Guadalupe, Zac.- Perla Yajaira Ortega Muñoz y José Ángel Vázquez García, trabajadores del IMSS, desaparecieron en Zacatecas los días 18 y 19 de julio. Sus familias, rotas pero firmes, irrumpieron en la visita presidencial a Guadalupe exigiendo lo que el Estado les ha negado: justicia. Gritaron sus nombres, mostraron sus rostros. Nadie les respondió.
Raúl Ortega cargó la lona con el rostro de su hija. Blanca Muñoz sostuvo las cédulas de búsqueda. No llevaban pancartas de odio, sólo una súplica. Perla, de 31 años, enfermera, viajaba cada domingo al sur de Zacatecas para abrazar a su hija. El 18 de julio no llegó. La última vez que la vieron fue en la carretera Picones–El Orito.
La describieron con precisión: 1.68 metros, piel blanca, cabello negro, tatuajes que relatan su historia sobre el pecho, los brazos, el pulgar. Una mujer visible. Una madre. Una trabajadora del Estado. A pesar de eso, fue privada de su libertad. El 21 de julio, sus padres presentaron la denuncia. Desde entonces, el silencio.
José Ángel, técnico en salud de 45 años, desapareció un día después. Vestía camiseta blanca, chamarra negra, pantalón de mezclilla. Llevaba sus tatuajes a flor de piel: un tigre, un león, una pantera, un lobo. También sus cicatrices. Mide 1.75 metros. Tiene tez morena y la voz de alguien que no ha vuelto a casa.
Mientras la presidenta supervisaba la unidad de Braquiterapia del IMSS, los suyos gritaban: “Falta una enfermera”. Ella no respondió. Habló del sistema de salud, no del cuerpo ausente de quienes lo sostienen. Los funcionarios estatales intentaron suavizar la rabia con frases burocráticas. Las madres no olvidan palabras vacías.
El eco de las consignas fue sepultado por porras oficiales. Rodrigo Reyes Mugüerza, secretario General de Gobierno, y Everardo Ramírez Aguayo, titular de la Comisión de Búsqueda, dialogaron brevemente con los manifestantes. Pero hoy, cada vez que alguien repita “seguridad”, volverán a escucharse los nombres de Perla y José. No hay cifra, discurso o aplauso que tape una verdad: los desaparecidos no se evaporan, los borran. Y mientras no aparezcan, nadie puede hablar de un sistema que funciona.
LNY | Redacción