CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
Apanicados están los funcionarios de la nueva gobernanza. La orden, que esta semana bajó como cuchillo afilado en reunión privada, fue tajante: todos, sin excepción, deben apoyar con recursos humanos y monetarios a la senadora Verónica Díaz Robles.
El todavía inquilino de La Casa de los Perros decidió que es ella, o es ella, y nadie más que ella. La amenaza fue clara, tanto como el silencio que se impuso después: quien no obedezca, que se atenga a las consecuencias.
El miedo corre por los pasillos de esta legendaria finca. Secretarios, algunos que todavía creen en la política como servicio público, salieron de esa reunión con el estómago encogido. Se saben rehenes de un proyecto que no prende, que no entusiasma, pero al que se les exige entregar todo: estructura, personal, presupuesto, hasta la dignidad.
No hay margen de duda: la instrucción fue confirmada por más de uno, desde distintas oficinas.
Y los nombres de los convocados a la reunión no son menores. Educación, Deporte, Sedesol, hasta el Instituto de la Juventud están bajo presión: donde haya manos, habrá operación; donde haya presupuesto, habrá desvío.
“La línea bajó”, dicen los funcionarios con la voz baja, y con ella bajó también la certeza de que ya no se gobierna para Zacatecas, sino para sostener una candidatura.
El cálculo de David Monreal es burdo, como casi todo lo que ha hecho en este sexenio agónico: imponer a Verónica Díaz a cualquier costo, aunque eso signifique sacrificar lo poco que queda de legitimidad.
Mientras tanto, con las mentiras de siempre, le ha endulzado el oído a Rodrigo Reyes Mugüerza, secretario general de Gobierno, asegurándole que, si la candidatura recae en un hombre, él es la opción.
Reyes sonríe, juega a creerlo, pero en el fondo sabe lo que todos saben: el gobernador no suelta nada, ni un suspiro, sin cálculo de traición.
La verdad es otra: David no entiende que, como están las cosas, será muy difícil retener el gobierno. La debacle es evidente, y no hay encuestas maquilladas ni discursos huecos que puedan ocultarlo.
Zacatecas no solo repudia a quien hoy despacha en Palacio de Gobierno, también repudia la imposición que pretende perpetuar el desastre.
En los cafés políticos ya se habla de lo inevitable: si la oposición se organiza, si logra aparcar egos y entiende que la unidad es la única llave, el vuelco es posible. Más aún: es probable. Porque la gente ya no soporta más promesas vacías ni experimentos fallidos. Y porque Zacatecas, harto y herido, reclama con rabia y esperanza un cambio verdadero.
El gobernador lo sabe, sus secretarios lo intuyen y los ciudadanos lo gritan en silencio: la línea bajó con miedo, pero no con legitimidad.
Sobre la Firma
Periodista especializada en política y seguridad ciudadana.
claudia.valdesdiaz@gmail.com
BIO completa