JUAN DEL REAL
La lucha contra la corrupción y rendición de cuentas requiere de convicción y congruencia, no de una narrativa vacía que se utiliza en un acto protocolario, pero que cuando asumen la representación publica en la legislatura o el gobierno, es una piedra en el zapato que muchos no entienden, ni quieren abanderar.
Como bien dice el dicho que se hace campaña en poesía, y se gobierna en prosa, durante el proceso electoral todos son aliados de rendir cuentas, pero cuando están en el ejercicio del puesto, son pocos los que realmente asumen que los recursos son precisamente eso, públicos y al escrutinio de los ciudadanos.
A pesar de que la falsa transformación ha acabado con los organismos autónomos que medianamente eran un muro frente al poder, ahora la trasparencia solo aplica en los bueyes de la oposición. Se requiere más que nunca congruencia y convicción, por que podrán quitar las instituciones, pero no borrar la inteligencia de la gente.
Un gobierno municipal que concesiona el servicio público de recolección de basura pero sigue prestando el mismo pésimo servicio, con los mismos camiones y trabajadores del ayuntamiento, solo que ahora enriqueciendo a unos cuantos en el poder.
Los que llegaron como alternativa a los corruptos que se fueron ahora gastan millones en una escultura sin licitación o compran vehículos a excandidatos por favores políticos.
Exgobernadores incapaces de justificar sus fincas millonarias, diputados que claman persecución cuando se exponen sus faltas al trabajo legislativo, y medios que se indignan al revelarse sus convenios con gobiernos —muchos en conflicto de intereses— completan el panorama. En todos esos y muchos más casos la transparencia de dientes para afuera, bueno de colmillos.
La transparencia no es un discurso, es una causa para los que estamos convencidos que el presupuesto es dinero de los ciudadanos, por eso es público y se exige su trasparencia para todas y todos, no solo para los de enfrente.