CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
En Zacatecas, donde la palabra “seguridad” suele sonar a promesa rota, Jerez amaneció esta semana con una escena que parece improbable: 111 policías formados, uniformados, listos para sumarse a una corporación que —contra toda estadística, contra todo cinismo institucional— crece.
En un estado que se acostumbra a perder agentes como quien pierde hojas en invierno, Jerez se da el lujo de sumar. Y no cualquier suma: un salto quirúrgico, casi impensable, de 26 a 111 elementos en menos de un año. En tiempos de déficit, es una rareza. En Zacatecas, es un pequeño milagro.
Joan Mandujano López, director de Seguridad Pública Municipal, habló sin adornos: cuando asumió el cargo, tenía 26 policías “operativos”, un número que ni siquiera alcanzaba para cubrir turnos dignos. Lo dijo con ese tono de quien ha visto el esqueleto de una institución y se negó a dejarla morir.
Hoy, esa misma corporación se levanta con 111 agentes con Formación Integral, capaces de patrullar, responder, contener, acompañar. En un mapa estatal lleno de huecos, Jerez se volvió un punto luminoso.
Rodrigo Ureño, alcalde de Jerez, tomó la palabra después. No presumió; constató. Dijo lo evidente: que esta presentación era más que significativa para el municipio. Y sí, lo era. Porque en Zacatecas cada avance en seguridad no se mide en discursos, sino en sobrevivencia.
Ureño pidió algo incómodo en esta época de desconfianza absoluta: respeto hacia los policías. Respeto, esa palabra devaluada por los abusos, por las omisiones, por el miedo. “Cumplimos esta meta y vamos a cumplir muchas más”, dijo. En otro estado sonaría a frase de manual. Aquí suena a desafío.
El secretario de Gobierno, Samuel Berumen de la Torre, añadió un dato que para muchos pasó desapercibido: Jerez ya superó la media nacional recomendada para un municipio de su tamaño. Mientras otros ayuntamientos mendigan elementos o sobreviven con dos patrullas y buena suerte, Jerez rebasa la línea base.
Y no sólo en número: la corporación se ha sometido a capacitación en ética, derechos humanos, proximidad social, prevención del delito. Se les entregó equipo nuevo, cuatrimotos, patrullas. Una policía que se forma, se disciplina y se equipa deja de ser un cuerpo reactivo y se convierte en una institución.
La comparación duele: entre los 57 municipios de Zacatecas, muy pocos pueden decir lo mismo. En el último año, al menos 350 policías municipales fueron dados de baja por no aprobar los controles de confianza. Drogas, documentos falsos, reprobación, abandono.
El dato es brutal: por cada dos policías que entran, uno se va. Aunque se registraron 600 altas, el saldo real es de apenas 250 elementos recuperados. “Un ejercicio golondrino”, admitió el propio secretario ejecutivo del Sistema Estatal de Seguridad Pública (SESESP), Eduardo Flores Sonduk. Zacatecas recluta policías como quien llena agua en un colador.
Hay municipios que ya no tienen lo mínimo indispensable: Cuauhtémoc, Monte Escobedo, Jiménez del Teul, Apulco. Territorios a la deriva donde la seguridad es una visita intermitente de la Policía Estatal, la Guardia Nacional o el Ejército. Municipios que ya no pueden hablar de fortalecimiento, sólo de sobrevivencia. En medio de ese paisaje, Jerez destaca no por haber llegado a la cima, sino por haber decidido escalar.
El contraste se vuelve más incómodo cuando entran en escena los derechos humanos. La Comisión Estatal confirmó recientemente una detención arbitraria en la capital: policías municipales y una jueza. Abusos que erosionan cualquier narrativa oficial sobre la “mejor policía del país”, como se aventuró a decir Rodrigo Reyes Mugüerza.
Las cifras de homicidios, asegura la fallida nueva gobernanza, bajaron 70%. Pero la reducción estadística convive con algo más pesado: la percepción ciudadana que no baja, que no duerme, que no camina tranquila.
Y, sin embargo, Jerez. 111 elementos en total. Más que un número, una señal. Una señal de que sí se puede reconstruir desde abajo, lejos de los reflectores, lejos de la grandilocuencia estatal. Una señal de que la profesionalización no es una ceremonia, sino un proceso disciplinado que exige voluntad política y presupuesto.
Mientras el estado lidia con bloqueos por la reforma hídrica, operativos contra células criminales y litigios que se atoraron en la Suprema Corte, Jerez hace algo que parece simple, pero es revolucionario: recuperar su policía. No la perfecta, no la heroica, no la blindada. La posible.
En Zacatecas, en donde el ruido suele ahogar los logros, conviene subrayar lo obvio: cuando un municipio muestra que puede, ilumina el mapa entero. Aunque sea por un momento. Aunque incomode. Aunque exponga a quienes prefieren las excusas antes que el trabajo.
Jerez no resolvió la crisis de Zacatecas. Pero dio un paso que otros ni siquiera han intentado. Y en este estado, eso ya cuenta como victoria.
Sobre la Firma
Periodista especializada en política y seguridad ciudadana.
claudia.valdesdiaz@gmail.com
BIO completa


