CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
En diciembre, la encuesta de Statistical Research Corporation midió algo más que preferencias: midió resistencias. El diputado federal Ulises Mejía Haro alcanzó 36.3% y consiguió que el voto de Morena permaneciera entero cuando dejó de ser sigla y se volvió nombre.
En la misma medición, levantada el 16 de diciembre, la senadora Verónica Díaz Robles quedó en 12.8% y produjo el efecto inverso: el oficialismo cayó al tercer lugar en el careo. Esto no es un matiz. Esto es una ruptura.
La medición se realizó mediante mil entrevistas telefónicas a mayores de 18 años, con un margen de error de ±3.1% y un nivel de confianza del 95%. El universo es estatal y el diseño es consistente. Los números permiten leer tendencias claras, no impresiones. Y lo que muestran es una fractura entre la marca Morena y uno de sus perfiles más visibles.
En preferencia partidaria, Morena conserva el liderazgo con 35.4%. Es una ventaja amplia, pero menor a la que tenía meses atrás, cuando llegó a 38.6%. La curva ya no es ascendente. En el mismo período, el PRI crece de manera sostenida hasta 15.8%, su punto más alto del año, mientras el PAN se estanca y retrocede. El tablero se mueve lentamente, pero no en una sola dirección.
La verdadera tensión aparece cuando el voto deja de ser abstracto y se vuelve nominal. En el careo con candidatos, la coalición oficialista encabezada por Verónica Díaz Robles cae a 20.3% y queda en tercer lugar. La supera la alianza PRI-PAN-PRD con Adolfo Bonilla Gómez, que alcanza 29.8%, y también Movimiento Ciudadano con Jorge Álvarez Máynez, con 24.2%. La distancia entre el peso de Morena como partido y el rendimiento de su candidata es de 15.1 puntos. No es una oscilación: es una ruptura.
Ese quiebre ya estaba anticipado en la competencia interna. Ulises Mejía Haro concentra en diciembre 36.3% de las preferencias como posible candidato de Morena, cinco puntos más que en noviembre y en niveles casi idénticos al respaldo total del partido. Es el único perfil que absorbe la marca sin pérdidas. José Narro Céspedes se mantiene segundo con 19.6%. Verónica Díaz Robles, en cambio, baja a 12.8%, arrastrando una caída continua desde noviembre. Los datos no se contradicen entre sí: se confirman.
Leído así, el escenario es menos ideológico que mecánico. Morena no pierde centralidad, pero sí cohesión. Con Mejía Haro, el partido retiene a sus votantes. Con Díaz Robles, los dispersa. Parte de ese electorado migra hacia la oposición tradicional; otra parte hacia Movimiento Ciudadano. El crecimiento del PRI no ocurre en el vacío: se alimenta de una candidatura oficialista que no logra representar a su propia base.
El porcentaje de indecisos, 13.7% en el careo y 8.8% en la medición interna, introduce incertidumbre, pero no altera la jerarquía del problema. Las diferencias entre quienes compiten por el primer lugar y quienes quedan relegados superan el margen de error. No es una fotografía borrosa: es una imagen estable.
Los números no dicen que Morena esté en riesgo inmediato de perder Zacatecas. Dicen algo más específico e incómodo: que su fortaleza ya no es automática y que su ventaja depende de no equivocarse en el nombre. En ese punto, la encuesta no sugiere, no aconseja, no opina. Simplemente muestra que hay candidatos que suman al partido y otros que lo reducen.
Sobre la Firma
Periodista especializada en política y seguridad ciudadana.
claudia.valdesdiaz@gmail.com
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