jueves, diciembre 11, 2025
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Zacatecas, la fuga de talentos y la nostalgia que no se cuenta

RAYMUNDO MORENO ROMERO

Cada diciembre, cuando el año se apaga y hacemos el natural balance de la vuelta al sol, irrumpen en mi pensamiento las historias de las y los jóvenes que empacan sus sueños, títulos universitarios, habilidades y esperanzas, y se despiden de su tierra porque aquí no encuentran las condiciones para crecer. No se van por gusto, se van por falta de oportunidades. Se van porque la realidad no les da tregua. Se van porque, a pesar del amor a su tierra, Zacatecas no les ofrece la opción de un futuro de felicidad y plenitud.

Durante años hemos escuchado que se atraen inversiones, que se detona el desarrollo, que habrá empleos “formales y bien pagados”. Pero la experiencia cotidiana de la inmensa mayoría de quienes comienzan una vida profesional es otra: desempleo o economía informal. Para quienes tienen la “suerte” de sumarse a la economía formal, la regla general son los contratos leoninos, salarios que no alcanzan, plazas asignadas por compadrazgo y una ausencia casi total de políticas reales de retención de talento.

En un estado donde los que deciden son siempre los mismos—los mismos apellidos, los mismos grupos, las mismas inercias—la movilidad social se vuelve un privilegio, no un derecho.

Zacatecas lleva años atrapado en un bucle político. Los jóvenes, que nacieron ya desconfiando, ven cómo las mismas figuras se reciclan una y otra vez, prometiendo renovación mientras replican lo de siempre: más burocracia, más centralización y más decisiones tomadas sin escuchar a quienes están destinados a ser los protagonistas del futuro. El mensaje implícito es claro: “Aquí no hay espacio para ti… a menos que seas parte del círculo.” Y la juventud, que por definición aspira a romper círculos, opta por irse a lugares donde el mérito vale más que la parentela.

A esto se suma un sistema educativo que, aunque tiene fortalezas, está rebasado. Universidades que forman profesionistas que después no encuentran campo laboral en Zacatecas; programas desconectados del mercado; escuelas con carencias históricas; maestros que hacen lo posible con lo mínimo. Los jóvenes se gradúan listos para aportar, pero el estado no está listo para recibirlos. El resultado es un éxodo silencioso pero constante, de personas trabajadoras y talentosas, de quienes personifican el mayor activo de nuestra entidad y que se nos escapa de las manos.

La pregunta es inevitable: ¿Zacatecas es un estado destinado a expulsar talento o podría conservarlo y recuperarlo si hiciera las cosas de manera distinta? El talento existe, la creatividad existe, la juventud existe y quiere participar, aportar e innovar. Lo que falta es un proyecto de estado que entienda que el futuro no se construye con discursos, sino con condiciones reales de empleo digno, de espacios de participación, de meritocracia, innovación, seguridad y una educación que abra puertas. En resumen, un cambio verdadero.

Si cada año vemos irse a nuestros jóvenes, no es una tragedia inevitable; es una responsabilidad compartida. Y reconocerlo es el primer paso para corregirlo. Zacatecas merece más, su juventud merece más y este estado, tan lleno de historia, merece también un futuro que no dependa solamente de cuántos se quedan, sino de cuántos decidan volver.

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