CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
En Zacatecas ya huele a sucesión. El aire se carga de discursos, recorridos, informes y balances que no son otra cosa que cartas de presentación disfrazadas de trabajo legislativo. Dos senadores, un diputado. Dos de Morena, una del PT. Dos hombres y una mujer que respiran, suspiran y, por tanto, aspiran a la gubernatura. Las llaves de La Casa de los Perros que hoy tiene en sus manos David Monreal Ávila, ese gobernador que soñó con la grandeza y acabó reducido a pólvora mojada, se han convertido en la manzana de la discordia.
Los tres saben que pueden. Los tres se sienten listos. Los tres, sin embargo, tropiezan con la misma piedra: la decisión no está en Zacatecas, ni en sus plazas, ni en sus comunidades, ni en sus pueblos olvidados. Está, como siempre, en la cúpula de la llamada Cuarta Transformación, que ya nos enseñó de qué está hecha cuando, hace cuatro años, decidió entregarnos a un hombre incapaz de mirar más allá de su propio apellido.
Saúl, el hermano incómodo
Saúl Monreal Ávila carga con la cruz de la sangre. Ser hermano del gobernador es, en estos tiempos, un estigma más que un mérito. Morena tiene reglas contra el nepotismo y, al menos en el papel, le cierran la puerta. Pero todos sabemos que en la política mexicana las reglas son como el papel higiénico: se usan y se tiran. Si no es por Morena, bien puede ser por el Verde Ecologista, ese partido que se alquila al mejor postor, o incluso por el PT, donde ya lo miran con cierto interés.
Saúl no se detiene. Lo dice él mismo: seguirá trabajando, construyendo desde abajo, recorriendo municipios, abrazando gente, tomando café con líderes locales. Se aferra a las encuestas, a los números que, asegura, le sonríen. Y sí, convoca multitudes: de 120 pasó a 800 en sus reuniones privadas. El músculo está ahí. Pero la pregunta es otra: ¿tendrá la cúpula el valor de jugársela por otro Monreal, después del desastre que ha sido David?
Geovanna, la senadora de hierro
Geovanna Bañuelos de la Torre juega su partida con temple. No es nueva en estas lides y sabe que, para hacerse escuchar, hay que acumular credenciales. Su informe legislativo la presenta como una de las más productivas del país: cientos de iniciativas, puntos de acuerdo, discursos en Tribuna. A eso suma su peregrinaje por Zacatecas, dos vueltas completas al estado, entregando leche, huevo, cemento y tinacos. Política clientelar, dirán algunos; contacto directo con la gente, responderá ella.
Tiene experiencia, influencias y ambición. Y, lo más importante: no carga con el apellido Monreal. Para muchos, eso es oro puro. Además, el PT ha demostrado que puede ser el caballo negro de la 4T, y Geovanna no oculta sus ganas de gobernar. A su favor juega también el discurso feminista de la Cuarta Transformación, que tarde o temprano tendrá que dar una gubernatura a una mujer en Zacatecas. ¿Por qué no a ella?
Ulises, el obstinado
Ulises Mejía Haro es el tercero en discordia. Exalcalde de la capital, ahora diputado federal, ha demostrado que puede construir proyectos sólidos y, lo más relevante, que no le tiembla la mano frente al grupo en el poder. Y ese es su pecado: David Monreal y la llamada Secta le han puesto todas las trabas posibles. Simple y sencillamente no lo quieren, y en política el veto pesa más que los méritos.
Su informe legislativo muestra resultados: reformas, propuestas, iniciativas que hablan de trabajo real. Ha vuelto cada semana a Zacatecas, ha atendido ciudadanos, ha organizado ferias de salud. Es, quizá, el más incómodo de los tres para el monrealismo, porque representa lo que David nunca pudo ser: un político con ideas, con presencia y con una estructura que no depende del apellido.
El tablero de la cúpula
Los tres, cada uno con su historia y su estilo, mueven sus piezas. Lo hacen en un tablero donde las reglas cambian según el capricho de la dirigencia nacional. Porque aquí está la verdadera tragedia: los zacatecanos no decidirán. La voz de los pueblos, los municipios y las colonias no pesará nada frente al dedo de Claudia Sheinbaum, de la burocracia partidista que ya hizo trizas las esperanzas de este estado cuando se inclinó por David Monreal.
Zacatecas, con sus carreteras llenas de baches, sus oficinas gubernamentales tomadas, su campo abandonado, su gente migrante, sus comunidades sumidas en el miedo, necesita un gobernador con visión y carácter. Y los tres aspirantes, cada cual, con sus defectos y virtudes, podrían serlo. Pero como dice el refrán: “El que parte y reparte, se lleva la mejor parte”. Y aquí quienes parten no son los zacatecanos.
La sucesión avanza. Los tres siguen en la carrera, midiendo fuerzas, probando resistencias. El hermano, la senadora y el diputado saben que, de su habilidad para resistir embates, sumar apoyos y, sobre todo, ganar la simpatía de la cúpula, dependerá su destino.
Mientras tanto, Zacatecas observa, espera, sufre. Porque en este juego de poder, lo único seguro es que la decisión final no se tomará pensando en el bienestar de esta tierra. Y como dice el otro dicho: “Cuando el río suena, agua lleva”. La pregunta es: ¿será agua que riegue esperanza o corriente que arrastre, de nuevo, a Zacatecas al pantano?
Sobre la Firma
Periodista especializada en política y seguridad ciudadana.
claudia.valdesdiaz@gmail.com
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