RAYMUNDO MORENO
Zacatecas atraviesa un momento crítico en el que las formas del pasado y los acuerdos a conveniencia han dejado de ser útiles -si es que alguna vez lo fueron- a los intereses de la gente. Hoy, lo que nuestra entidad necesita no es a un político de la vieja escuela, sino a alguien capaz de romper inercias, sacudir estructuras y desafiar los pactos silenciosos que han condenado al estado a la inmovilidad.
El carácter disruptivo, franco, cercano, incluso confortativo del alcalde de la capital Miguel Varela suele incomodar a algunos, sin embargo, también resulta una bocanada de aire fresco y personifica la necesidad imperante de un golpe de timón que la inmensa mayoría de los zacatecanos anhelamos.
Su decisión de plantarse ante los viejos vicios del poder, de no agachar la cabeza ante los de siempre ni aceptar los atropellos propios de quienes se sienten dueños de Zacatecas, revela una independencia que pocos se atreven a ejercer y representa el coraje, la valentía y la dignidad de un pueblo cansado de la indiferencia y soberbia de la mal llamada “nueva gobernanza”.
Zacatecas necesita urgentemente cambiar y para eso se requiere a alguien con calidad moral, con una visión fresca y agallas. Un liderazgo que quizá estorbe a algunos, pero que signifique resultados tangibles.
Miguel Varela ha mostrado altura de miras, valor y carácter. No se ha limitado a administrar las herencias malditas, sino que ha sabido enfrentar y vencer, con el respaldo de la sociedad civil, a quienes durante décadas se han burlado del pueblo zacatecano.
Las nuevas generaciones exigen otro tipo de liderazgo: presente, firme y espontáneo. Un liderazgo que no tema al cambio, sino que lo provoque. Y si ese cambio duele, bienvenido sea: porque solo a través de la incomodidad se despierta la conciencia y se reencuentra la dignidad.
Zacatecas merece volver a creer, pero para ello necesita una sacudida, una disrupción con propósito. Y quizá, por fin, ha llegado el momento de escuchar a quienes no le deben nada a los de siempre y cuya lealtad está con nuestra tierra.
Bien dice el adagio que nadie se arrepiente de ser valiente, es momento de que que todas y todos asumamos el reto.
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