viernes, agosto 15, 2025
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El Callejón de los 58 | Cerrazón en Guadalupe: cuando el diálogo se estanca

AURELIO GAITÁN

En Guadalupe, las demandas ciudadanas parecen chocar con un muro de dilaciones. El Movimiento Antorchista, encabezado en Zacatecas por Osvaldo Ávila Tizcareño, acudió a la Presidencia Municipal para exigir avances reales: regularización de predios, rehabilitación de escuelas, acceso a cursos de autoempleo y apoyos asistenciales.

No se trata de ocurrencias ni de caprichos. En la colonia Carlos Fuentes y Jorge Obispo, unas 200 familias esperan desde hace años la certeza jurídica de sus terrenos. La respuesta del alcalde José Saldívar, hasta ahora, ha sido posponer, prometer y dar largas. La secretaria de Gobierno Municipal, Raquel Ortiz Sifuentes aseguró que “está por firmarse” un convenio con la Seduvot para destrabar la escrituración. Una frase que, sin fecha ni compromiso concreto, suena más a retórica que a solución.

En paralelo, obras como el drenaje en La Zacatecana y Zóquite, la pavimentación en la colonia La Antorcha o el jardín de niños abandonado desde hace más de cinco años, siguen atrapadas en la eterna espera de recursos. La entrega de apoyos alimentarios y la revisión de solicitudes de tinacos son paliativos, no políticas públicas.

Ávila lo dejó claro: si el 20 de agosto no hay avances palpables, las calles verán una manifestación masiva en septiembre. Y si eso ocurre, no será por capricho de un grupo, sino por la incapacidad del gobierno municipal para cumplir compromisos básicos.

En un municipio donde la urbanización avanza más rápido que la voluntad política, la cerrazón es un lujo que Guadalupe no puede permitirse. Las demandas no son nuevas. Tampoco la estrategia oficial de patear el bote. Pero cada vez que se pospone una solución, se siembra más desconfianza. Y esa deuda, a diferencia de las obras, sí crece día con día.

Rabia bovina: foco rojo en el sur de Zacatecas

En Tepechitlán y Atolinga, la rabia paralítica bovina dejó de ser un riesgo latente para convertirse en un hecho confirmado. Dos cabezas de ganado han muerto en la última quincena, una en cada municipio, y la respuesta sanitaria ya está en marcha. No es una epidemia, pero sí un llamado urgente a la prevención.

El caso más reciente se registró en la comunidad de La Yerbabuena, Tepechitlán. Allí, un bovino murió el mes pasado y las pruebas enviadas a la Ciudad de México confirmaron la presencia del virus. En Atolinga, otro caso aislado encendió las alarmas en la región. Ambos municipios comparten frontera con Jalisco, lo que obliga a reforzar el control interestatal para evitar la propagación.

La rabia paralítica bovina, o “derriengue”, es una enfermedad viral aguda y mortal que ataca el sistema nervioso central de los animales. Se transmite por la saliva de especies infectadas, especialmente murciélagos hematófagos, a través de mordeduras o contacto con mucosas y heridas. Los síntomas —inquietud, agresividad, parálisis progresiva y falla respiratoria— terminan, casi siempre, en muerte.

Ante los casos confirmados, la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica) y el Comité Estatal de Fomento y Protección Pecuaria (Cefopp) establecieron un cerco sanitario. En un radio de cinco kilómetros alrededor de los focos detectados se vacunarán cerca de cinco mil cabezas de ganado los días 17 y 19 de agosto.

El presidente municipal de Tepechitlán, Adolfo Cortez Santillán, precisó que en su localidad solo existe un caso confirmado y que la situación está controlada. Desmintió versiones sobre un contagio masivo de 30 animales y aclaró que no se ha declarado estado de emergencia. La clave, dijo, ha sido actuar conforme a los protocolos: aislamiento del caso, análisis de laboratorio, sepultura controlada del animal y capacitación a productores.

Además de la vacunación, se realizarán talleres informativos sobre la prevención y manejo del ganado. El objetivo: blindar los hatos y evitar que la enfermedad se extienda a otros municipios o estados.

La lección es clara. En un sector ganadero que representa el sustento de cientos de familias del sur de Zacatecas, cada día de retraso puede costar una vida animal y una pérdida económica irreparable. La rabia bovina no espera. Tampoco debe esperar la respuesta.

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Columnista especialista en municipios, justicia y poder.
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