El funeral del PT

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

Los excesos de Oscar González en el Estado de México fueron graves porque pasó de diputado a alcalde, a diputado federal, etc. etc… Su hermano hizo lo mismo en Durango, con la diferencia de alcaldías y diputaciones federales y locales. Nunca estuvieron fuera de la jugada y nunca representaron al pueblo.

El líder en Nuevo León proletarios él y su mujer, no dejaron de ocupar puestos de manera alternada: primero uno y después el otro. El presidente vitalicio del PT, Alberto Anaya, Gutiérrez permaneció en puestos donde cobraba buenos emolumentos a lo largo de toda la vida del Partido del Trabajo: dio juego a su mujer pero a nadie más que no fuera de su círculo cercano: deben tener nietos e hijos diputados.

La presidenta del PT en Zacatecas, Giovanna Bañuelos, esbirro del partido, sólo obedecía a Monreal y a sus achichincles.

Así sucedía en cada estado del país: eran una joyita de caciques.

El pueblo y el partido se cobraron la afrenta de tantos años y ahora el Partido del Trabajo ha reventado. El 23 de agosto el Instituto Nacional Electoral determinó que un órgano así, ya no servía a los intereses de México.  Arturo Núñez el Consejero Electoral dijo que la decisión era “lamentable” si el asunto se acordaba en base a la cantidad de votos que hacían falta al partido para conservar el registro. Sin embargo él mismo consideraba que era el método correcto para definir: “¿Pues, con qué criterios podríamos hacer algo distinto a lo que estamos haciendo ahora?

En ese momento el INE declaraba en agonía al PT y lo remitía al verdugo: El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.  Incluso el INE pidió al Tribunal que cuestionara la validez de los criterios que ellos estaban utilizando, para evitar cualquier posibilidad de una decisión errada.

De todas maneras, la decisión estaba tomada: Lorenzo Córdova, presidente del INE declaró que el proceso de liquidación debería empezar en cuanto el TEPJF hubiera desahogado el tema. El asunto estaba claro: por donde se le viera, el PT no había alcanzado el requisito de mantener un 3 por ciento de la votación nacional: ya nadie los quería y se veían duplicados y desfigurados en el espectro de los partidos políticos, sobre todo de los partidos de izquierda: nada que ofrecer ya a los ciudadanos.

El Partido del Trabajo había sido fundado en 1990 y perdió por primera vez su registro un año después. Lo recuperó en 1992 y a partir de allí parecía que no lo pararía nadie: para 1994 ya era la cuarta fuerza política nacional. Su bastión fue Durango y lo mantuvo varios años como la joya de la corona. Poco a poco los dirigentes fueron abandonando la organización: Juan Salazar, Alfonso y Catalina Mercado. En el 2009 el descontento de las cúpulas se hizo público y evidente.  Nada podía salvarlos ya de la debacle, a grado tal que ni Andrés Manuel López Obrador quiso usarlo como tabla de salvación y trampolín para desligarse del PRD y decidió crear su propio partido, MORENA, que empieza con grandes dudas ciudadanas, pues los electores están cansados de maniobras como las petistas y temen que con personajes como Ricardo Monreal en el nuevo partido, los excesos se repitan, las ideologías se diluyan y el dinero de los electores y de los municipios afines sea lo único que les importe.

El Partido del Trabajo nació con el estigma de ser esquirol del PRD a cuenta de los Salinas de Gortari. Su momento de gloria se dio en 1994 cuando Cecilia Soto participó como candidata externa a la Presidencia de la República: obtuvieron más de un millón de votos. No pasó de allí: el PT costó cinco mil millones de pesos a los mexicanos durante 23 años sin una plataforma política sólida.

El asunto parece irreversible pero sigue empantanado en los tribunales, quienes debaten cuestiones de competencia para el proceso de liquidación.  En lo que eso sucede y por lo que resta del año, el PT dispondrá de 100 millones de pesos que no sabemos en qué usará: ¿en abogados para defenderse hasta el último aliento? O ¿para festejar el estertor con algunas libaciones de alto nivel? Tal vez el final de esta historia no está aún escrito.

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