SAÚL MONREAL ÁVILA
Amigas y amigos que nos siguen en este espacio de opinión, el caso de la migración mundial, pero específicamente en México, América Latina obedece a varias causas, pero tres son las principales, como lo son los factores sociopolíticos tales como persecución étnica, religiosa, racial, política y cultural, guerras y conflictos armados.
Existen los factores demográficos y económicos, esto es mucho de lo que sucede a nuestro continente, como las oportunidades de empleo, las normas laborales deficientes y altas tasas de desempleo, lo que vemos diario en cada municipio de Zacatecas, es decir, la búsqueda de mejores oportunidades y salarios más altos.
Y en menor medida, pero también suceden a nivel global, los factores medioambientales como los desastres naturales, sean inundaciones, huracanes o terremotos.
Para nadie es desconocido que en el caso de la migración de nuestra región, México, centro y Sudamérica, obedece específicamente al factor sociodemográfico y económico, pues el objetivo es la búsqueda de mejores niveles de vida para los paisanos que se van y para sus familias que acá los esperan, nada de malo tiene esa idea de trabajar duro para ganar algo de dinero y mejorar su estatus, quienes se fueron, y se siguen aventurando , el único objetivo que buscan es darle su vida trabajando, a Estados unidos, los migrantes mundiales hacen grande a América, sin embargo, en las últimas semanas, hemos visto con profunda preocupación cómo se intensifican las redadas contra migrantes en ciudades como Los Ángeles. Imágenes de familias separadas, operativos con tintes de persecución y miedo colectivo nos recuerdan que, a pesar de los discursos de derechos humanos, en la práctica todavía se criminaliza la migración.
Lo más alarmante no es solo el uso excesivo de la fuerza o la arbitrariedad de muchos de estos operativos, sino la normalización del trato indigno hacia personas cuyo único “delito” ha sido buscar una vida mejor. Porque eso son los migrantes: seres humanos que escapan de la violencia, de la pobreza, de contextos que muchas veces ni siquiera fueron provocados por ellos mismos, sino por estructuras globales profundamente desiguales.
Hoy lo decimos con firmeza, no solo por lo que sucede en Estados Unidos, sino por lo que se repite, con distintos rostros, en muchas partes del mundo. Desde las costas del Mediterráneo hasta nuestras propias fronteras en América Latina, los migrantes siguen siendo tratados como cifras, no como personas. Y esa deshumanización, que se disfraza de legalidad, es el primer paso hacia la violación sistemática de los derechos humanos.
Los gobiernos tienen derecho a ordenar sus políticas migratorias, sí, pero nunca a costa de la dignidad humana. No hay excusa que justifique que niños pasen noches en centros de detención, que mujeres sean maltratadas, que trabajadores sean expulsados sin debido proceso, o que se construyan narrativas de odio que dividen y lastiman. Por eso, este no es un llamado a la indulgencia, sino a la legalidad con humanidad, porque la historia nos juzgará no por nuestras leyes, sino por nuestra capacidad de poner a la persona en el centro. Y hoy, más que nunca, esa es una urgencia moral.
Desde aquí les repetimos a nuestros hermanos migrantes que no están solos y que pondremos, como poder del estado mexicano, todo lo que este de nuestra parte para colaborar a terminar con la persecución y el odio.