiento de futuros beneficiarios, si no se actúa con celeridad y profundidad para fortalecer la economía formal.

Ojalá esos populistas con tufo de progresistas de ocasión reflexionaran sobre estas palabras de Fratelli Tutti:

«160. Los grupos populistas cerrados desfiguran la palabra “pueblo”, puesto que en realidad no hablan de un verdadero pueblo. En efecto, la categoría de “pueblo” es abierta. Un pueblo vivo, dinámico y con futuro es el que está abierto permanentemente a nuevas síntesis incorporando al diferente. No lo hace negándose a sí mismo, pero sí con la disposición a ser movilizado, cuestionado, ampliado, enriquecido por otros, y de ese modo puede evolucionar».

Por cierto, quienes se escudan en un rancio laicismo para evadir lo que les incomoda deben tener claro que opinar o reflexionar sobre temas sociales ya es un asunto superado en la norma vigente. Nada prohíbe a los ministros de culto expresar sus inquietudes y opiniones. Lo que sí está prohibido es el proselitismo político o la asociación con esos fines. Este no es el caso.

En esa tesitura la Arquidiócesis Primada de México ha manifestado su postura: “La Iglesia Católica tiene derecho a realizar posicionamientos sobre temas de interés público y también a difundir su doctrina”. Señala que, de acuerdo con la Constitución, tiene derecho a profesar sus creencias y a opinar sobre los temas sociales de actualidad siempre y cuando no se asocie con una opción política o realice proselitismo a favor o en contra de alguien en particular. ¿Así o más claro?

La misma Arquidiócesis ha asegurado, ante señalamientos sobre si implica una violación al Estado laico que la Iglesia realice posicionamientos sobre temas públicos, que la Iglesia tiene la libertad y el derecho de propagar su doctrina: “Los temas de importancia de la sociedad que forman parte esencial de la Doctrina Cristiana, como el combate a la pobreza y el desarrollo económico (el cuidado del prójimo), la seguridad pública (evitar la violencia, el robo, el asesinato), el cuidado de la vida, el cuidado y protección de la familia (orden natural y social) y la búsqueda de gobiernos honestos y eficientes (verdad y justicia) no solo pueden sino que deben acompañar el discernimiento diario y los actos de los fieles cristianos de nuestro país”.

Más aún ha asegurado que la labor del sacerdote en materia pública consiste en ayudar a iluminar la conciencia del fiel.

Monseñor Sigifredo ha tocado los temas públicos sabedor de sus posibilidades y alcance a más de una década de su responsabilidad pastoral.

Su responsabilidad como cabeza de la Diócesis de Zacatecas es demandante. De acuerdo con datos abiertos, la Diócesis está en un territorio de 59 mil 15 kilómetros cuadrados. Abarca 48 municipios del estado de Zacatecas, cinco del estado de Jalisco y uno de San Luis Potosí. Con eso es natural que la visión del Obispo tenga carácter más regional que meramente estatal de las necesidades, temores y aspiraciones de su feligresía.

Para el 2020, en la Diócesis existían 112 parroquias y cuasi parroquias agrupadas en 16 decanatos y estos en seis áreas pastorales.

El Anuario Pontificio 2021 registra que para finales del 2020, la Diócesis tenía un total de un millón 157 mil 600 fieles bautizados, casi la población del estado de Zacatecas.

Monseñor Sigifredo será conforme avancen los acontecimientos rumbo al 2027, una voz que debemos escuchar no de forma facciosa sino abierta y constructiva.

De Salida

UNO. Acostumbrado a estar en el último lugar de la aceptación de los zacatecanos, para David Monreal debió ser un día cualquiera cuando, ocupando presídium y en su cara, a mano alzada rechazaron a Zacatecas para ser sede del Campeonato Nacional Charro. Una raya más al tigre. ¿La suma de tanta desaprobación será preludio del desenlace del 2027 o él y su protegida podrán caer más bajo?

DOS. David se empeña en ahogar, si se puede, al órgano electoral. Se le olvida que ya no es el Colegio Electoral con el cual el gobierno podía hacer lo que se le diera la gana.

TRES. En el 2027 será capaz de hacer lo mismo para cargar los dados previendo que su futuro sea peor que su presente. Ni cómo pedirle responsabilidad y prudencia. Él es feliz con su Vero. Y si no llega lo que desea seguro habrá cruda y birria, con eso de que así se sobrepone a lo malo.

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Columnista con experiencia pública y mirada crítica.
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