miércoles, junio 11, 2025
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La Casa de los Perros | Zacatecas: un decreto entre la cantera y el polvo

CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ

El gobierno federal ha decidido, con la solemnidad de un notario que firma una herencia, declarar a Zacatecas como Zona de Monumentos Históricos. Son 105 hectáreas de historia, 827 edificaciones que van del barroco al neoclásico, fachadas de cantera rosa que han visto pasar siglos de plata, sangre y olvido. El decreto, publicado en el Diario Oficial de la Federación, lleva la rúbrica de Claudia Sheinbaum, pero la tinta no alcanza a ocultar las grietas de un patrimonio que lleva décadas resistiendo el abandono y la especulación.

Zacatecas, la última ciudad mexicana en la lista de la UNESCO sin reconocimiento federal, es ahora, oficialmente, un museo. Pero un museo habitado, donde la gente sigue viviendo entre muros del siglo XVI, donde el adobe se desmorona junto a los discursos oficiales. El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) asegura que este decreto no interfiere con el polémico viaducto elevado que el gobierno estatal impulsa como si fuera una cicatriz sobre el paisaje urbano. Pero la gente desconfía. Sabe que los papeles se los lleva el viento, y que las excavadoras tienen más prisa que las leyes.

La ciudad que el tiempo congeló (pero no del todo)

El centro histórico de Zacatecas, inscrito como Patrimonio Mundial en 1993, conserva una traza urbana que parece dibujada con tiralíneas en el siglo XVI. Calles como la 1 de Mayo, Abasolo o el Callejón de las Cuevas son un catálogo de piedra donde conviven casonas señoriales con vecindades que se caen a pedazos. El decreto federal protege 169 manzanas, pero no dice cómo evitar que las tuberías revienten, que los techos se hundan, que las familias se vayan porque ya no aguantan vivir en un monumento.

El INAH tendrá 60 días para definir “criterios de protección”. Mientras tanto, cualquier obra —un poste, un anuncio, una grieta reparada a medias— quedará bajo la lupa de la federación. Suena bien en el papel, pero en Zacatecas, donde el presupuesto para cultura siempre parece evaporarse antes de llegar, la pregunta es quién vigilará realmente. El instituto no recibirá un peso extra en 2025 para esta tarea. Se protegerán 827 fincas con la misma plata con la que hoy no alcanza ni para restaurar una fachada.

El fantasma del viaducto y los huecos del decreto

El gobierno estatal insiste en que el viaducto elevado —ese proyecto que amenaza con partir la ciudad como un cuchillo— no está en peligro. Pero el decreto es claro: toda obra en la zona debe someterse a la Ley Federal de Monumentos. ¿Qué pasará cuando las máquinas lleguen a la Alameda Trinidad García de la Cadena? ¿Quién frenará a los desarrolladores que ya husmean entre las calles de Mexicapan y Palomares?

La declaratoria habla de “sanciones”, pero la historia reciente demuestra que, en México, los infractores suelen tener más recursos que los guardianes del patrimonio. Basta recordar los edificios derribados de noche en Ciudad de México, los permisos que aparecen por arte de magia, las multas que nunca se cobran.

Los otros habitantes del museo

Mientras las autoridades celebran con boletines, los zacatecanos de a pie miran con escepticismo. ¿Servirá de algo que su casa sea ahora un “elemento urbano con valor histórico”? ¿O solo significará más trámites para cambiar una puerta o pintar una pared? El decreto promete “programas educativos” para enseñar a la gente a querer su patrimonio, pero no explica cómo evitar que los jóvenes se marchen porque en el centro no hay trabajo, ni cómo detener la migración que vacía las casonas.

En Zacatecas, el pasado es un lujo que muchos no pueden permitirse. Las fachadas barrocas esconden cuartos sin agua caliente, patios que se inundan con cada lluvia. El desafío no es solo conservar las piedras, sino hacer que la vida siga siendo posible entre ellas.

Conclusión: Un decreto necesario, pero insuficiente

Este reconocimiento federal llega tarde, pero llega. Sin embargo, declarar una zona monumental sin inyectar recursos reales, sin un plan de vivienda, sin frenar los megaproyectos que la estrangulan, es como ponerle un marco de oro a un cuadro que se está pudriendo. Zacatecas merece más que un papel. Merece que la protejan no solo de los turistas y los saqueadores, sino también de la burocracia, la indiferencia y ese progreso mal entendido que convierte las ciudades en parques temáticos.

Mientras tanto, la cantera rosa seguirá brillando al atardecer, indiferente a los decretos.

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