CUAUHTÉMOC CALDERÓN GALVÁN
El pasado 5 de junio, el Gobierno de México declaró oficialmente como Zona de Monumentos Históricos a una superficie de más de 105 hectáreas del Centro Histórico de Zacatecas. A primera vista, la noticia podría parecer positiva, mayor protección, visibilidad turística, acceso a fondos federales. Pero bajo la superficie, esta declaratoria es el acta de defunción de la autonomía local sobre el corazón histórico de nuestra ciudad.
El decreto centraliza toda decisión en manos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Desde la colocación de un anuncio, la renovación de una fachada, el cambio de uso de suelo, hasta la planificación de obras públicas. La Junta de Monumentos y Sitios Históricos del Estado de Zacatecas queda reducida a un papel consultivo y subordinado. El gobierno municipal pierde su capacidad de autorizar, interpretar o adaptar reglamentos según las necesidades locales. Y el gobierno estatal queda relegado a un rol de coordinación sin mando.
Esto ocurre, en buena medida, porque quienes hoy encabezan el municipio y el estado han demostrado que no entienden, ni valoran, ni les interesa el significado profundo del patrimonio. El desorden, la permisividad, la falta de planeación y el desprecio por el paisaje urbano han sido la norma en los últimos años. Zacatecas está en peligro no sólo por las obras como el segundo piso, sino por la tolerancia al ambulantaje desbordado, por la desaparición de las reglas, por la incapacidad de hacer valer la ley.
Sin embargo, esta declaratoria federal no es una victoria, como algunos la han querido presentar. Es una pérdida. Zacatecas era la única ciudad patrimonio que había logrado mantener el control local sobre su centro histórico. Gobiernos anteriores como el de Amalia García, Miguel Alonso y, en mi caso como alcalde, nos opusimos a esta federalización. Incluso llegamos a planteárselo directamente al presidente Felipe Calderón para evitarlo. Sabíamos lo que estaba en juego, no sólo fachadas y calles, sino la soberanía de nuestras decisiones sobre el corazón de nuestra ciudad.
La relación con el INAH ha sido siempre cercana. Se ha trabajado en coordinación con ellos, el INBA y la Junta de Monumentos. Ha sido una relación institucional, a veces burocrática y engorrosa, pero que ha permitido que Zacatecas funcionara con un modelo propio. Ahora, al convertirse el INAH en autoridad única, se requerirá también que el gobierno federal fortalezca su presencia en Zacatecas. De lo contrario, lo único que habremos hecho es recargarle a una institución federal, sin suficiente personal, una responsabilidad que necesita velocidad, diagnóstico y capacidad de ejecución.
Porque las fachadas están cayendo. Los techos ceden. El adoquín se hunde. Las calles se abandonan. Y los vecinos, comerciantes y turistas ya no encuentran razones para regresar. Si el INAH tiene ahora la llave, también debe tener los recursos para abrir las puertas del rescate.
El Centro Histórico de Zacatecas no puede esperar. Tiene prisa por ser rescatado.
El fuego sigue ardiendo.