CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
Zacatecas no es un territorio pobre: es un territorio saqueado. La pobreza es otra cosa: es la imposición del abandono como norma. Y el abandono, en esta ciudad de cantera y polvo, se mide en sombras: las que deja el alumbrado apagado, los callejones donde la noche se adelgaza y el miedo se vuelve rutina.
Por eso sorprende cuando, en medio de la inercia, algo se corrige. No celebramos gobiernos; registramos hechos. Y el hecho es este: el Ayuntamiento de Zacatecas logró finiquitar un adeudo de cinco millones de pesos con la Comisión Federal de Electricidad, heredado de la administración anterior. Cinco millones guardados en la penumbra de la irresponsabilidad pública. Cinco millones que, mientras se acumulaban, oscurecían barrios y colonias enteras.
La acción no es menor. El alumbrado no es estética: es seguridad, movilidad, dignidad. Cuando una calle se queda a oscuras, la ciudad se entrega a los viejos amos que siempre esperan en las esquinas. Una luminaria apagada es una invitación al crimen, a la impunidad, a la soledad del que vuelve tarde a su casa. No es poesía: son datos que cualquier mujer que camina de noche conoce en la piel.
La administración actual —con Miguel Varela Pinedo al frente— no inventó el problema, pero sí tuvo que enfrentarlo. La deuda con CFE no era sólo una cifra; era una sanción moral: mientras no se regularizara, el municipio no podía acceder a los recursos generados por el Derecho de Alumbrado Público. Dinero que era de la ciudad, pero que permanecía retenido. Mes tras mes.
El encargado del área de Alumbrado, Christopher Emmanuel González Núñez, lo explicó sin adornos: el ayuntamiento arrastraba la deuda, las facturas variaban, los números no cuadraban. Fue necesario negociar directamente para cerrar el expediente. Lo lograron. Y ahora, a partir de septiembre, el municipio recibirá entre 400 y 500 mil pesos mensuales de remanente. Recursos que, por ley, solo pueden emplearse en alumbrado. Nada de creatividad contable. Nada de distracciones políticas.
Lo interesante no es el acuerdo en sí, sino lo que revela. Para sanear una sola deuda se necesitó voluntad, experiencia técnica y una administración que, al menos en este punto, decidió no esconder la basura bajo la alfombra. La ciudad ha visto demasiadas manos que administran la sombra como si fuera normal.
Pero no confundamos claridad con redención. Salir de una deuda es apenas poner el contador en cero. La ciudad sigue con baches, con zonas donde el agua llega por horas, con barrios donde el miedo se volvió parte del paisaje urbano. El alumbrado se paga, sí. Pero falta iluminar algo más profundo: la relación entre poder y ciudadanía.
Zacatecas está cansada de gobiernos que culpan al pasado y se exculpan en automático. Aquí no alcanza con “no robar”; hay que reparar lo roto. Y lo roto no son solo las cuentas. Son los vínculos, la confianza, el derecho mínimo de caminar sin agachar la mirada.
Encender la ciudad es apenas el comienzo. La luz no siempre revela lo que queremos ver. Pero ver es el primer paso para dejar de tropezar en la misma piedra.
Sobre la Firma
Periodista especializada en política y seguridad ciudadana.
claudia.valdesdiaz@gmail.com
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