JUAN JOSÉ MONTIEL RICO
Cuando lo leí me pareció una vacilada, pero hoy en Zacatecas, cada vez con más intensidad, se discute si la Feria Nacional 2025 debe celebrarse o no. Un abogado, acompañado de un grupo de pensionados, promovió un amparo con el argumento de que no puede destinarse dinero a la feria mientras persisten adeudos con jubilados del Issstezac. Sostienen que es incongruente financiar esta fiesta popular cuando aún hay sentencias pendientes de cumplirse en favor de más de 2,000 adultos mayores que reclaman descuentos ilegales en sus pensiones. La exigencia de justicia es legítima; lo que no, es la premisa detrás del recurso: para cumplir un derecho debe sacrificarse otro.
Esto es una falacia. Pensar la administración pública como un juego de suma cero — encuerar un santo para vestir otro— reduce la complejidad del Estado a una ecuación simplista. Un abogado debería saber que los derechos humanos son universales, interdependientes e indivisibles, es decir, no hay jerarquías absolutas entre salud, pensiones, educación o cultura. Todos deben garantizarse de manera simultánea y equilibrada. Cancelar la feria no resuelve el problema estructural de las pensiones; en cambio, sí privaría a cientos de miles de personas del derecho humano al acceso a la cultura y al disfrute de espacios de esparcimiento. Nuestra Constitución y la UNESCO señalan que la cultura es parte integral del bienestar, un derecho que debe protegerse en las mismas condiciones que cualquier otro.
La Feria Nacional de Zacatecas no es un lujo ni un capricho. Es tradición, identidad, y uno de los pocos espacios donde el pueblo entero puede disfrutar de espectáculos artísticos de talla nacional e internacional. Zacatecas fue señalado recientemente en el ranking de los cuatro estados con menor número de conciertos en el país. Es decir, aquí escasean las oportunidades de disfrutar música en vivo y acercarse a expresiones culturales de calidad. La Fenaza, con su Teatro del Pueblo gratuito y su Palenque, abre esa ventana hacia el mundo, permitiendo que miles de zacatecanos, especialmente quienes no podrían pagar un boleto en otra ciudad, accedan a la cultura.
La feria es también un factor de pacificación. En un estado que ha sufrido la violencia, ofrecer espacios de convivencia familiar y comunitaria es un bálsamo social. Cada concierto multitudinario, cada exposición cultural, cada juego mecánico en donde se ríen las familias, es también un acto de resistencia a la fragmentación que la violencia produce. La UNESCO señala con claridad que la cultura fortalece la cohesión social y es uno de los mejores garantes de la paz y la seguridad. En Zacatecas, la feria representa un momento de alegría colectiva, de encuentro y esperanza compartida.
A lo anterior se suma el aspecto económico. La Fenaza genera una derrama de cientos de millones de pesos. Comerciantes, hoteleros, restauranteros, taxistas, artesanos y un sinfín de negocios locales encuentran en septiembre un alivio y una fuente de ingresos extraordinarios. Incluso muchos adultos mayores —los mismos que hoy son invocados en el amparo— dependen de esa dinámica, pues venden sus productos, rentan espacios y trabajan temporalmente en la organización. El impacto económico es transversal y multiplica los beneficios de la inversión.
Debo decir que me sigue y seguirá llamando la atención que distintos actores, incluso de dudosa reputación, se erijan paladines de la justicia social con banderas que no les pertenecen. Que personajes, con serios señalamientos, se presenten como salvadores del pueblo, con argumentos sesgados que niegan la integralidad del ejercicio de gobernar. Gobernar no es escoger entre pagar pensiones o hacer feria; gobernar es buscar soluciones para todas esas vicisitudes al mismo tiempo.
La Feria Nacional de Zacatecas es parte de nuestro derecho a la cultura, de nuestra identidad y de nuestra paz. Defenderla no significa negar la deuda con los jubilados; significa afirmar que los derechos no se negocian entre sí. Significa que Zacatecas merece justicia social y, al mismo tiempo, merece alegría y orgullo colectivo
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Estratega político entre gobiernos, campañas y narrativas.
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