OMAR CARRERA
El anuncio de aranceles por parte de los Estados Unidos a través de Donald Trump sobre las importaciones mexicanas y la posterior postergación de su aplicación tras una llamada con la Claudia Sheinbaum reflejan una tensión profunda en la relación comercial entre ambos países. Es un llamado de atención para todos los productores mexicanos, para el sector privado y para el propio gobierno federal: la estabilidad comercial no puede darse por garantizada.
Estados Unidos decidió imponer aranceles del 25 % a las importaciones de México como parte de una estrategia que mezcla temas comerciales con seguridad, migración y control de estupefacientes. Ante esta presión, México logró negociar una postergación de los aranceles una pausa momentánea que abre una ventana de oportunidad para ajustar estrategias.
Aquí es donde entra el papel crucial del gobierno mexicano. La administración de Sheinbaum ha mostrado una postura firme pero negociadora:
Ha señalado que los aranceles no resuelven los verdaderos problemas que los justifican, migración y tráfico de drogas, y ha pedido que la vía sea el diálogo y la cooperación.
Ha buscado proteger a los productores mexicanos enviando señales claras de respaldo: que México no está dispuesto a aceptar pasivamente un daño a su sector exportador.
Frente a esta incertidumbre, el Gobierno debe adoptar tres ejes fundamentales para dar tranquilidad al sector empresarial:
- Comunicación clara y anticipada: los productores deben saber qué escenarios se están evaluando, qué sectores están en riesgo, qué medidas internas se activarán. Eso reduce el nerviosismo y permite que el sector privado ajuste planes.
- Protección efectiva de exportadores: que los apoyos financieros, logísticos o regulatorios estén listos para activarse en días siguientes, para amortiguar el golpe si los aranceles finalmente se aplican. México debe mostrar que “hace lo que está en sus manos” para que los productores no queden vulnerables.
- Negociación con firmeza y visón de largo plazo: no basta con ganar un aplazamiento; se debe trabajar para que no se materialicen los aranceles o que se reduzcan al mínimo. Eso implica reforzar las cadenas de valor mexicanas con enfoque en el cumplimiento de los tratados (como el T‑MEC), diversificar mercados y asegurar que los productores tengan músculo para resistir.
 En este momento crítico, el Gobierno de México está jugando un papel preponderante. No se trata solo de responder al arancel, sino de anticiparse a sus efectos. Este esfuerzo que abarca diplomacia, apoyos, comunicación empresarial es indispensable. Porque si bien la pausa es una buena noticia, no elimina el riesgo. Y los productores mexicanos merecen saber que el Estado está al frente, con decisión, para equilibrar las fuerzas y asegurar que no sean los que paguen las consecuencias.
Sobre la Firma
Ingeniero, funcionario estatal y columnista morenista.
omar.carrera@zacatecas.gob.mx
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